Capítulo siete

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El sábado cuando me despierto siento una gran necesidad de deshacerme de la ropa, estaba acalorada, las sábanas se pegaban a mi cuerpo gracias a la ligera capa de sudor que cubría mi cuerpo. Mi estómago exige vaciarse, pero yo no estoy dispuesta a vomitar todo lo que había bebido la anterior noche, terminaría llorando mientras me sujetaba al retrete (y, honestamente, no me apetecía). La resaca era una mierda, ni siquiera sé cómo llegué a ese extremo... No soy fan del alcohol y siempre critico a aquellos que beben hasta olvidarse de su apellido.

El fin de semana se pasó rápido, como de costumbre, me limité a hacer los deberes y leer alguna tontería por Wattpad, hacía mucho tiempo que no encontraba nada digno que valiera la pena.

El lunes llegó antes de que yo pudiera asimilarlo, mi mente todavía no procesaba todo lo sucedido el viernes y no quería que el regreso a clases fuera tan pronto. Una pequeña parte de mí todavía me decía que solo había sido un maldito sueño, efecto del alcohol.

Los estudiantes entraban despreocupados, como si no hubieran salido el viernes y también el sábado, como si las horas de sueño fueran las suficientes y como si estar allí no fuera nada. Después estaba yo, que había salido un solo día en el fin de semana y ya sentía que no podía ni con el alma. Un par de chicas se me quedaron mirando casi con diversión, creía que las había visto el sábado por la noche pero tampoco podía asegurarlo a ciencia cierta. Entré al aula como si nada y dejé mi mochila colgada de la silla, varias personas estaban allí hablando de forma animada y no detuvieron su plática por mi, saqué mi estuche y de él un único bolígrafo para jugar con este mientras no sonaba la música que daba comiendo a la clase. Si, ponían una muiñeira para indicar que las clases empezaban.

—Bos días! —saludó la profesora entrando a clase, dejó su bolso encima de la mesa y nos dio una mirada a los alumnos que ya estábamos allí. Poco después tomó asiento y empezó a pasar lista—. Christen non veu?

No, señora, ¿tú lo ves aquí? ¿No, verdad? Pues entonces es obvio que no vino.

Una chica de la fila de delante le hace saber que no entró al instituto hoy, a pesar de que si lo vieron llegar en su moto. Algunos chicos de la fila del fondo hacen comentarios desagradables al respecto y suposiciones de lo que estaría haciendo en ese momento, tengo que reprimir el impulso de girarme hacia ellos y gritarles que lo que haga o deje de hacer no es asunto suyo.

Por suerte, la profesora es rápida en zanjar el tema y empezar la clase. No entendía una mierda de la fonética, todavía no era capaz de diferenciar las vocales nasales, pero al menos era un mejor tema de conversación que el darían los alumnos si los dejaban hablar. Cuando la clase se termina soy rápida en mirar mi horario para saber que me tocaba a continuación, estaba deseando que el día terminase y no había hecho más que empezar.

En el recreo veo a Chris y no puedo evitar acercarme a él casi corriendo.

—Vale, no te lo vas a creer pero he soñado algo muy heavy —hablo, él alza sus cejas y me mira casi apenado.

—Rubia, yo... —rascó su nuca y miró a ambos lados, casi temiendo que alguien pudiera escuchar—. Te debo una disculpa, ¿si? Estaba pasado de copas, sé que es una excusa horrible pero es la verdad, no debería de haberte besado con ese fin. Tú vales más que toda esta mierda.

Parpadeo al menos un par de veces y me quedo estupefacta después de escucharlo. Es entonces cuando las imágenes de la noche del viernes empiezan a reproducirse en mi cabeza de forma violenta, cada una se siente peor que un latigazo y tengo que llevar una mano a las taquillas para cuando mis piernas flaquean, por miedo a caerme.

—No ha sido un sueño... Todo eso pasó —susurré, fue entonces cuando detrás de él divisé a otro individuo idéntico—. Oh, mierda, ¿quien eres?

—Christopher —respondió confuso—. ¿Estás bien?

—No nos diferencia —el tono frío de su voz me indica con claridad que es Christen.

—Yo... Tengo que irme —aparto la mirada de ellos y camino en dirección contraria, todo lo rápido que mis piernas me permiten, había tenido suficiente.

Lo que no me esperaba era que en la salida estaría el tercero de los hermanos Vélez, se me bajó hasta la tensión al ver que me estaba sonriendo a mi. No, lo que me faltaba...

—¡Buenos días! ¿Qué tal...? —sus palabras se quedaron en el aire al ver que pasaba por su lado y lo ignoro olímpicamente. Por supuesto que me sigue al tiempo que hace un puchero con sus labios—. ¿Qué ha pasado? Si esto tiene algo que ver con mis hermanos...

—¿Puedes callarte? Por favor... —pedí, girándome para encararlo—. Estoy actuando como un ridícula adolescente de una película cutre de Antena 3, ¿puedes dejarme?

—No, no puedo, tú detestas esas películas así que no te gustaría sentirte protagonista de una. Haz el favor de tranquilizarte, somos trillizos, ¿y?

—Me he besado con uni y le he dado una hostia a otro, que también casi beso porque es un manipulador experto... Y después estás tú que eres jodidamente adorable y también me dan ganas de besarte —gimo frustrada, sin ser consciente de mis palabras hasta que esas hacen eco en mis oídos.

Mierda.

Acababa de decir que quería besarlo.

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