Capítulo 33 · Voy a intentarlo

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CANCION PARA EL CAPITULO:

Used to this - Camila cabello

°

XXXIII

LOUIE

Mi vida empezó a mejorar desde que descubrí que Thorndike por fin me perdonaba aquello por lo que años me condenó.

Incluso llegar a casa fue diferente. Tenía ganas de salir, correr alrededor de toda la cuadra a gritar de felicidad, pero lo que hice en su lugar fue saludar a Duque y sacarla a darle un paseo. Corrí la tarde completa, corrí hasta que mi inagotable energía se acabó y no me quedaba de otra que volver y dormir.

Al despertarme, pasó lo inesperado.

Subí a la cocina y me encontré a mi padre ahí, sentado en la pequeña mesa, leyendo unos papeles que al parecer acababa de recibir. Se veía sorprendido, tanto que lo primero que hizo al verme fue ponerse de pie.

—La han retirado. La denuncia—tartamudeó—. Se ha acabado.

No pude hacer más que mirarlo, sabiendo la tranquilidad que eso traía para ambos. La pesadilla encontraba un final, por primera vez tenía una razón para volver a verme como el hijo que siempre fui. Llevábamos tantos años distanciados que se sintió extraño verlo acercarse, tan frio como solía ser él, para abrazarme.

Hasta mi papá lloraba.

—Lo sé, papá—le respondí yo, palmeando su espalda.

Aunque él no acostumbraba a ser alguien de palabras, ese día se esforzó especialmente.

—Debería haberte creído.

Sí, en un tipo como él era una anomalía escucharlo decirte más de tres palabras. Desde el divorcio con mamá, toda su labia parecía haberse reducido a lo que fuera estrictamente necesario y poco más. Ya nada quedó del hombre que podía pasarse horas y horas hablando, argumentando y discutiendo con medio mundo.

Para eso estaba yo, o al menos eso se esperaba de mí.

—Pero no lo hiciste, y ya está—volví a responderle, incómodo—. No voy a culparte por eso. Ni siquiera yo me habría defendido estando en tu lugar.

Sus lamentos no encontraron la calma que buscaban de mi parte, por lo que se alejó para mirarme un par de segundos. Tras eso, se giró para acercarse de nuevo a la mesita, dejando los papeles sobre ella. Estaba dándome la espalda todavía cuando dijo:

—Pero yo sí tenía que defenderte. Tenía que haber sido el primero.

Negué con la cabeza, incluso aunque no pudiera verme.

—Ya está, papá.

Entonces él miró hacia abajo, como con cierta pena o vergüenza de lo que estaba por admitir.

—Me han vuelto a ofrecer trabajo—susurró, tirando una nueva carta por encima de las otras. Esa acababa de sacarla del interior de su abrigo—. Y yo...

—Deberías aceptarlo.

La tensión entre nosotros iba a acabar conmigo, pero aun así no era suficiente como para tirarme abajo. Un nuevo Andrew estaba naciendo, uno al que le sobraba el tiempo para arreglar la relación que tenía con quien una vez fue su padre.

La muerte del amor ©Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon