Capítulo cinco

427 60 9
                                    


Chris está enfadado. Es lógico que lo esté porque acabo de darle una hostia. Sin embargo, sus ojos no parecen los de un borracho y su aliento no apesta a alcohol.

¿Qué coño estaba pasando?

Igual era yo que me estaba volviendo loca y...

—Escúchame bien, niñita —su mano toma mi rostro, haciéndome soltar un jadeo involuntario—. Que tu mano no vuelva a tocar mi cara de esa forma porque el que se cabreará seré yo.

—¿Y te ves en derecho de reclamar? —gruñí—. Que tus labios no vuelvan entonces a tocar los míos.

—¿O qué? —me reta.

—¿O qué que?

—¿Qué pasará si mis labios tocan los tuyos? —interrogó, pasándose la lengua por el suyo.

—Si vuelven a tocar, querrás decir —lo corregí, pero él ni se inmutó—. Pues pasará que volveré a golpearte... Quizá más fuerte que antes.

—¿Ah si? —me sonríe con descaro, esa sonrisa no debería de parecerme jodidamente sexy; pero lo hace.

Su agarre deja de convertirse en agarre y pasa a ser una suave caricia en mi piel, sus nudillos acarician mi mejilla al tiempo que nuestras miradas se retan. No va a besarme pero hace como si lo fuera a hacer, acerca su rostro al mío y yo no doy ni el más mínimo paso hacia atrás, eso le hace sonreír de forma socarrona.

—Estás buena, es una pena que también seas inteligente —su cálido aliento choca contra mi boca, un aliento muy diferente al que se cruzó con el mío minutos atrás.

¿Qué me había querido decir con esa frase?

Esperaba que no fuera lo que pensaba, no soporto a los hombres machistas y si lo que está insinuando es que me follaría y después cada quien por su lado, estaba equivocado. Pero eso ya lo había notado. Sabía que no podía usarme como a una muñequita, a su antojo. Si quería tener trato conmigo sería única y exclusivamente de respeto.

—Podría decir lo mismo de ti. Eres guapo pero te faltan neuronas —respondí, intentando calmar mi pulso cuando su nariz rozó la mía.

—No, a mi no me falta nada, soy el hijo de puta más perfecto que vas a conocer en tu vida —el susurro me estremece por completo, se me corta la respiración y maldigo a mis pulmones por eso.

Si me muevo voy a besarlo y no quiero eso. Por mucho que todo me esté palpitando en este jodido instante, no es lo que deseo. No sería apropiado.

—Mírate, luchando contra tus impulsos porque quieres quedar de orgullosa —sus labios rozaron los míos de forma juguetona—. Pero mueres por besarme.

Sus dedos toman mi mentón y me obliga a girar el rostro, es entonces sus labios presionan mi mejilla de forma suave y delicada, acto seguido se separa de mí y se aleja, perdiéndose entre la multitud y dejándome allí.

Al menos nadie presenció ese momento como antes, no tenía que preocuparme de la gente sino de mi misma. Por alguna extraña razón no me había disgustado y ese era el problema del asunto. No podía enchocharme de un hombre arrogante como él.

Le dije a mi madre que volvería pronto pero esa promesa se rompió en cuanto empecé a beber, no tenía aguante con el alcohol así que no necesité de mucho para estar al borde del coma etílico.

Vale, soy una exagerada pero ya entendéis el punto al que os quiero llevar.

—¡Cyra! Que bueno verte, te estuve buscando desde que me enteré que estabas aquí —Patricia me sonríe, irradiando dulzura con esa simple acción—. Así que... Besaste al mayor de los Vélez, ¿eh?

—¿Uhm? —la miro, confundida. No tardo demasiado en darme cuenta de lo que acababa de decirme—. Ah, si... Quiero decir, no. Él me besó a mi, no al revés.

—Todas babean por él, es raro que tú lo hayas besado... o bueno, que él te haya besado, si no pasó ni una semana desde que os conocéis.

—No es un buen momento para llamarme fea.

—¿Qué? ¡No! Yo no dije ni insinué eso en ningún momento, solo digo que ellos son muy selectivos cuando se trata de las chicas. Son los típicos latin lover, que van de una en otra pero no hay quien los enamore.

—No te creas que yo lo he enamorado —alzo mi vaso para llamar la atención del camarero y que me sirva otro trago—. De todos modos, ¿por qué me estás hablando en plural?

—¿Cómo que por qué? Pues porque...

—¡Cyra! —mis ojos van al chico que me acaba de llamar y suelto un largo suspiro.

¿Otra vez?

Joder, pues si que tenía ganas de verme el chaval, si parece que no se quiere despegar de mi en toda la maldita noche...

—¿Has estado bebiendo? —arruga su nariz—. Eres menor... Bueno, la mayoría lo somos, pero no es el punto. Yo solo...

—Oye, termina de una maldita vez, estaba hablando con mi amiga de ti.

No me doy cuenta de mis palabras hasta pasados unos segundos, me acababa de delatar yo solita pero no me importaba demasiado, el alcohol me hacía más valiente.

—Vaya, lo siento —se rasca la nuca y juro ver un leve sonrojo cruzarse por sus mejillas—. Yo solo quería disculparme por lo de antes, él no debió de hacer lo que hizo.

—¿Él? —repetí, carcajeándome—. Si quien me besaste fuiste tú, no le eches la culpa a un tercero.

—¿Qué...? Ah, si, es verdad —suspiró—. ¿Podemos salir un momento? Hay algo que quiero contarte y prefiero hacerlo en privado, si a tu amiga no le importa, claro...

Patricia negó con la cabeza y le musitó algo que yo no llegué a escuchar. Al parecer no me quedaba más remedio que hacer lo que me había pedido, estaba siendo muy educado, como si no me besara una vez por hacerse el gracioso e intentara hacerlo una segunda por arrogancia.

—¿Te encuentras bien? ¿Has bebido demasiado...? —me pregunta mientras caminamos los dos juntos hacia la salida.

—No te preocupes, estoy bien —miento.

Una mentira que pagaría poco después.

Tripliciter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora