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—¿Quieres dejar la carrera de derecho, una que te da estabilidad y seguridad, por una que te va a llevar a vivir debajo de un puente?

*20 minutos antes*

Mi mano tiembla cuando giro la llave abriendo la cerradura de mi casa. Todavía no es muy tarde pero ya ha anochecido del todo y la calle se encuentra completamente vacía.

Las luces de mi casa se encuentran encendidas. Cualquier excusa que me hubiera ayudado a salir de este embrollo desaparece. Entro a mi casa con todo mi cuerpo temblando, y no es a causa del frío.

—Hola.

Siempre saludo cuando entro en casa, aunque nunca reciba un saludo en respuesta.

Dejo mi abrigo en el colgador de la entrada y camino a la sala en vez de subir directamente a mi habitación, como tantas ganas tengo de hacer.

Mis padres están sentados en el sofá, cada uno en una esquina con la mirada atenta a sus móviles. Carraspeo cuando entro en la habitación intentando llamar su atención. Ninguno levanta la mirada.

—Hola, mamá. Me alegro de verte.

Ella levanta la mirada por primera vez y parece sorprendida cuando me ve parada delante suyo.

—No te he escuchado llegar.

Me acomodo mi pelo intentando mantener mis manos ocupadas en algo.

—Lo sé, no importa. Quería hablar con vosotros de algo.

Ella chasquea con la lengua mientras dirige la mirada de vuelta a su teléfono.

—¿Tiene que ser ahora? Estoy ocupada contestando a unos mensajes.

Creo que una gota de sudor cae por mi frente.

—No va a tomar mucho tiempo, solo quería comentaros algo.

Ella suelta un suspiro cansado pero apaga la pantalla del móvil y lo deja en su regazo. Mi padre imita su gesto, fijando su mirada en mí también.

Me siento en el sofa contiguo dejando caer mis manos en mi regazo y dejando que jueguen entre ellas.

—¿Esta la abuela en casa? Me gustaría que escuchara lo que quiero decir.

Y me vendría genial algo de apoyo en esta conversación.

—Está ya en la cama.

Estoy tentada a esbozar una sonrisa divertida. Apenas son las diez de la noche, dudo mucho que ella haya ido a dormir tan pronto. Habra salido a hacer quien sabe qué.

—Bien, no importa.

Mi madre suelta un suspiro cansado.

—No tenemos todo el día, di lo que tengas que decir.

Esta vez soy yo la que suelta un suspiro cansado. Me acomodo en mi sitio y giro mis rodillas de manera que se encuentren mirando en dirección a ellos.

—Hace algo que llevo un tiempo queriendo comentaros pero que no había tenido agallas para hacerlo hasta ahora. Antes de todo, quiero que escuchéis todo lo que tengo que decir antes de decir nada.

Ninguno reacciona o parece preocupado por mis palabras. Mi padre dirige un momento la mirada a su reloj y es ese gesto el que me impulsa a soltarlo todo de golpe.

Mejor arrancar la tirita de golpe.

—No quiero seguir estudiando derecho.

Esta vez sí que tengo toda su atención. Ambos dejan el móvil en el sofá de manera sincronizada. Mi madre se cruza de brazos mirándome fijamente, su ceño cada vez más fruncido.

Somos historiaWhere stories live. Discover now