39| Discusiones de medianoche

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          LA ENFERMERÍA ESTABA OSCURA, pero los plateados rayos de la luna se colaban por las cortinas entreabiertas, permitiendo que algunas partes se iluminaran

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LA ENFERMERÍA ESTABA OSCURA, pero los plateados rayos de la luna se colaban por las cortinas entreabiertas, permitiendo que algunas partes se iluminaran. En una de las numerosas camillas estaba Agatha, aún sedada, sumida en su profundo estado de inconsciencia donde nada le afectaba. Su cabello rubio resaltaba por la claridad, proveniente de la luna, al igual que su pálida piel. Sus labios no tenían su característico color rosado y sus mejillas tampoco.

Toda ella parecía sacada de un cuento de hadas en ese momento; pálida, hermosa, y sumida en un sueño inducido.

James Sirius se acercó a la camilla con las manos en los bolsillos, sin dejar de observarla. Su cabello estaba revolcado y sus ojos se veían cansados, se notaba a simple vista por las ojeras que empezaban a notarse en su rostro. No había pegado ojo en casi veinticuatro horas, pero no le molestó. Tenía un compromiso más grande del cual encargarse.

Agatha se removió en la cama, quejándose. Abrió los ojos y parpadeó varias veces antes de volver a cerrarlos, todavía sin acostumbrarse a la oscuridad. Tragó, sintiendo una incomodidad en su garganta, la cual le quemó con ese pequeño acto. Le dolía como si hubiese gritado con todas sus fuerzas y su abdomen dolía como si hubiese hecho un montón de ejercicio, cosas que, claramente, no hizo.

Suspiró y miró a su alrededor para encontrarse con la penetrante mirada de James, quien estaba de pie a unos metros de la camilla.

— Me desgasto —le dijo en un susurro ronco. Inmediatamente se arrepintió de haber hablado porque odió la forma en la que sonó.

James negó con la cabeza, ligeramente aliviado de que volviera a ser ella, y cogió un frasco que había en una mesita cercana a ellos. Lo destapó, tendiéndoselo a Agatha quien lo cogió desconfiada. No sabía qué podría estarle ofreciendo en ese frasco.

— Pomfrey me dijo que la tomaras tan pronto despertaras —explicó—. Por favor, no hagas que me gane un golpe de Pomfrey.

La rubia asintió aun estando desconfiada, pero tampoco quería ganarse un golpe de Madame. Sabía que la señora era capaz de eso y más.

Así que se aseguró de tomar el contenido del frasco de un sorbo e hizo una mueca de asco al sentir el asqueroso sabor de la poción. Tosió levemente y contrajo su rostro al sentir las secuelas del dolor en su abdomen. La poción alivió un poco el dolor y el ardor de su garganta, dejando solo una pequeña incomodidad. Le tendió el frasco vacío a James y este lo colocó en la mesita.

Ambos se quedaron en silencio por un minuto aumentando la tensión en el ambiente. Era un poco extraño estar solos sin discutir o molestarse. Simplemente estaban callados, esperando a que viniera la conversación que los impulsaría a ese lado que tanto detestaban. La realidad era que ninguno de ellos quería pelear, no en ese momento. Solo... estaban exhaustos.

La hija de Draco Malfoy y Hermione Granger. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora