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—¿Quieres algo de comer?

La tripa me ruge al mismo tiempo que Alec hace la pregunta. Él alza una ceja con una sonrisa divertida y yo no puedo evitar sonreír de vuelta.

—Me tomaré eso como un sí.

—Nos hemos saltado la hora de comer y mi tripa lo siente.

Él deja nuestras chaquetas en el sillón junto al sofá y camina hasta la cocina mientras yo le sigo como su perrito faldero.

—¿Quieres algo en concreto?—pregunta mientras abre el frigorífico. Miro por encima de su hombro.

—¿No tienes comida basura?—pregunto sorprendida.

Le empujo a un lado y él suelta un pequeño quejido. Entrecierro los ojos para analizar su nevera y después me giro sorprendida.

—¿No tienes nada de comida basura?—repito la pregunta.

Él se encoge de hombros.

—Me suelo cuidar.

Ahora entiendo cómo es posible que sea todo músculos, sin un gramo de grasa en su cuerpo.

—A mí me apetece una pizza—hago un pequeño puchero, intentando usar mi mejor arma para convencerle.

—No debería haberte preguntado.

—Por favor.

Suelta un pequeño suspiro.

—Supongo que podríamos pedir una...

Esbozo una sonrisa victoriosa cuando veo que saca el móvil.

—Gracias.

Él no me responde teclea algo en su teléfono antes de llevarlo a su oreja. Me mira con una interrogación clara en su mirada.

—Me gusta la de jamón y queso.

Él pone los ojos en blanco.

—Típico.

Me cruzo de brazos, ofendida.

—Uy, perdona. ¿Qué le gusta a la gente tan original y singular como tú?

Él sonríe divertido y no llega a contestarme porque le responden al otro lado de la línea. Dejo que haga el pedido mientras me dirijo a tumbarme en el sofá. Me siento en una esquina, como la última vez que estuve aquí, pero esta vez estiro mis piernas hasta ocupar el espacio entero.

Suelto un suspiro de alivio cuando mis músculos agradecen el descanso.

Alec vuelve al salón con el móvil en la mano y antes de que me dé tiempo a sentarme para dejarle espacio, levanta mis piernas con un solo brazo, las hace a un lado para poder sentarse y las deja caer en su regazo.

—¿Estás cómodo así?—pregunto en un murmuro.

—Sí.

—Genial, porque no pensaba moverme.

Él se inclina para coger el mando y se me eriza la piel cuando sus dedos rozan mi cintura.

—¿Quieres ver algo en especial?—pregunta, encendiendo la televisión.

—Espero que no hayas seguido viendo Prison Break sin mí.

—¿Y si lo hubiera hecho?—pregunta mientras escribe el nombre de la serie en el buscador.

Intento pensar en alguna amenaza pero estoy demasiado cansada.

—Mi cerebro no es capaz de procesar ninguna respuesta ágil ahora mismo.

Somos historiaWhere stories live. Discover now