Capítulo 36 · Él es como Ícaro

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CANCION PARA EL CAPITULO:

Icarus Interlude - Zayn

°

XXXVI

DARCIE

Tu mamá es una persona... compleja.

Y diciendo eso no le llego ni a los talones, Louie.

La grandeza de su departamento no hacía más que demostrar el poder que tenía sobre su vida, sobre su trabajo y por sobre todas las personas que la rodeaban de constante. Tenía una sala de estar impecable, con muebles relucientes y nuevos. Una televisión enorme que reproducía una y otra vez un video de una chimenea. Una alfombra tan cómoda que hasta me dio pena pisarla, a pesar de que Syra nos obligó a sacarnos los zapatos ni bien pusimos un pie dentro. Por otro lado, el comedor no era menos sorprendente. La mesa era tan larga que hasta podrían haber entrado diez personas ahí, a diferencia de ese pequeño espacio que tenía yo en casa donde si entrábamos cuatro teníamos suerte y era porque una persona se sentaba sobre la otra.

Como era de esperarse, la comida ya estaba servida cuando llegamos. Un hombre que debía de ser el mayordomo de tu madre estaba terminando de colocar una jarra cuando abrimos la puerta, entrando sin decir palabra. Ese mismo señor se fue en silencio, como si le estuviese prohibido ser visto ahí.

Syra no necesitaba tener mucha altura para ser imponente. Con su semblante igual de serio que el tuyo ya parecía capaz de doblegar el más duro y obstinado de todos los egos, echándote una mirada que te desnudaba. Lo comprendí a la perfección cuando analizó mi cuerpo entero ni bien me vio, probablemente preguntándose qué hacía una tipa de mi nivel al lado de su hijo.

Tienes mucha, mucha, muchísima suerte—no te imaginas cuánta—de que mi madre, Candace, sea una persona tan victimista como para prepararme emocionalmente para enfrentar cualquier cosa.

O bueno, a eso quería aferrarme.

Noté que el menú no iba a ser de mi agrado en cuanto sentí el aroma, pero callé mis pensamientos con tal de no hacer enfadar a nadie. No era una muy especial fan del pollo ni mucho menos de la guarnición que vi preparada a un costado, pero supuse que eso estaba pensado para no ser más que una simple entrada debido a la poca cantidad que tenían nuestros platos.

Tomamos lugar uno enfrente del otro, tú al lado derecho de tu madre y yo al izquierdo. Separarme de ti se sintió como si tuviese que hacer frente sola a la situación, algo para lo que no me sentía lista hasta que me vi acomodándome el vestido tras sentarme.

Fue todo tan incómodo y monótono al principio que no pude evitar torcer mi gesto, que ya de por sí no era una sonrisa. Tampoco era el plan verme disconforme, pero poco más podía hacer con la cantidad de sensaciones que me envolvían dentro de ese iluminado comedor. La luz del sol entraba por un ventanal enorme, permitiéndome así ver las paredes blancas llenas de cuadros con pinturas abstractas.

No pude evitar recordar las esculturas del despacho de Hades, todas con un significado que podría depender de quien las observara. Intentando no desconcentrarme de la situación, empecé a comer tarde, cuando tanto tú como tu madre ya llevaban al menos cinco minutos cortando el pollo en pequeños pedazos.

—Dime, Marina...—empezó a decir Syra, ante lo que tú empezaste a carraspear.

—Marlene—la corregiste, con una confianza que a mí me habría faltado por completo para dirigirme a ella.

La muerte del amor ©Where stories live. Discover now