Capítulo seis

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El aire fresco golpea mi rostro en cuanto pongo un pie fuera de la discoteca, me mareo por unos breves segundos y me maldigo internamente por haber bebido tanto. Mi mente y mi equilibrio no es lo único que me falla, también lo hace vista cuando me parece ver a Chris a un par de metros cogido de la mano con una chica, cuando era obvio que se encontraba a mi lado mirándome con preocupación.

—Lo mejor será que te lleve a casa, tú no te encuentras bien y no es el momento para contarte la verdad, aunque eso te esté pasando factura —suspiró—. El lunes será un día duro para ti y yo no podré estar todo el tiempo contigo, la realidad te golpeará fuerte...

No sabía de lo que me estaba hablando, ni siquiera tenía mi mirada puesta en él. Juraba que lo había visto subirse a una moto e irse como alma que lleva el diablo.

Tenía razón en eso de que no me encontraba bien, parecía estar drogada en lugar de borracha, empezaba a verlo por todas partes y eso no podía ser bueno.

—No me estás escuchando —no era una pregunta sino una afirmación y me sentía un poco culpable por ello—. Bien, no es el momento.

—Lo que tengas que decir puedes decirlo, podré con ello.

—¿Y te acordarás mañana? —negó con la cabeza—. No, claro que no lo harás, por eso no haré nada...

—Anda... Dímelo —exigí, mirándolo de forma suplicante, sabía que mi cara no convencería a nadie pero él pareció ablandarse—. Por favor...

Una de sus manos tomó mi rostro para acariciarlo con delicadeza, se me removió el estómago y no estaba segura de si echarle la culpa a las mariposas o si quería vomitar. La segunda opción tenía más sentido, en realidad.

—Somos tres —habló, sin quitar sus manos de mi cuerpo y con sus ojos fijos en los míos—, tengo un hermano mayor y otro menor como te dije anteriormente, pero solo nos diferencian dos minutos a cada uno, somos idénticos en el físico pero nuestras personalidades son opuestas. Christopher es el mayor, yo el del medio y Christen el menor.

Mi mente está a punto de colapsar, por una parte me siento aliviada de saber que no estoy loca, que uno se presentó con su verdadero nombre y después al otro lo llamaron sus amigos por el suyo, al igual que suponía que el que tenía enfrente era Christian, por lo que recordaba que ponía su chapa en la mochila.

—¿Quién me besó esta noche? —pregunté en un hilo de voz—. ¿Y a quien golpeé?

Temía saber la respuesta y más al ver su expresión, apretó sus labios de forma ligera y vi el destello de duda en sus ojos. ¿Por qué parecía que había hecho lo peor en ambas acciones? Es decir, que besé a quien no debía pero que después golpeé al menos indicado.

—Christopher te besó —me hizo saber.

Asentí, poniéndome en situación. Christopher, si mal no recordaba, era el que me llamaba rubia; es decir, el que me había pedido prestado un bolígrafo en clases.

—Pero no fue a él a quien golpeé, ¿verdad?

Negó con la cabeza, confirmándome algo que ya sospechaba. La había cagado y no de forma intencional, pero eso ellos no lo sabían.

—Golpeaste a Christen —susurró.

Christen. El de mala hostia, el que tiene cara de "que se muera todo Dios, por favor y gracias", el que se sienta conmigo en clases de gallego. Más frío que el hilo en horario escolar y manipulador como lo había hecho esta noche.

—Mierda, mierda, mierda... —repetí, sintiéndome una completa imbécil. Justo tenía que pegarle al que ya no le caía bien, de Puta madre.

—Hey, tranquila —sus manos se sentían calientes en mi rostro y sus ojos me transmitían toda la calma que me faltaba—. Tú no lo sabías, Christen sabe eso de sobra y Christopher también, a pesar de que hoy va piripi.

—No puedes pedirme semejante cosa cuando le he dado una hostia a tu hermano menor... —suspiré—. Joder, es que sois trillizos, nunca en mi vida conocí a tres personas idénticas... En mi anterior instituto había unas gemelas pero no se parecían demasiado, ¡vosotros sois idénticos! Debería de ser al revés.

Se llevó una de sus manos a su cabello, como si ya estuviera harto y le quedaran pocas ganas de seguir aguantándome. A pesar de eso no dejó de ser amable en ningún momento, ahí estaba una diferencia clave entre él y sus hermanos.

—Si te lo hubiéramos dicho antes no estaría pasando nada de esto... El lunes quizá sea un día un tanto confuso para ti, me encargaré de hablar con Christopher para que se disculpe contigo, con respecto a Christen... Bueno, no sé qué hacer con él.

—No importa, él ya me odia.

—Christen odia a todo el mundo, despreocúpate —soltó una risa tranquilizadora.

Me es inevitable reír porque en eso tenía razón, a diferencia de sus hermanos que parecían llevarse bien con todo el mundo, sobre todo Christopher que se la pasaba rodeado de gente.

—Mañana hablaré con ellos para que la situación no se haga más incómoda, ahora voy a acompañarte a casa porque estás pasada de copas y no es recomendable que sigas bebiendo.

Esa noche cumplió con su palabra y yo pude confirmar que era el mejor de los trillizos, quizá por su paciencia, por su dulzura, por su tranquilidad... O por todo lo que era.

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