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—¿Emma?

Sus sollozos aumentan el volumen cuando escucha mi voz. Me incorporo al instante, preocupada por lo que pueda pasar.

—Emma me estas preocupando. ¿Qué sucede?

Sorbe con la nariz un par de veces y su voz se corta al final de la frase.

—Es Aideen.

Esta vez sí que entro en pánico. Me levanto de inmediato de la cama preparada para lo que sea.

—¿Qué pasa con ella? ¿Está bien? ¿Ha sucedido algo?

—Estamos en el hospital—para el momento en el que termina la frase yo ya me encuentro agarrando la primera ropa que encuentro —Sus pulmones han colapsado y han tenido que llevarla rápidamente a urgencias. Está en la UCI.

Termino de vestirme en menos de dos minutos.

—¿Sabes algo?

—Todavía no, acabamos de llegar—su voz se rompe—Tengo mucho miedo, Eira.

Me ato las zapatillas en un rápido nudo y salgo de mi habitación cerrando la puerta suavemente.

—Todo va a ir bien, Emma. Estoy segura. Estoy de camino, te llamaré cuando llegue.

—Vale, estaré aquí esperando.

Cuelgo la llamada y me guardo el móvil en el bolsillo trasero. Ando con los pies en punta por el pasillo para evitar hacer algún ruido sospechoso. La habitación de mis padres tiene la puerta cerrada y no se escucha un solo ruido al otro lado de la puerta. Aunque eso no demuestra nada, pueden estar despiertos sin estar hablando como hacen la mayoría de veces.

La habitación de mi abuela tiene la puerta abierta pero está vacía, todavía no ha llegado a casa. Entro en silencio, sin encender la luz para intentar hacer el menos ruido posible. Alcanzo la mesilla de noche y con mis manos tanteo con suavidad el mueble hasta dar con el primer cajón.

Lo abro con suavidad y rebusco hasta que mis dedos alcanzan por fin lo que estaba buscando. Las llaves del coche de mi abuela.

Es una mala idea.

Lo se mejor que nadie.

Punto número uno: no tienes el carnet de conducir.

Eso es un pequeño contratiempo sin importancia.

Punto número dos: no sabes conducir.

A veeeeeer, técnicamente mi abuela me enseñó conducir hace dos años. Pero dejó de intentarlo cuando por poco estrello su coche contra una señal de tráfico.

Punto número tres: tus padres te matarían si te llegaran a pillar.

En este punto, ya no me importa lo que mis padres me hagan. Ahora mismo solo tengo una prioridad y se llama Aideen.

Vuelvo a cerrar el cajón en un golpe seco y salgo de la habitación con el mismo sigilo que he entrado. Si me han escuchado salir no dan señales de ello.

Salgo de la casa por la puerta trasera donde mi abuela tiene el coche aparcado. Es una calle vacía que no da a la habitación de mis padres por lo que me será más fácil sacar el coche.

Entro con rapidez, sin pensar en un segundo en las consecuencias que esto traerá. Meto las llaves y enciendo el motor antes de inspirar con brusquedad.

Veo botones, muchos botones. Tantos que me siento abrumada por unos momentos y necesito frotarme los ojos para asimilar lo que estoy a punto de hacer.

Por suerte es un coche automático y no necesito controlar las marcha. Arranco el coche y después de maniobrar con el volante durante cinco minutos consigo establecerme en la carretera.

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