Capítulo 42 · Nuestro diario

39 1 0
                                    

CANCION PARA EL CAPITULO:

My blood  - Twenty one pilots

°

XLII

MARLENE

Si quieres un consejo, nunca jamás, bajo ninguna circunstancia, dejes que Bailee te decolore el cabello. Ni si quiera aunque sea solo la mitad, te prometo que no valdrá la pena el exhaustivo interrogatorio al que puede someterte cuando estén a solas. Ella es algo así como una versión femenina y contemporánea de Sócrates, le encanta discutir casi tanto como a mí, pero por sobre todo es mil veces más insistente y persuasiva de lo que yo imaginé que era.

—¿Estás segura de que no quieres saber lo que me dijo Andrew de ti?

Para esas alturas, tanto tú como el resto del grupo se habían ido a la playa. Yo misma te convencí de que lo hicieras porque estaba cansada de verte ahí, todo preocupado por el desorden que nuestra amiga estaba haciendo.

—No, Bailee.

La toalla sobre mis hombros cubría el resto de mis ropas, y por suerte que lo hacía. Creo que estaba más manchada que las propias manos de Bailee, la cual se vio obligada a tratar con mi versión más irascible cuando empezó a arderme la primera decoloración. A decir verdad, sabía que lo mejor era esperar antes de hacerse una segunda, pero con Bailee era difícil convencerla de la existencia de algo como el tiempo. Y, bueno, para qué negarlo, yo misma quería acabar con eso cuanto antes.

—Te lo diré de todas formas.

—¿Por qué lo harías?

—Porque amaría estar con alguien que hable así de mí con otros.

Guardé silencio. Me encontraba sentada sobre el retrete del baño, con ella recostada sobre el marco de la puerta mirándome con una sonrisa de oreja a oreja. La cuenta regresiva que habíamos colocado en su celular indicaba que todavía nos quedaba esperar otros quince interminables minutos.

—Lía debe decir eso sobre ti y más.

—Aceptaría tu excusa si tan solo supieras lo que tu tonto me dijo. Pero, sorpresa, no lo sabes.

Acomodé un poco más la bolsa que tenía en mi cabeza, algo incómoda. Seguía sintiendo que me picaba de vez en cuando.

—A ver—me resigné, cruzando una pierna encima de la otra—. Suéltalo.

Eso pareció emocionarla, pero antes de atreverse a dar rienda suelta a todo lo que llevaba bastante rato intentando contarme, otra mala idea ocupó todo el lugar sobrante en su mente.

—Espera—se detuvo a sí misma—. Hagamos algo antes.

—Ay no...

—Primero dime tú qué opinas de él—cruzó ambos brazos por encima de su pecho, con su típica actitud cargada de seguridad—. Tranquila, puedes ser sincera conmigo. Pero imagina lo tierno que sería que hables bien de él y después descubras que, en realidad, solo dijo barbaridades.

—Eso no sería tierno—repuse.

—No, sería graciosísimo, pero solo para mí—refutó, riéndose un poco. Como descubrió que eso no estaba ayudando a que quisiera seguirle el chiste, cortó todo rastro de gracia en su voz y recobró la seriedad—. ¿Hace cuánto son pareja?

La muerte del amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora