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Alec me besa con ganas, como si él también hubiera estado conteniéndose por mucho tiempo. Doy un paso atrás por la impresión y mi espalda choca contra la pared. Su mano se posa al lado de mi cabeza y se acerca más a mí, pegando su pecho al mío.

Le devuelvo el beso con la misma intensidad y pongo mis manos en sus hombros para no perder el equilibrio. Su mano baja hasta posarse en la parte baja de mi espalda y acercarme más a él, si es posible.

Enredo mi mano en su pelo y suelto un jadeo involuntario cuando baja más la mano hasta apretar mi culo. Aprovecha para acariciar con la lengua mi labio inferior y después darle un pequeño mordisco.

Es él quien lleva el ritmo del beso y baja la otra mano para levantarme del suelo justo por debajo del trasero. Rodeo su cuello con mis brazos involuntariamente y envuelvo su cintura con mis piernas.

Alec aprovecha esta posición para acariciarme los muslos y yo separo nuestras bocas en busca de aire. Se me queda mirando un momento. Tiene los labios hinchados y sus ojos me recorren de arriba a abajo.

Esta vez soy yo la que se inclina y junta nuestros labios en un beso más suave. Acaricio su mandíbula con mi mano y giro levemente la cabeza para darle más profundidad al beso.

Alec se cansa pronto de que lleve yo el ritmo y camina hasta tirarnos a los dos en la cama, con su cuerpo encima del mío y sus caderas presionando las mías. Una de sus manos se enreda en mi pelo y cuando me alejo para respirar, baja sus besos a mi mandíbula.

Se me escapa otro jadeo cuando sus labios bajan a mi cuello y araño su espalda con mis uñas. Alec levanta la cabeza y besa la comisura de mi labio antes de apoyar su frente con la mía.

—Vamos a ir un poco más despacio, ¿vale?

Me cuesta asimilar lo que está diciendo cuando siento su mano acariciar mis caderas.

—Vale —concuerdo con él, aunque ahora mismo solo quiera arrancar esa toalla de su cintura, que milagrosamente, sigue en su sitio.

Alec deja un casto beso en mis labios enrojecidos y se levanta para abrir su armario y coger una camiseta junto a unos pantalones cortos. Se mete en la cama y antes de que pueda alejarme para dejarle más espacio, su brazo envuelve mi cintura y tira de mí.

Mi cabeza descansa en su pecho, mi brazo rodea su cintura y nuestras piernas se entrelazan entre ellas.

—¿Estás cómoda?

—Sí —susurro —¿Tú?

—Mejor que nunca.

Las mariposas empiezan a volar descontroladamente en mi estómago cuando él se inclina y besa mi frente.

—Buenas noches, acechadora.

—Buenas noches, Alec.

***

Me despierto antes de que suene la alarma y mis ojos distinguen un cuerpo junto al mío. Mis labios se curvan un poco al recordar la noche de ayer y levanto la mano para acariciar el ceño fruncido de Alec, que no desaparece ni cuando duerme.

Delineo con mi dedo los rasgos de su cara y sus ojos se entreabren cuando llevo un par de minutos. Aparto la mano de inmediato.

—Perdón, no quería despertarte.

Él vuelve a cerrar los ojos.

—No, si era agradable.

Vuelvo a sonreír y me giro para volver a mirar la hora.

—Probablemente deberíamos levantarnos si queremos llegar a la hora a clase.

Él gruñe algo en voz baja y se da la vuelta para seguir durmiendo. Me levanto negando con la cabeza y abro las persianas para que entre luz en la habitación. Escucho una queja murmurada en un gruñido por su parte que decido ignorar.

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