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Escucho murmullos y risas de fondo. Intento abrir los ojos pero mis párpados pesan y me cuesta desperezarme. Una voz se cuela por mis oídos sobresaltándome.

—Señorita Haven.

Alguien golpea mi hombro levemente y me echo hacia atrás chocando con algo duro. Me froto los ojos tratando de ver a través de la neblina.

—Señorita Haven.

Vuelven a decir mi nombre y dejo escapar un pequeño gruñido que da paso a varias risas.

—Señorita Haven.

—¿Qué?

Consigo por fin abrir los ojos y doy de frente con unos ojos que me miran fijamente. Doy un brinco en mi sitio cuando veo que el profesor de mi clase se encuentra a dos palmos de mi cara.

—¡Ay!—mi cadera golpea una esquina de la mesa. Acaricio esa zona de mi cuerpo con una pequeña mueca mientras el profesor, el cual no me sé el nombre, chasquea con la lengua.

—Si tan aburrida le parece mi clase como para llegar tarde y dormirse en ella, tiene la opción de marcharse.

Ojalá.

No hay nada que me apetezca más que irme de aquí. Pero no puedo. Mis padres podrían enterarse de que estoy faltando a clase y me crucificarían.

—Lo siento, no he dormido bien esta noche.

—Puedo verlo. De todas maneras, es una falta de respeto quedarse dormida. Espero que pueda aguantar el sueño y dormir mejor para la próxima.

—Sí, lo haré.

Él me mira a través de sus ojos a la espera de alguna otra reacción pero solo recibe mi desinterés. Que no recuerde su nombre demuestra lo mucho que presto atención a la clase.

Cuando ve que no va a recibir ninguna respuesta más por mi parte vuelve a su sitio para proseguir con la clase. Para su desgracia, y mi suerte, solo obtiene 5 minutos más antes de que suene el timbre anunciando el fin de la clase. La última del día para mí.

No me apresuro en salir, al contrario que algunos compañeros. A mí autobús de vuelta todavía le quedan 15 minutos para aparecer.

Espero a que Ivy se una a mi a la salida de clase. Lo hace al de pocos minutos con una sonrisa de oreja a oreja, demasiado entusiasta para acabar de salir de esta mierda de clase. Claro que a ella le gusta lo que estudia, por lo que no pensará igual que yo.

—No me puedo creer que de verdad te quedarás dormida en clase.

—Yo sí.

Ivy suelta una ligera risa. Mira su reloj y exhala resignada.

—Voy a llegar tarde.

—¿A dónde?

—Mis padres han organizado una comida con unos amigos de la infancia que no veían desde hace años.

Miro mi reloj también.

—¿No puedes coger el autobús?

—Llega en media hora y no tengo dinero para pedir un taxi.

Me encantaría prestarle dinero, pero yo tampoco tengo. De hecho, tengo que estar en el restaurante en media hora para empezar mi segundo turno.

—Lo siento, no tengo dinero.

—Tranquila—suspira—esperaré al bus.

Salimos de la universidad junto a varios estudiantes que también terminan el día. Tengo la suerte de coincidir con Ivy en casi todas las clases y tener prácticamente los mismos horarios. De otra manera, no hubiera sabido qué hacer.

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