XXXII. De vuelta en Kiritsy

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El entrenador de Yuri Plisetsky sabía como potenciar al máximo su limitada experiencia en el hielo y, por fin, podía decir que estaba listo para intentar participar en sus primeros campeonatos regionales.

Yuri había estado entrenando duro con la ayuda de su ahora amigo Otabek Altin, la influencia de ese chico sobre él había sido más que positiva. Otabek le había ayudado a expresar mejor sus emociones y a no recurrir tan fácil a la frustración. Nicolai había notado el cambio en su nieto, ahora estaba más receptivo, menos colérico y más seguro de sí mismo.

Iba todos días con muchas ganas a entrenar y se sentaba después con Otabek —a quien Yuri ahora llamaba Beka— para conversar sobre la práctica y sobre sus planes para empezar nuevamente su vida en el castillo.

En tres días venía su madre y en dos días él regresaría a casa.
No se había enterado mucho de ella pero sabía que estaba feliz y contenta regresando del Mediterráneo y que venía con una sorpresa entre los brazos.

Yuri no quería aceptarlo pero, de una u otra forma, la había extrañado. Los últimos meses había mejorado su relación con ella y ahora que regresaba cuando él se sentía tan feliz y orgulloso de sus avances como patinador, quería contarle y mostrarle todo lo que había avanzado en todo ese tiempo.

Ya le había demostrado a su abuelo lo buen patinador que era y, aunque Nicolai no era amante del patinaje artístico, no había podido evitar llorar al ver su rutina una tarde antes de que terminara su entrenamiento.
El orgullo que sintió al ver a su nieto patinando con una cara de felicidad fue suficiente como para que se quitara la loca idea de convencerlo de que regrese al Hockey. No, Yuri era demasiado bueno en el patinaje artístico como para hacer eso, parecía que había nacido para ello y Nicolai no se pondría en medio. No podía sabiendo que era parte de su bienestar.

Así, entre entrenamientos, trabajo y algo de descanso los fines de semana, las vacaciones de verano de Yuri Plisetsky acabaron y con ellas, el descanso de una vida fuera del ámbito escolar.

Varios antiguos amigos de Yuri habían tratado de contactarse con él sin lograrlo, el ruso había decidido ignorarlos olímpicamente. El adolescente sólo tenía tiempo para pensar en el deporte y en el trabajo que mantenía en los campos de Yuuri. Este le había enseñado con mucha paciencia algunas cosas importantes de la vida en un ambiente rural y estaba muy agradecido con él y Mischa, a quien siempre molestaba cuando lo tenía cerca aunque en realidad lo apreciaba, de una u otra forma, como un hermano mayor.

Ahora se encontraba en la pequeña oficina de Yuuri, sentado y esperando a que este regrese de hablar con algunos de sus trabajadores.

Fue recién en el momento que se sintió completamente solo que empezó a husmear con toda tranquilidad sobre el escritorio y las fotos de las paredes. Si bien Yuuri mantenía ese espacio de forma muy simple, dejaba algunos pincelazos de su estilo sobrio en esos pequeños detalles.

Una que otra imagen se veía de su familia, junto a él en su graduación, o algún evento familiar, una foto en una hermosa playa junto con Phichit, probablemente algún viaje en su época universitaria y algunas otras trabajando en el campo. Y sobre la mesa se veía una foto al parecer bastante reciente de él y Mischa, sonriendo felices ante la cámara, en frente de lo que parecía el Kremlin en Moscú.

―¡Tsch!―exclamó renegando.

Había visto incontables veces a los dos mirándose, abrazándose, el uno concentrado en el otro y le había parecido increíble que aquellos hombres que admiraba habían terminado juntos, siendo tan diferentes uno del otro.

Abogado de CocinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora