10| Las alianzas de una princesa

50.8K 2.7K 2.2K
                                    

          —LAMENTO LA TARDANZA —se disculpó la mujer de cabello castaño y algunos mechones de colores llamativos, mientras se ponía de pie y sacudía su túnica para limpiarla de cualquier partícula de polvo que se le hubiera adherido durante el via...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

          —LAMENTO LA TARDANZA —se disculpó la mujer de cabello castaño y algunos mechones de colores llamativos, mientras se ponía de pie y sacudía su túnica para limpiarla de cualquier partícula de polvo que se le hubiera adherido durante el viaje vía Red Flu—. No vas a creer la historia de locos que me acaba de suceder —comenzó a parlotear todavía sin mirarlas.

—Señorita Welsh...

—¡Ha sido una locura! Estaba viniendo cuando me ofrecieron un Augurey. Obviamente les dije que no podía tener un Augurey estando en Hogwarts. Además de que he decidido ser una joven adulta responsable y pese a mi alto conocimiento en criaturas mágicas, no podía aceptarlo...—continuó diciendo.

Sus mechones de colores llamativos cambiaban de color según hablaba. La emoción se podía palpar desde kilómetros de distancia y también era visible en su cabello. Mechones cada vez más brillantes y llamativos.

—Señorita Welsh —el tono que empleó McGonagall fue firme y severo, denotando que la estaba regañando.

—...pero era un Augurey tan pequeñito y bonito. —Abrió su bolso y reveló el pequeño animal.

McGonagall profirió un grito y se llevó una mano a su pecho. El pájaro no tenía ni pizca de bonito a decir verdad. Su aspecto era semejante al de un buitre desnutrido, su plumaje negro verdoso, y lucía apesadumbrado.

—¡Dakota! —exclamó.

La mujer metamorfomaga pareció captar que no se encontraba sola con la directora, sino que frente al escritorio estaba una joven de cabellos rubios mirándola con una expresión asombrada.

—Mierda —susurró, un ligero rubor cubriendo sus mejillas—. ¿Llegué muy tarde?

—¡Dakota Zoe! Son más de las diez de la noche —reprendió—. Se suponía que llegarías para la hora de la cena —añadió.

—Lo siento, madrina. No volverá a ocurrir —se disculpó.

—Y sobre el Augurey —comenzó a decir McGonagall—, tendrás que devolverlo.

—P-Pero míralo bien, madrina. Ya lo he nombrado y todo —se quejó la joven mujer llamada Dakota mientras acariciaba el pájaro—. Se llama...Perro.

Agatha mordió su lengua para evitar soltar una estruendosa carcajada. Estaba asombrada por el hecho de que Minerva McGonagall fuera la madrina de una joven tan parlanchina como Dakota y porque esta era metamorfomaga. Había leído sobre ellos, pero jamás había tenido la oportunidad de conocer alguno y presenciar con sus propios ojos su poder.

—No puedes tener un ave llamado Perro, Dakota.

—Sí puedo. Ya lo hago —se defendió y observó a la chica—. ¿Verdad que sí puedo?

La rubia asintió varias veces solo por la diversión de ver a la directora suspirar con exasperación. McGonagall apretaba sus labios en una fina línea y mantenía sus puños bien apretados.

La hija de Draco Malfoy y Hermione Granger. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora