25

303 39 9
                                    


El trayecto a casa de los padres de Alec me pareció mucho más largo que las dos horas que él indicó que eran. Él conduce todo el viaje conmigo a su lado y mi abuela durmiendo en el asiento de atrás. Como ambos nos imaginábamos, mi abuela no tuvo ninguna pega cuando le dije mi plan para estas navidades. Lo que es peor, está más entusiasmada que nadie mientras que yo no puedo parar de mover las piernas por la anticipación.

—¿Estás nerviosa? —hace la obvia pregunta Alec. Mi abuela se ofreció a conducir y que las dos fuéramos en su coche, pero él rechazó al instante la propuesta diciendo que nos llevaría.

—¿Tú qué crees? —me dedica una sonrisa de lado. Aleja su mano derecha del volante un momento para apretar mi rodilla en señal de apoyo antes de volver a centrar su atención en la carretera.

—Llegamos en menos de cinco minutos. No tienes nada por lo que estar nerviosa, en serio. Mi familia puede ser bastante normal cuando quieren.

—¿Prometes no separarte de mí en todo el día?

Él ríe despreocupadamente.

—También tienes a tu abuela.

—Mi abuela va a dar un paso en la casa y en el siguiente parpadeo ya va a ser amiga de todo el mundo. Yo no tengo esa habilidad, Alec.

Él no deja de sonreír, lo que es sorprendente, y empieza a ralentizar el coche para entrar en un sendero a nuestra derecha. Estamos cerca.

—Conmigo sí que la tuviste —señala.

—Es diferente. Contigo sentía una especie de conexión desde el principio. Era fácil hablar contigo.

Él aparta la mirada rápidamente pero puedo ver cómo empieza a ponerse levemente colorado.

—No me separaré de ti —concluye.

—¿Me lo prometes?

Alec no parece sorprendido cuando estiro mi dedo meñique para entrelazarlo con el suyo. Es más, no pone ninguna pega y sin despegar la mirada de la carretera enreda nuestros dedos.

Me encuentro un poco más relajada cuando Alec entra en la finca de su casa y aparca el coche junto a otros dos en la entrada. Mi abuela empieza a desperezarse cuando hemos llegado y Alec sale del coche para abrirle la puerta. Ella sonríe ante el gesto.

—¿Preparada? —me pregunta él directamente a mí. Asiento con la cabeza incapaz de decir una palabra.

La casa era enorme. Tenía dos plantas y un par de escalones en la entrada que accedían a una baranda donde había una puerta de color azul.

Sacamos las maletas del coche y él nos guía por el pequeño camino accesible donde alguien ha hecho paso entre la nieve. Antes de que podamos abrir la puerta alguien lo hace por nosotros.

—¡No me puedo creer que estéis realmente aquí! —Liv sale del porche con una sonrisa de oreja a oreja y antes de que me dé tiempo a saludarla me envuelve entre sus brazos, sacudiéndome un poco por la fuerza.

—Yo también me alegro de verte —contesto entre risas. Cuando afloja un poco su agarre, Alec me separa de ella.

—Déjala que respire, Liv —ella ignora a su hermano y se acerca a mi abuela para presentarse.

—Me alegro mucho de que hayáis podido venir. Mi mamá lleva pensando como loca toda la semana lo qué va a cocinar.

—Eira y yo no somos muy exigentes —la tranquiliza mi abuela.

—Se alegrará de escuchar eso. Aquí estamos acostumbrados a comer macarrones en las comidas navideñas. Es un poco raro.

—Me encantan los macarrones —aclara mi abuela, sonriente.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 05 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Somos historiaWhere stories live. Discover now