Capítulo trece

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Para mi buena suerte Christen no estaba ahí cuando salí del baño, así que pude respirar con tranquilidad. Estaba siendo una noche extraña y deseaba con todas mis fuerzas irme de una vez a mi casa, estaba segura de que no podría conciliar el sueño por el maldito insomnio que tenía cuando había preocupaciones en mi vida.

Para mi desgracia vivía preocupada desde que nos mudamos.

Se suponía que iba a ser un gran cambio, que todos los días serían soleados y que la felicidad sería el adjetivo más importante. Pero no, no fue así. Si es cierto que hubo un gran cambio pero para mal. No era una chica sociable, no iba a tener jamás esas súper amigas que tienen las protagonistas en los libros, ni mucho menos ese romance adolescente que todo el mundo quiere.

No, eso no estaba hecho para mi.

Mis compañeros de clase me odiaban (y yo a ellos también, claro). Había hablado con cuatro personas contadas en lo que llevaba en el instituto y ni siquiera podía considerar amigo a ninguno de ellos, bueno... Quizá Christian estuviera en el límite, pero tampoco podía asegurarlo.

—Cyra —casi se me sale el corazón del pecho cuando escuché mi nombre, él debió notarlo porque soltó una risita por lo bajo que alivió la situación de inmediato—. Disculpa, es que Christen volvió muy rápido, fue maleducado de su parte dejarte sola en una casa que no conoces.

—Tranquilo, solo tenía que ir hasta las escaleras y bajarlas —murmuré con obviedad.

Él abrió la boca, avergonzado al saber que tenía razón, y asintió con la cabeza.

—He quedado como un ridículo entonces —se rascó la nuca.

Sus mejillas levemente sonrojadas me causaron ternura. Se notaba que estaba apenado y eso era demasiado adorable para mi gusto.

Sin poder evitarlo sonreí y me acerqué a él, que se paralizó ante mis pasos y me siguió con la mirada en todo momento. Atento, expectante, cuidando mis movimientos.

No era tonto, sabía de sobra que no me acercaría en vano. No me gustaba demasiado el contacto corporal, así qué que estuviera haciendo eso era un gran paso.

—Cyra... —susurró mi nombre en el momento que llevé mi mano a su mejilla para acariciarla, sonriendo el cálido tacto de esta, que se calentó todavía más con mi mano allí.

—No digas nada —pedí, sonriendo de lado.

Lo sentí un momento íntimo y delicado, algo tan simple, algo tan común.

Fue entonces cuando mis ojos abandonaron los suyos para bajar a sus labios, él hizo lo mismo con los míos, sentí como ambos dejaremos de respirar por un momento.

Íbamos a besarnos.

—¿Podéis besaros ya? Mamá acaba de servir el postre, bajad antes de que piense que estáis a otra cosa.

Soy yo quien se separa, Christian parpadea antes de levantar la cabeza y mirar mal a su hermano. Se notaba la molestia, por primera vez veía esa expresión reflejada en su rostro y aun así no se parecía a la que tenían sus hermanos.

Quizá en el fondo tuviera razón y eran muy diferentes a pesar de tener los mismos rasgos físicos. Quizá incluso había esas pequeñas diferencias entre ellos como la intensidad de su mirada, el roce de su piel y el sabor de los labios. Quizá yo quería conocerlos para poder afirmarlo.

Otro error.

Si con ellos solo cometo errores, de los errores se aprende, ¿no?

El momento no es incómodo para mi, pero sé que para ellos si, se notaba en el ambiente y no iba a forzar las cosas. Habría que ser muy hija de puta para joder la buena relación que tenían unos trillizos... Pero bueno, yo lo era, ¡lo soy! Y no me arrepiento de nada.

Caminé hasta las escaleras, evitando la mirada del trillizo que sabía que me estaba mirando, y bajé como si no acabara de ocurrir absolutamente nada. El poste ya estaba servido, tenía razón, y aunque la tarta de queso no me gustaba en lo más mínimo tenía que comerla para no hacerle ese feo a la señora Yenny, ella no tenía la culpa, ella no sabía mis preferencias. Estaba segura de que la había preparado con mucho amor y dedicación, no sería yo la maleducada que lo rechazase.

—Gracias —sonreí cortésmente cuando tomé asiento.

—Espero que te guste —me devolvió la sonrisa de una manera tan cálida que me sentí la peor persona del mundo por todas las veces que había maldecido esa cena.

Ella era buena persona, sus hijos no.

Tragué saliva antes de ponerme a comer, por suerte nadie comía rápido el postre porque se suponía que era algo que había que ralentizar para saborearlo mejor. En mi caso estaba siendo para no hacer muecas y delatarme.

Cuando los dos trillizos restantes bajaron, el que estaba en la mesa ya había terminado su porción, ni siquiera se había molestado en mirarlos cuando se sentaron. Su madre si, ella les lanzó una clara mirada de que se habían tardado demasiado, pero no se lo reprochó.

La mía ya me lo habría echado en cara en siete idiomas diferentes, no importaba que sólo supiera dos, encontraría la forma de regañarme con los otros cinco.

Me sentí casi aliviada cuando terminé de comer. Empezaba a hacerse tarde y mi madre no era de esas que se dormían tarde, así que empezó a buscar la manera de escaquearse.

—Espero que el próximo viernes vengáis vosotros a cenar a nuestra casa.

No, mamá, no hagas eso.

—Por supuesto —asintió la madre de los enemigos—. Sabes que será todo un placer, nuestros hijos se llevan bien y por lo visto nosotras dos estamos a tan solo una copa de vino para volvernos mejores amigas.

Amigos dice, ja.

Que señora tan graciosa.

—Tenemos esa copita pendiente —le guiñó un ojo antes de dirigirse a sus hijos—. Un placer conoceros, chicos, cuando Cyra me pida salir con alguno de vosotros no dudaré en dejarle ir.

—Mamá...

—Los amigos salen por ahí de vez en cuando —murmuró divertida.

Que no son mis amigos.

—Si, Cyra, deberíamos de quedar algún día —aprovechó Christopher, con una sonrisa burlona en los labios.

—Mañana hablamos —sonreí falsamente para después dirigirme a su madre—. En serio, gracias, estaba todo delicioso y tú eres una mujer fantástica.

No tenía ni la menor duda de que había sido lo único bueno en toda la cena, aunque por la mirada de aquellos tres sabía que yo solita me estaba metiendo en donde lo debía.

Y definitivamente no estaba lista para recibirlos en mi casa, ya me inventaría algo para ese día...

Tripliciter Where stories live. Discover now