Extra

3.1K 204 306
                                    

Nota de autora: No, no es un capítulo nuevo. Es algo mucho mejor.

Alec

Observo con calma la ciudad de noche. Desde este lugar parece mas pequeña, mas silenciosa. Casi hasta podría gustarme.

Pero no, no me gusta. No me gusta esta ciudad. Cuando creces en un lugar objetivamente pequeño todos conocen a todos. Todos saben de todos. Y no, no es algo tan bonito como suena. Da asco.

Y a pesar de eso, cuando mis padres me ofrecieron ir a vivir con ellos, lo rechace. Elegi quedarme aquí. Lo que es aun peor, no creo arrepentirme de esa decisión.

Una rafaga de aire se levanta y cierro los ojos disfrutando del viento en mi cara. Mi pelo se despeina al completo pero tampoco es como si me importara. Hace tiempo que todo dejo de importarme.

Escucho la puerta de la azotea abrirse de golpe.

Agh, odio a la gente.

No suele subir mucha gente aqui. De hecho, es por eso que es uno de mis sitios favoritos de la ciudad. Pero siempre hay algunos vecinos que aprovechan para ver el atardecer desde arriba. O para fumar cuando su pareja no les deja hacerlo en casa.

No me giro para mirar al intruso, pero escucho sus pasos acercandose. Puede que si lo ignoro no me haga caso y no le de importancia a mi presencia.

Parece que no lo consigo.

—¿Pretendes saltar?—escucho decir a una melodiosa y suave voz.

Esa voz.

Mi respiración se vuelve loca cuando reconozco ese sonido. Tengo que aferrarme con fuerza al borde por miedo a perder el equilibrio, mis piernas estan algo temblorosas.

No quiero girarme. No puedo girarme.

—No es muy inteligente acechar en sigilo a alguien que se encuentra a unos centímetros de poder caer.

Escucho como inspira de golpe cuando escucha mi voz. De todas maneras, no hace caso a mi comentario como ya me imaginaba.

—Hay unas siete sillas. No me gustaría presenciar una muerte hoy y si caes quedará en mi conciencia por el resto de mi vida—parece realmente preocupada pero su voz sigue transmitiendo calma. Me transmite calma.

—Que pena.

Agradezco estar de espaldas porque sería vergonzoso que viera la sonrisa estupida que estoy esbozando.

Contrólate, imbecil.

—Baja, por favor.

Hay algo en su voz, en la forma en la que me pide que haga lo que quiere, que hace que le haga caso. Creo que haría cualquier cosa que me pidiera si me lo dice así.

Deslizo lentamente las piernas al otro lado pero intento no posar mi mirada en ella todavía. Me cuesta no hacerlo.

Hay una especie de conexión entre los dos que me pide, me implora que la mire. Quiza es algo que solo siento yo y no ella.

Bajo de un salto y quedo frente a ella, demasiado cerca para mi propio bien.

—Gracias.

No puedo resistirme, levanto la mirada.

Aunque sabia a quién me iba a encontrar, mi pecho se contrae igualmente. Mis ojos la reconocen al instante.

Eira Haven.

Mis ojos se toman su tiempo en observarla. Empiezo por su cara, quedandome con cada rasgo que ya conozco de ella.

Su rostro es fino y tiene los rasgos de la cara delicados. Sus ojos son verdes y absolutamente expresivos. La nariz, fina y respingona, se arruga cada vez que algo la desconcierta como ahora. Sus labios son carnosos y tienen un color natural peculiar, como si siempre estuviera llevando pintalabios, aunque sé que no lo hace.

Somos historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora