Capítulo 54 · Como si ya la hubieses perdido

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CANCION PARA EL CAPITULO:

Demons - Hayley Kiyoko

°

LIV

LOUIE

Lía me llamó después de esa noche en la que se lo contaste todo.

—Vuelve a verla, Andrew. Por favor—me suplicó. La escuché tan nerviosa, triste y alterada que logró pasarme tales emociones a mí también—. Te necesita. Ella de verdad te quiere, no puedes... no sería correcto que pases por encima de algo así.

—Fue ella la que pasó por encima de algo—repliqué, tallándome los ojos de la frustración—. No sé si estoy listo para verla. Todavía creo que...

—Ella me contó lo que sucedió. Se besó con su ex y la descubriste—me interrumpió, jadeando—. Sé lo horrible que debe ser, pero tienes que creerme cuando te digo que no lo quiere, Drew, y que nunca podría hacerlo. Ese tipo es una mierda. Una mierda enorme.

Escuchar a Lía diciendo malas palabras era nuevo, tanto que hasta me sorprendí.

—La manipuló toda su vida, se aprovechó de ella de maneras horribles, incluso...—por un instante, dudó en si decírmelo o no. Decidió guardárselo—. Debes creerme. Marlene no quería besarlo. Ella no tiene la culpa. No de esto.

Miré mis propios pies un buen rato, como avergonzándome de ser incapaz de algo que hasta yo quería poder hacer sin más, sin tantas dudas de por medio, aunque encontraba irremediablemente algo que terminaba deteniéndome.

—¿Qué crees que debería hacer?—le pregunté, y eso también era nuevo en mí porque... ¿desde cuándo yo necesitaba que alguien me dijera cómo actuar? Yo siempre sabía qué hacer, aun cuando no tenía ni idea.

Pero esa vez, en esa oportunidad, estaba perdido. Y Lía fue la primera en decirme justo lo que quería escuchar.

—Habla con ella. No digo que debas perdonarla si no puedes, pero al menos permítete escucharla, ver cómo se siente—respondió—. Tuvieron su tiempo sin hablar. Llevas una semana sin hablarle. Yo la vi todos estos días, vi lo arrepentida que está. Eso es lo importante de cometer errores, ¿no? Darnos cuenta de lo mal que estuvieron. Arrepentirnos.

No pude decirle nada. Las palabras no encontraron sentido o manera de explicar cómo estaba sintiéndome.

—Escucha, sé que te duele, lo entiendo, pero también sé cuánto la quieres, y si realmente lo haces no estaría bien que la dejes así—Lía pareció detenerse, como si antes hubiese estado corriendo, y tomó aire—. Ella te necesita. Justo ahora, en este momento, te necesita. No te lo dirá para no molestarte, pero... merece que la escuches. Merece otra oportunidad, Andrew. Hazme caso.

—Yo...

—¿Quieres arreglarlo?

Quería, el problema no era ese.

—Sí.

—Entonces hazlo.

De un modo u otro, le hice caso. Confié en que Lía no mentiría porque Bailee aseguró en miles de ocasiones que era la persona más sincera del planeta. Es más, estaba medio borracho cuando recibí esa llamada. Mi amiga se encontraba a mi lado, con los pies colgando del puente de Gunnhild. Fue la temporada en la que volvimos a ir hasta ahí para beber, pasar las horas posteriores a una fiesta en la que no conseguimos desfallecer.

La muerte del amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora