Capítulo veintiuno

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No estaba lista para volver a casa de los Vélez.

Da igual cuando leas eso, la verdad es que nunca estaré lista para algo así, no importa quién me lo proponga porque la sensación será la misma.

Quiero echarle la culpa a la casa, decir que está embrujada o algo, pero no quiero ser paranoica... Los que están embrujados son ellos. No tengo dudas. Porque lo de esos chicos no es ni medio normal, da igual por donde los mires, solo verás que son guapos y misteriosos; los dos adjetivos perfectos cuando se trata del género masculino. Un sinónimo a eso es problemas. Es decir, lo que yo tenía ahora.

Ya casi iba más a casa de estos desgraciados que a la mía propia.

—¡Rubia! —gritó el sujeto que yo ya conocía muy bien, aunque en realidad no conocía de nada.

El destino era un verdadero hijo de puta.

Inspiré antes de girarme, a pocos metros estaba uno de los trillizos con su resplandeciente sonrisa y subido a su moto, no era la primera vez que lo veía en ella, creo.

—Christopher —murmuré—, no me llames rubia, te lo he dicho mil veces.

—Lo siento, Cyra, me sé tu nombre pero me sale solo llamarte así —se excusó, haciendo un gesto con la mano para restarle importancia—. ¿Quieres que te lleve? Te ahorro el viaje, sé que vamos para el mismo sitio.

Dios mío, ¿así o más cliché?

Se suponía que me emocionaba leyendo esas escenas en Wattpad, pero la verdad es que vivirlas era algo completamente diferente. Jamás me había subido a una moto, he de admitir que me gustan pero solo para vérselas a otros, yo ni borracha iría en una.

—Oh, vamos, no me digas que tienes miedo —soltó una carcajada—. Prometo ir despacio al principio, sé que pronto me pedirás por mas.

Idéntico a su hermano, claro. No eran ellos sin los juegos de doble sentido.

No lo había dicho con un tono burlón, no le había hecho falta, en sus ojos ya brillaba ese punto de malicia.

—No voy a ir contigo, Chris —suspiré—. Prefiero caminar, así también hago deporte.

Claro, vamos a mentir, al parecer está de moda.

—Nadie en su sano juicio prefiere caminar —se encogió de hombros—. Estoy siendo amable y tú terca, no es una buena combinación.

—Nada relacionado conmigo hará buena combinación contigo.

Sus labios se curvaron en una sonrisa burlona, nuevamente los pensamientos volaron, no me esperaba menos de él...

—¿Ah, no? —inquirió, elevando una ceja—. A mi se me ocurren ciertas cosas que si hacen una perfecta combinación.

—Eres un cerdo —resoplé.

—Ni te imaginas —advirtió divertido—. Anda, sube, no hagamos esperar a mi hermanito, no queremos que se enfade.

—Christopher...

—Cyra, quieres acabar con esto cuanto antes, así que sube de una maldita vez, así tardas menos en llegar y por ende también en irte —señaló.

Vale, tenía su punto de razón, pero yo no quería admitirlo. Él estaba ahí perdiendo su tiempo por mi culpa, pero que se jodiera, yo también estaba perdiendo el mío por la suya.

Tomé una profunda respiración y me maldije a mí misma internamente mientras daba un par de pasos en su dirección, vi el momento exacto en el que su sonrisa se ensanchó.

—Ni una palabra —advertí, subiéndome en la moto.

—Solo voy a decir que puedes agarrarte a mi cuerpo si lo necesitas, no te diré que te abraces porque no lo harás —dijo, encendiéndola—. Hablo completamente en serio, si ves que pierdes el equilibrio o que te mareas, deja a un lado el orgullo y agárrate.

Sus palabras habían sonado sinceras, nunca antes escuché ese tono en su voz. Me tranquilizaba saber que no me quería matar (aunque sería lo lógico, por otra parte).

Cumplió con la promesa de ir despacio al principio, pero no tardó en acelerar, escuché que decía que era necesario o de lo contrario nos mataríamos en una curva. Oh, hablando de curvas... Me dejé la garganta en una de ellas. En mi defensa diré que iba sumergida en mis pensamientos y cuando me di cuenta estábamos inclinándonos hacia un lado, mis manos fueron rápidas en buscar su cuerpo y mi boca en soltar un grito que probablemente escuchó todo el tráfico. Christopher me observó por uno de los espejos pero no dijo nada, supongo que solo estaba comprobando que estaba bien.

Cuando se detuvo frente a su casa me temblaban las piernas, no estaba exagerando.

—Cuidado —murmuró, bajándose él primero. Me acercó hacia delante y tomó una de mis piernas con cuidado para pasarla por encima de la moto y dejar ambas al mismo lado—. Ahora ya puedes bajar.

—¿Antes no podía?

—Si, pero podrías haberte quemado —señaló con la mirada el tubo de escape—, alcanza temperaturas muy elevadas en cuestión de minutos, es más común de lo que piensas... Y son quemaduras de segundo grado, de todo menos agradables.

—¿A ti te ha pasado? —no pude evitar preguntar.

—Tengo una cicatriz fea sobre el gemelo derecho, prometo enseñártela cuando me quite los pantalones —me guiñó un ojo.

Aunque estaba bromeando, sabía que lo hacía para evitar que continuara con el tema. Si me cabreaba no haría más preguntas, eso era lo único que buscaba.

Así que accedí, pero solo porque yo soy una buena persona y no obligaré a nadie a estar en una conversación incómoda. Puse los ojos en blanco y dejé que abriera la puerta con sus llaves, hizo un gesto con su mano para indicarme que pasara delante.

Chisten estaba en el sofá, con una película de Netflix en pausa en la televisión y su teléfono móvil en mano, parecía entretenido mirándolo.

—Hermanito, tienes visita —anunció su hermano a mis espaldas.

Él levantó la mirada y sus ojos no tardaron en encontrar los míos.

—¿Habéis venido juntos? —inquirió.

—Si, fue un viaje muy interesante, sobre todo la curva del cruce —asintió Christopher—. ¿No crees, Cyra?

—Vete a la mierda —siseé entre dientes.

No dijo nada, se limitó a reír mientras caminaba hacia la cocina y nos dejaba a solas.

Maldición.

Ahora ya no sabía que era peor.

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