XXXI. Lo que remueve Moscú

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El agua caliente y el aroma agradable de las sales de baño que inundaban la habitación relajaron poco a poco el cuerpo tenso y agotado de Chris.

No había dormido mucho esa noche y, cuando había podido hacerlo, los sueños habían destrozado su pobre corazón.

Sus manos, acompañadas de un suspiro triste, abrieron la botella de shampoo y el olor a rosas inconfundible se desprendió. Era el distintivo de Victor. Lo sabía porque él mismo le había regalado su primera botella y su hermano se había encantado del producto. Desde ese momento, Victor sólo había querido usar ese shampoo y el frasco que tenía en la mano era uno de los tres que Victor le había regalado en una hermosa canasta de regalo por navidad.

Ahora era lo único que tenía de él.

Chris empezó a analizar la situación vivida y no pudo evitar renegar consigo mismo.
¿Cómo reaccionar ante su hermano y no parecer un loco? ¿Cómo hablarle con otro nombre como si fuera un completo extraño? ¿Cómo expresar su felicidad al verlo sin parecer raro?

La situación era demasiado compleja como para poder entenderla por completo. Chris quería de vuelta a su Victor. La parte más egoísta de él quería tenerlo de nuevo entre sus brazos para cuidarlo y para invitarlo a vivir como él siempre había querido que lo hiciera.

Mischa, sin embargo, era un completo desconocido. Era el alter ego de la persona que más amaba y valoraba en su vida.

Tenía que comprender que Victor no volvería a ser él en un segundo como si se deshiciera de un hechizo. Mischa tenía una vida paralela, una que Chris no llegaba a entender del todo. Pero si en verdad quería a su hermano de vuelta, tendría que tomarse el tiempo para conocerlo de nuevo. Tendría que ganarse su confianza para merecer un poco de su tiempo. Tendría que ser amigo, antes que ser hermano porque en esa vida nueva no había hermano que Mischa pudiera extrañar, pero quizás sí un amigo que deseara conservar.

Suspiró cerrando la llave de la ducha y sintiendo la falta de descanso en todo su cuerpo. Estaba agotado y triste pero decidido. No había pasado por tanto como para rendirse. Le daría una oportunidad a Mischa y decidiría su accionar después de su encuentro.

 Le daría una oportunidad a Mischa y decidiría su accionar después de su encuentro

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El hotel Four Seasons se encontraba a pocos metros de la plaza roja. Su diseño cúbico e imponente era un símbolo de la ciudad y sus muebles clásicos combinados con pinceladas vanguardistas le daban un aire moderno y atrayente para cualquier millonario de la ciudad.

Chris vestía elegantemente casual, con esos adorables lentes Gucci que remarcaban su carísimo look. 

Llegó temprano y se permitió mirar a todos lados, analizando a cada uno de los comensales del lugar. Unos turistas ansiosos, otras parejas de moda y algunos ancianos tratando de animar su fin de semana.

Abogado de CocinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora