52| Sangre en el agua

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CON EL GRITO DE AGATHA, LAS PERSONAS no tardaron en llegar, rodeándola mientras la veían intentar de limpiarse los brazos, tratando de eliminar cualquier rastro de sangre sin saber que solo lo empeoraba

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CON EL GRITO DE AGATHA, LAS PERSONAS no tardaron en llegar, rodeándola mientras la veían intentar de limpiarse los brazos, tratando de eliminar cualquier rastro de sangre sin saber que solo lo empeoraba. Era un acto de inercia, de instinto. No veía lo que hacía, de haberlo hecho hubiera sabido que estaba expandiendo la mancha escarlata por su ropa y sus manos.

Ya no caían gotas salteadas de sangre, sino que parecía unirse en un hilo rojizo que salpicaba al chocar con la superficie de concreto antes de llegar a la puerta.

En su visión, Agatha podía encontrar todo rojo. En su ropa, sus manos, la pared, las personas. Estaba asfixiándose con su pánico, con el terror de lo que había presenciado. ¿Cómo habían logrado colgar el cadáver sin que ella se diera cuenta? ¡Había estado a unos metros de distancia!

Sin embargo, no fue eso lo que más le aterró, sino el hecho de que el asesino había estado en la fiesta. Había estado entre ellos, merodeando y observándolos, de cerca. Había estado muy cerca.

—Agatha, mírame —pidió James, interponiéndose entre ella y los presentes, refugiándola.

—La conozco —susurró Agatha con la mirada perdida—. Esto fue por mí. Conozco a la chica.

James alzó la mirada, observando durante unos cortos segundos al cadáver. Tuvo que poner su cabeza en orden, empujando el miedo fuera de su mente para poder tomar acción. Buscó la mirada de su hermano y encontró la forma de poder tomar control de la situación.

—Albus, cierra la red flu y llama a papá. ¡Ahora! —gritó la orden para que el muchacho pudiera ponerse en marcha. Recorrió los rostros de los presentes antes de localizar su varita, soltando el primer hechizo de protección que recordó de la lista que su padre le había enseñado en caso de alguna emergencia—. ¡Nadie se mueve, ni abandona la casa!

La ansiedad y el terror creció en los presentes, la desesperación haciendo que quisieran correr lejos y desaparecer antes de que pudieran verse en medio de una investigación de asesinado, pero el hechizo protector que James había lanzado era fuerte y nadie lo conocía; solo un Potter podía alzarlo y un Potter hacerlo caer.

Solo pasaron unos minutos para que Harry y Ginny Potter hicieran su camino entre las personas para ver qué había sucedido. La expresión de ella se tornó horrorizada y tuvo que cubrirse la boca con su mano por la impresión que le causó ver el cadáver de una adolescente colgando de su casa. Harry, por su parte, trató de permanecer impasible, teniendo el control de la situación.

—Los aurores no tardarán en llegar —anunció Harry, mirando a las personas que los rodeaban—. A todos se les tomará el testimonio. Si no son mayores de edad, los aurores se comunicarán con sus padres para poder testificar.

—James. —Ginny colocó una mano en el hombro de su hijo—. Lleva a Agatha al interior de la casa y no la dejes sola.

Como si su madre tuviera que pedirle eso, pero obedeció en silencio de todas formas. Sostuvo la mano de Agatha en todo momento, incluso cuando ella lo apretó con tantas fuerzas que le clavó las uñas en el dorso sin darse cuenta. La condujo a la segunda planta donde las personas no estarían observándola todo el tiempo. Además de que lucía como si hubiera acabado de salir de una masacre, necesitaba limpiarla antes de que la sangre continuara recordándole el terrible suceso.

La hija de Draco Malfoy y Hermione Granger. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora