37| Calvicie entre rejas

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—¡Sáquenme de aquí! —lloriqueó Draco Malfoy mientras abrazaba los barrotes de la celda—. Esto es demasiado, llevo años aquí.

Narcissa lo miró con decepción, como si no creyera del todo que su hijo era un adulto de cuarenta años y no un niño de diez. Era increíble.

—Draco, llevas aquí quince minutos —le notificó en un tono monótono.

—¡No importa! ¡Mi padre se en...! ¡Olvídenlo!

Por fortuna, Draco no tuvo que escuchar a su madre comentar sobre su expresión porque los barrotes de la celda chirrearon al abrirse. El policía metió a Hermione en la celda tras haber realizado su derecho a una llamada. Al conocer las leyes del mundo muggle mejor que sus dos acompañantes—dos magos sangre pura—, Hermione se ofreció de voluntaria para llamar a Harry. Él era el único que, no solo sabría manejar el proceso, sino que sería lo suficientemente discreto. Pagaría la fianza y se aseguraría de explicarle al policía por qué los tres cargaban con «palitos de billar en miniatura».

—Rubia, baja las revoluciones. No quieres hacer enojar al jefe —habló un tipo lleno de tatuajes señalando a un hombre anciano con poco cabello, pero corpulento.

El rubio tragó en seco cuando lo vio pararse y se dio cuenta que le llevaba al menos una cabeza. Ese tipo lo aplastaría en menos de dos segundos. Demonios, ¿cómo había llegado a ello? ¿Y qué le había pasado a su cabello? Apenas le cubría unos pedazos de la cabeza. Lo poco que le quedaba pegado a la cabeza estaba seco como paja y con las puntas quebradas, lucía como si estuviera a minutos de desprenderse.

—¿E-Ese es el jefe? —preguntó tratando de no tartamudear, aunque fue un completo fracaso.

—Serás rubia —murmuró el de los tatuajes, dándole un golpe en la parte trasera de su cabeza—. Ese es el jefe —señaló a un enano que no le llegaba ni a la cintura.

Draco soltó una carcajada, liberando su nerviosismo y «el jefe» le dio una patada en la espinilla, provocando que se retorciera de dolor.

—Escúchame bien, rubia de farmacia, aquí yo soy el que mando y tú obedeces —dijo dándole un puñetazo en la barriga y se alejó de vuelta a su lugar.

El Malfoy se irguió, recuperándose del ataque del enano.

—Malditos muggles —murmuró Draco alzando su camisa y dejando ver su, aún trabajado, torso.

Hermione abrió la boca con sorpresa. Narcissa casi se carcajeó el ver la cara de la castaña.

—Querida, cierra la boca que se te meten las moscas —le dijo con una sonrisa.

Hermione la miró con el ceño fruncido. Quién diría que Narcissa Malfoy, antes Black, sería de esa manera. Siempre se le veía con ese semblante serio y la típica mueca de asco que caracterizaba a los Malfoy. Siempre miraba a las personas con ese deje de superioridad. Nadie se hubiese imaginado que detrás de todo eso se encontraba esa mujer divertida y buena que se sacrificaba por su familia.

La hija de Draco Malfoy y Hermione Granger. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora