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Me despierto sudando y con las sábanas amontonadas encima de mí. Ruedo un poco en la cama y abro los ojos de golpe cuando choco contra un duro pecho. Escucho un pequeño gruñido y me apresuro para alejarme.

—Mierda, perdón.

Él no dice nada, pero se gira para esconder su cara en la almohada y seguir durmiendo. Miro el reloj y veo que ya es hora para que me levante. Me deslizo hasta sentarme en la esquina de la cama y me froto los ojos con suavidad.

—Me ha escrito Paul —digo en un pequeño suspiro, mirando mi teléfono. —Necesita que entre a trabajar hoy antes para reemplazar a un camarero que no se puede movilizar por la nieve.

Alec responde algo en un gruñido, pero apenas se entiende lo que dice.

—Vocaliza.

Él vuelve a girarse hasta quedar de lado y entreabre los ojos para observarme.

—¿Quieres que te lleve?

Esbozo una pequeña sonrisa y niego con la cabeza.

—No hace falta, voy a quedar con mi abuela primero.

En otra situación quizás hubiera insistido, pero esta vez se limita a cerrar los ojos y seguir durmiendo.

—Me has robado todas las sábanas —dice de manera acusadora, sin molestarse en abrir los ojos.

Efectivamente, todas las sábanas se encuentran en mi zona de la cama mientras que Alec no se ha quedado con ninguna.

—Perdón —levanto la sábana y cubro su cuerpo con ella. Él se acomoda mejor y salgo de la habitación,
cerrando la puerta detrás de mi delicadamente.

Preparo café y me sirvo una taza, dejando lo que queda para Alec. Me visto en el baño con la ropa que llevo usando los últimos días, y que por suerte Alec me dejó limpiar ayer.

Mi abuela me traerá una bolsa hoy con más ropa que poder usar estos días y el uniforme del trabajo. Como no tengo mucho tiempo de sobra, me hago una trenza rápida y me lavo los dientes antes de salir.

Agarro mi chaqueta y una bufanda y cierro la puerta de la casa con cuidado. El tiempo ha mejorado un poco. Las carreteras ya no están congeladas y solo se encuentran húmedas, que sigue siendo peligroso, y ha dejado de nevar. Aún así la acera está cubierta de nieve y la temperatura sigue siendo igual de baja.

Voy a pie hasta la cafetería cerca de donde he quedado con mi abuela, cerca de la casa de Alec. No hay mucha gente en la calle y el tiempo tampoco ayuda con eso.

Abro la puerta de la cafetería y una ráfaga de viento se cuela conmigo, haciendo que el gorro del camarero detrás de la barra salga volando. Esbozo una pequeña sonrisa viendo como corre con agitación a recogerlo.

Recorro el local con la mirada y veo una mano en alto saludándome desde una mesa. Me acerco con lentitud y me deslizo en el asiento libre frente a mi abuela.

—Hola, cariño — saluda ella con una sonrisa. Me inclino para que bese mi mejilla y pongo una mueca cuando limpia con la manga de su camiseta la marca de pintalabios que ha dejado.

—Hola, abuela. ¿Qué tal todo?

—Depende a que te refieres. ¿En casa? Peor que nunca.

Mi sonrisa decae un poco y ella lo nota.

—Pero es solo porque no estás tú. Deberías volver.

Suelto un pequeño suspiro.

—Abuela... ya te lo he contado. Mamá me echó de casa, me dijo que no volviera.

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