Capítulo veintiseis

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Me miré al espejo una vez más antes de volver a negar con la cabeza. La Cyra que estaba viendo no era la Cyra que iba todos los días a clase, se alejaba muchísimo de esa persona. Patricia me observaba fascinada después de haberme hecho el eyeliner. Yo no sabía hacerlo, era mi karma por reirme de las que se maquillaban a los doce años, ahora yo no sabía hacerlo ni aunque me pagasen. Mujeres que os maquillais, os admiro más de lo que me gustaría admitir en voz alta.

—Deberías de vestirte así mas a menudo —opinó mi amiga mientras me miraba casi fascinada—. Myke Towers escribió la canción de "La falda" para ti.

—¿Qué?

—Ya sabes, esa que dice "esa falda chiquitita, que bonita te queda" —cantó, moviendo sus hombros al ritmo de la canción—, o algo así, tampoco me juzgues que no soy muy fan, pero ha sonado mucho por tiktok últimamente.

No me la podía pelar más Myke Towers y su canción, pero como buena amiga asentí sin saber que más decir o más bien hacer.

La falda chiquitita como decía Patricia, bueno, como decía Myke Towers... O sea, no, decir me lo decía Patricia pero por la canción de él, no es como si él estuviese en mi habitación diciéndome algo sobre mi falda, eso sería muy extraño... Dios, ya basta. La falda era de Shein, si a alguien le interesa la referencia puede pedírmela más tarde. Apretaba con fuerzas mis caderas, haciéndoles una curva que ni yo sabía que tenían. Tenía un jersey a juego porque era un conjunto, pero mi amiga insistió en que llevase otro, era negro de terciopelo y combinaba con mis botines que me hacían ver al menos diez centímetros más alta. Llevaba chaqueta (corta, pero llevaba), porque si mi madre me veía salir por la puerta de casa con los hombros al aire, le daba un infarto de manera no irónica. Ah, también llevaba medias, finas y del color de la piel, porque según mi madre lucían mejor las piernas. ¿A mí me interesaba lucir de piernas? No, claro que no, pero como no las llevase estaba segura de que me amenazaría para que me las pusiera.

Mi amiga también estaba preciosa, no se trata solo de echarme rositas a mí. Llevaba una falda vaquera de color negro, un body blanco que también era de Shein (yo también lo había mirado pero al final no me convenció del todo) y unas botas que parecían recién salidas de Shadow Hunters; es decir, me encantaban. Si, por supuesto que llevaba abrigo, pero todo el mundo sabe que no iba a durar mucho sobre sus hombros. El maquillaje le hacía resaltar la mirada, tenía unos ojos muy bonitos y unas pestañas que envidiarían los anuncios de rimmel london.

Al despedirnos de mi madre le prometimos que nos portaríamos bien y que no beberíamos mucho. ¿Íbamos a cumplir alguna de las dos?

—¿Estás nerviosa? —cuestionó por tercera, quizá cuarta o quinta, vez.

—¿Debería de estarlo?

—Estás a la defensiva y todavía no llegamos, yo creo que es un si rotundo —se burló, haciéndome negar con la cabeza—. Cualquiera en tu lugar estaría temblando, Cyra, no tienes que ser tan dura contigo misma y con lo que sientes. Es normal, es completamente normal.

—¿Tú de casualidad no querrás estudiar psicología, no?

—¿Se me da bien? —sonrió de oreja a oreja—. No respondas, sé que si.

—Egocéntrica aún por encima —me mofé.

Cuando llegamos a la fiesta sentí todo el frío que no había sentido por el camino. ¿Qué hacía yo allí? Estaba fuera de lugar, ese no era mi sitio ni mucho menos mi gente. Sentí miradas en mí, si ya me miraban de normal por ser "la nueva", ahora que estaba liada con un Vélez era de lo peor.

—Voy a por algo de beber, no muevas el culo de aquí que soy muy mala orientándome y después no te encuentro —pidió Patricia tras darme un beso en la mejilla.

Genial, justo lo que necesitaba, quedarme sola nada más llegar. Quería irme corriendo. Vi como se alejaba y estuve tentada a seguirla, pero no quería quedar como esa clase de amiga que no sabe estar despegada de la otra.

—¡Pero si es Cyra! —gritó una chica que recordaba de clases de literatura.

—¿Cyra la de...? —su amiga la calló con un codazo y una risa nerviosa—. Oh, ella.

—¿Cyra la de qué? —espeté en su dirección.

Sé amable, Cyra.

No te metas en problemas, Cyra.

Ten paciencia, Cyra.

Ambas se quedaron en silencio, compartiendo una mirada nerviosa que me hizo tomar aire por la nariz y expulsarlo por la boca.

—Cyra la zorra que no sabe elegir, la que juega a tres bandos —murmuró una tercera que no había hablado hasta ese entonces—. ¿Crees que habla muy bien de ti que beses a Christopher, te folles a Christen y luego seas novia de Christian?

—Yo no me he follado a Christen —siseé.

—Todo el mundo escuchó cuando te dijo que se te había quedado la ropa en su habitación.

—Y no has negado lo demás —agregó la que había hablado antes.

Me sentía pequeña por primera vez en mucho tiempo. Yo no tenía miedo a nada ni a nadie, pero como intimidaba estar rodeada de gente que no sabía callarse la puta boca.

—Ella no tiene que negar una mierda, compraros una vida si la vuestra es aburrida —espetó la única voz que yo no quería escuchar.

Cerré los ojos, apretándolos con fuerza y deseando que solo fuera producto de mi imaginación, pero las zorras no tenemos tanta suerte rogándole a Dios.

—Supongo que lo sabemos todos menos Christian, quizá es momento de que se entere.

La mirada que le lanzó el trillizo hizo que hasta los vellos de mis brazos se pusieran de punta uno a uno, no me quiero imaginar ellas. Una de ellas balbuceó algo que no logré entender y segundos después se alejaron.

—Caperucita aún no entiende que en el bosque hay lobos que se la quieren comer, ¿eh?

—La culpa no es de Caperucita —carraspeé mi garganta, evitando mirarlo demasiado—, los lobos de este bosque tienden a ser gilipollas.

Se le escapó una risa, una falsa risa, ni para reir podía darse el lujo de dejarla fluir. Risa floja que para en la garganta y tiende a irónica.

—Gilipollas y lo que quieras, pero con los dientes afilados y con hambre. Y tú... —chasqueó su lengua mirándome de arriba a abajo con soberbia—, apetecible.

Jesús, María, José, los santos, los reyes magos y todos los de Belén.

Acababa de decirme apetecible.

Apetecible.

A pe te ci ble.

A p e t e c i b l e.

—¡Cyra, traigo las bebidas! Anda, para ti no traje, no sabía que ya estabas aquí —la voz de Patricia llega a mis oídos y me siento aliviada, al menos por ahora.

La noche era joven y caperucita no tenía planes de volver temprano.

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⏰ Última actualización: Apr 20 ⏰

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