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—Así que el profesor de matemáticas, ¿eh?—sonrío de lado.

Emma se sonroja.

—No es lo que parece.

—Ya, seguro. Como si alguna vez hubieras sido capaz de dejar a Aideen sola con cualquiera.

—Es un buen amigo en el que tengo confianza, nada más.

Me siento en la encimera de su cocina mientras veo como apaga el fuego y saca de la olla el estofado de pollo con verduras que ha cocinado para cenar.

—No hay nada de malo con que estés viendo a alguien ¿sabes? Eres guapa y joven todavía, a Aideen no le importaría.

—Lo sé, solo dame un tiempo para decírselo...

Asiento con la cabeza olvidando el tema. Pongo la mesa mientras ella termina de cocinar y voy a la sala principal para indicar a Aideen que venga a cenar. Me sorprendo cuando la encuentro durmiendo con la tele encendida y un hilillo de babas cayendo de su boca.

Decido no despertarla y vuelvo a la cocina. Emma ya se ha sentado y cojo asiento frente a ella.

—Aideen estaba dormida y no he querido despertarla.

—Mejor—su voz baja el tono—La quimioterapia la está dejando reventada y ella apenas es consciente.

Tiene razón. A Aideen no le gusta pensar que su enfermedad va a privarla de hacer ciertas cosas pero la verdad es que al final del día su cuerpo no resiste el ritmo que sigue.

—¿Cuándo es la siguiente sesión?—pregunto antes de llevar una cucharada a mi boca y saborear el estofado.

Emma duda en contestar, más de lo normal. Levanto la cabeza confundida cuando veo que carraspea incomodamente.

—¿Qué pasa?—pregunto preocupada.

—Hay algo que no te he contado porque no quería preocuparte.

Su mirada avergonzada no ayuda a calmarme.

—¿Es sobre Aideen?

Ella asiente.

—Sí, más o menos. Yo... no sabes la vergüenza que me da admitir esto... pero... no tengo el dinero suficiente para seguir pagando la quimioterapia.

Agacha la cabeza como si intentara esconderse de mi mirada, como si tuviera miedo de que la juzgara.

—Emma...—suavizo mi voz—Podrías habérmelo contado, pedirme ayuda. Mira, no sé si puedo conseguir el dinero pero lo puedo intentar. Estoy dispuesta a encontrar trabajo si es necesario.

Ella niega con la cabeza de inmediato.

—No digas tonterías, esto no es una responsabilidad que recae en ti. Te lo cuento porque sé lo importante que es ella para ti y porque no sé qué más puedo hacer.

—Es mi responsabilidad intentar ayudar. Intentaré hablar con mis padres, no quiero darte esperanzas ya que seguramente no consiga nada pero puedo intentarlo.

Emma suelta un pequeño suspiro.

—Las dos conocemos a tu madre y no gastará dinero en algo así de desinteresado.

Tiene razón, mi madre nunca haría nada así de generoso aunque sepa lo importante que es para mí.

—Entonces me pondré a trabajar.

—Repito, no digas tonterías. Acabas de empezar la universidad, eres joven, no pierdas el tiempo en un trabajo tan pronto. Ya encontraré yo la manera de conseguir el dinero.

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