XX. ¿Qué estás esperando?

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Eran las diez de la noche en el pueblo ruso de Kiritsy cuando el teléfono celular de un joven llamado Phichit Chulanont sonó escandalosamente.

―¿Mischa?―preguntó sorprendido. Era raro recibir llamadas del mayordomo a esas horas.

―¡Phichit, te necesito y te necesito aquí ahora!

―Mischa, lo siento, eres muy guapo y todo pero no eres mi tipo...―Phichit pensó que era bueno ese comentario para calmar la ansiedad que sentía de su amigo.

―¡Phichit estoy hablando en serio!―dijo desesperado.

―¡Ok, cálmate! Dame media hora y estoy por allá.

Luego de colgar, Mischa suspiró. Calmarse no era una opción para él.

Se hallaba dando vueltas alrededor de su cuarto ya casi por 20 minutos y ni la ansiedad ni el dolor de cabeza parecían querer irse.

Para empezar, se había alejado toda la bendita semana de Yuuri para tomar fuerzas y cancelar el tema de la mudanza pero había sido débil al verlo. ¿Cómo podía decirle que no a esos ojos color almendra con miel que parecían brillar más que cualquier estrella?

Y lo segundo que le preocupaba era la razón de su dolor de cabeza. Había reconocido a un tal JJ Nikiforov en el periódico, pero Mischa no tenía ni la menor idea de quién era. ¿Por qué lo conocía?
Después de la conversación con Yuuri había googleado el nombre. El tal JJ provenía de una reconocida familia de litigantes. No buscó mucha información de su familia, sino más bien de su trabajo y fotos de reuniones importantes donde se veía brillando como el dueño de la fiesta. Al parecer el tal JJ era una figura conocida en Moscú.

¿Y si lo conocía personalmente? Era probable. Hiroko le había dicho que lo había encontrado con un traje Armani puesto. Quizás él mismo era millonario aunque inmediatamente se rio de aquella absurda idea.

Probablemente había trabajado para él en su vida "real". Sí, eso le parecía más lógico.

La verdad, Mischa agradecía poder empezar a recordar cosas que lo ayudaran a saber más de sí mismo, pero a la vez sentía un gran miedo; en su nueva vida, Mischa quería pensar que era una buena persona, a lo mejor no un ejemplo a seguir como consideraba a Hiroko y a Yuuri, pero estaba seguro que no era del todo malo. Debía aceptar que le daba pánico el solo pensar que, en su vida real —porque la vida que llevaba en esos momentos incluso llegaba a sentirse como un sueño—, él no era alguien agradable, era alguien muy diferente a como era ahora.

Mischa se consideraba afortunado y feliz. La vida que tenía era una vida que lo satisfacía. No necesitaba mucho y lo que necesitaba ya lo tenía. No quería pensar en el momento en que esa vida se acabara.
Porque se tenía que acabar, ¿verdad? La vida que tenía era prestada y en algún momento se la iban a cobrar.

Volvió a mirar el reloj. No habían pasado más de 10 minutos. No podía seguir caminando como loco en su habitación. Phichit venía en un rato y necesitaba relajarse, así que fue a darse un baño.

 Phichit venía en un rato y necesitaba relajarse, así que fue a darse un baño

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Abogado de CocinaWhere stories live. Discover now