Capítulo tres

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Iba a llegar tarde.

Mis pequeñas piernas corrían todo lo que podían mientras que mis pulmones me exigían aire, se notaba de lejos que no solía hacer ejercicio y después me pasaba factura cuando me tocaba correr.

Bien, Cyra, te aplaudo.

Para mi suerte llegué antes de que cerraran las puertas y ya no dejaran pasar a nadie.

Para mi desgracia me choqué con uno de los estudiantes que tenía tanta prisa como yo y terminé cayendo al suelo.

Él ni se inmutó, no sé porqué razón pensaba que se disculparía y me tendería una mano para ayudarme a levantar el culo. Demasiado Wattpad.

—Maldición —gruñí, dándome cuenta que el timbre ya había sonado y yo estaba en el pasillo, sin haber entrado a la clase que me tocaba. Estaba tan concentrada en maldecir en voz baja y repasar mi desgracia mentalmente que ni de cuenta me di de que alguien estaba frente a mi con el semblante preocupado.

—¿Te encuentras bien?— su voz había sonado suave, ni seria ni indiferente—. Ese chico fue un estúpido, no pienses que todos somos así.

Me ofreció su mano para levantarme y yo la tomé un tanto apenada. Ahora pensaría que la estúpida era yo por haberle exigido ayer que me devolviera el bolígrafo.

—Por cierto, soy...

—Ya sé quién eres —lo interrumpí—, nos conocimos ayer, ¿recuerdas?

—¿Lo hicimos?—cuestionó arrugando su nariz—. Creo que mi memoria está fallando.

—Es lo más probable —reí sin gracia, si este chico me estaba tomando el pelo que no se equivocara conmigo que no era lo que aparentaba—, soy Cyra, a ver si te queda en la mente de una maldita vez.

Él sonrió con timidez mientras daba un ligero asentimiento de cabeza, como si esta vez lo hubiera guardado bien en su memoria y no se lo olvidaría por nada del mundo. Claro, esa era la impresión que daba, después ya podría pasar de todo...

—Y dime, Cyra, ¿vamos a entrar a clases o nos quedaremos aquí? —ladeó su cabeza, mirándome con curiosidad.

—Si entramos ahora nos van a regañar por llegar tarde —bufé caminando hasta las escaleras para poder sentarme allí, él me siguió con una sonrisa en los labios y se sentó a mi lado.

Apoyó sus brazos en sus rodillas, casi en un gesto desinteresado por buscar la comodidad y me miró, yo le devolví la mirada tratando de descifrarlo. Era tan patéticamente extraño, o más bien, su actitud conmigo era una ridícula. Una vez cortante, la otra divertido y ahora pacífico.

—No tienes que quedarte conmigo, Chris —murmuré, tratando de darle a entender que iba a tener una falta de asistencia a una clase por hacerme compañía.

—Ya lo sé —sonrió con dulzura—, pero quiero hacerlo. Me has parecido una chica muy interesante.

—Ayer no parecías decir lo mismo —bromeé, pero tampoco era todo mentira.

Él rió, entrelazando sus manos. Acto seguido se mordisqueó el labio inferior, como si quisiera buscar la forma de decirme algo.

¿Debería de preocuparme?

No lo sé. No lo creo.

Me intrigaba tanto yo a él.

—¿Podrías decir mi nombre completo, por favor? —pidió entrecerrando ligeramente sus ojos.

—Christen —murmuré un tanto extrañada.

—¡Ah, claro! Con razón el desinterés ayer —murmuró divertido—. No te preocupes, no voy a mostrar desinterés ni indiferencia, ni nada por el estilo.

—¿Ok? —fruncí el ceño confusa.

No estaba entendiendo nada. ¿Qué diablos está diciéndome? ¿A donde había ido a parar esta conversación?

Tras eses momentos que yo sentí extremadamente raros todo se tornó normal, él empezó a hablarme de su familia; tenía dos hermanos, uno mayor y otro menor, lo que lo convertía en el hermano mediano.

Yo le conté que era hija única, que por suerte mis padres no había querido engendrar a nadie más después de tenerme a mi.

También me habló de lo que le gustaría estudiar una vez terminado el bachiller, era el único en su familia que quería ir por ciencias, su hermano mayor ya tenía claro que sería de letras puras (lo que me hizo pensar que se había tomado un año sabático...) y su hermano menor quería hacer un ciclo superior.

La que no sabía que hacer con su futuro era yo, así que también se lo dije.

—Algo tienes que tener en mente, ¿no?

—No, honestamente no me veo trabajando de nada en específico —bufé, frustrada. Hablar de mi futuro siempre me ponía de muy mal humor—. No descarto psicología, soy buena escuchando y creo que también lo soy dando consejos... Pero bueno, ni siquiera soluciono mis mierdas así que, ¿por qué solucionaría las de alguien más?

—Hey, ¿y por qué no?—cuestionó poniendo una de sus manos en mi hombro—. Tú lo has dicho, eres buena escuchando y también dando consejos, tal vez no sea tan mala idea.

—¿Y si es una pésima idea?

—Para echarse atrás siempre hay tiempo —sonrió—. Puedes apostar por la psicología y si al final no te gusta te retiras de la carrera y ya, algo habrá que te guste.

Fruncí una vez más el ceño, esta vez al ver como se levantaba de las escaleras y acomodaba su mochila en su hombro.

—La segunda hora está a punto de empezar, a esta si que debemos de entrar —me guiñó un ojo—. Ten cuidado, que ningún idiota te haga caer de culo otra vez, no prometo estar siempre para levantarte.

—Gracias —sonreí, más sincera que nunca—, en serio, Christen, gracias.

—Llámame solo Chris, para evitar confusiones y malentendidos— se despidió con un gesto de mano, al voltearse pude fijarme en su mochila. No era la misma de ayer, su color había cambiado. Además de que llevaba una chapa en ella con el nombre de Christian.

¿Quééé?

Christen.

Christopher.

Christian.

¿Cual era su verdadero nombre? ¿Y por qué me engañaba a mi de esta forma?

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