22

2.3K 195 143
                                    


Alec rebusca en el cajón y saca dos delantales con una mueca de disgusto. Yo sonrío de oreja a oreja y le arrebato uno de la mano.

—¿Tienes harina de trigo?

Él me mira con un gesto cansado, pero asiente con la cabeza.

—En el cajón de arriba.

Rebusco en su cocina hasta sacar todos los utensilios e ingredientes que vamos a necesitar y sonrío satisfecha cuando los tengo todos delante.

—¿Preparado?

—No —contesta él.

Me encojo de hombros.

—No me importa. Vamos a convertir las galletas navideñas en una tradición para ti también.

Él se coloca a mi lado y yo empiezo a repasar la receta, que me sé de memoria, para asegurarme de que no falta nada.

Le paso el bol grande y él se sienta en una silla con movimientos lentos.

—¿Cuáles son las tradiciones navideñas en tu casa? —pregunto curiosa.

Mido la cantidad y empiezo a echar la mantequilla con el azúcar lentamente, mientras indico a Alec que vaya mezclando.

—No tenemos.

—Eso es imposible, todas las familias tienen tradiciones.

Él sigue removiendo con lentitud y se toma unos segundos para pensar.

—Mi abuela siempre prepara macarrones para la cena de navidad, ¿eso cuenta cómo tradición?

Suelto una pequeña risa mientras alcanzo el colador y espero a que la masa esté bien mezclada.

—Sin duda no es algo que se haga en todas las casas, ¿por qué macarrones?

Él se encoge de hombros.

—Mi hermana es un poco rara con la comida y la última vez que cocinamos cordero, mi primo pequeño casi se atraganta.

—Entonces es una tradición para evitar más catástrofes.

—Supongo.

Añado la harina tamizada a la masa y cojo otra cuchara para ayudarlo a mezclar.

—¿Tienes muchos primos?

Él niega con la cabeza.

—Dos primos y una prima más pequeña.

Una vez más, no me puedo imaginar a Alec siendo el primo mayor, al igual que no podía imaginarlo como hermano mayor.

—¿Sueles verlos mucho? A tu familia digo.

Dejo que termine él con el último repaso de mezclar la masa.

—No, solo a mis padres y a mi hermana.

No termino de descubrir si este es un tema agradable para él por lo que no hablo más sobre ello.

—Ahora tenemos que darle forma —sonrío emocionada —Imagino que no tienes moldes de galletas.

Él alza una ceja.

—¿Tú crees?

Me encojo de hombros.

—Da igual, lo haremos con las manos.

Libero la mesa para hacer sitio y me siento junto a él. Cojo un trozo de la masa y lo paso de una mano a otra probando su textura.

—¿Lo podemos hacer con formas? —pregunto al igual que haría una niña pequeña.

Somos historiaWhere stories live. Discover now