62| Lejos de casa

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SCORPIUS MALFOY NO SABÍA CUÁNTO TIEMPO LLEVABA EN ESE LUGAR

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SCORPIUS MALFOY NO SABÍA CUÁNTO TIEMPO LLEVABA EN ESE LUGAR. Honestamente no podía recordar cómo había llegado a esa situación en realidad. Un segundo estaba en un pasillo de Hogwarts, encontrándose con una persona, pensando que era Agatha, solo para despertar en una habitación oscura, demacrada, con madera podrida y un centenar de sobres, algunos manchados de sangre, esparcidos por el suelo.

Reconocía el olor a humedad y hongo; producto de la constante lluvia que golpeteaba las paredes y el techo ocasionalmente. Sin embargo, llevaba un tiempo sin escuchar la lluvia. Suponía que el invierno había llegado. La temperatura había estado más gélida de lo usual, congelándole los dedos y entumeciéndole las extremidades. Estaba seguro de que perdería algunos dedos si se extendía el tiempo de su secuestro sin alguna fuente de calor más fuerte.

Estaba aterrado. Emocionalmente devastado también. El encierro, la impotencia e incertidumbre lo carcomían vivo. No podía evitar pensar que hasta ahí llegaría su corta vida, que no pasaría de ese terrible suceso y que solo encontrarían su cuerpo. Constantemente pensaba que su familia jamás lo encontraría y no le extrañaba si fuera así, sabía que estaban pasando cosas más impactantes en el exterior.

La persona que lo secuestró no paraba de hablar de Agatha y de su familia. Parloteaba sobre los Malfoy y también sobre los Potter y Weasley. Expresaba su odio a menudo con cada palabra expulsada de unos labios bañados en veneno; sonaba como alguien insano y poco cuerdo. Su vida estaba a manos de alguien que había perdido la cabeza. De eso estaba completamente seguro.

Scorpius no solo pasaba frío, sino que también hambre. Estaba largas horas sin probar bocado alguno. Con suerte lo alimentaban una vez al día un poco de pan duro y agua. Lo trataban peor que a un prisionero de Azkaban.

Lo único que impedía que Scorpius Malfoy perdiera completamente la cabeza era la esperanza. Quizá podría traerle miseria, pero era lo que lo mantenía con vida. Esperanza de que lo encontrarían o de que alcanzaría a escapar.

Sus opciones estaban muy limitadas para un escape. La habitación estaba completamente cerrada y resguardada con complejos hechizos. No tenía una varita y no había aprendido a realizar magia sin varita. Apenas estaba en su quinto año, ¿cómo debería saber al respecto? Ni siquiera estaban adentrándose en la magia no-verbal en la clase de DCAO. Tampoco tenía armas que pudiera fabricar. No había nada punzante a su alrededor que pudiera utilizar para atacar a su secuestrador.

Sabía que había un abrecartas en alguno de los cajones del escritorio, pero no había alcanzado a abrirlo. Estaba completamente cerrado y la última vez que lo sorprendieron rebuscando en los alrededores, estuvo atado a una silla con ásperas cuerdas clavándosele en las muñecas. Todavía tenía las marcas de los moretones violáceos en la piel nívea.

Estaba acostumbrándose al dolor físico. Dormía en un colchón tan fino en el suelo que podría compararse con una tabla dura e incómoda, el frío se sentía como si un centenar de dagas rozaran su piel y el hambre que nunca se iba era como tener un constante ardor que no podía apagar; a veces contrayéndose con tal fuerza que tenía que enroscarse en un ovillo para evitar llorar.

La hija de Draco Malfoy y Hermione Granger. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora