II. Trabajo y Familia

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Una mano cubría parcialmente su rostro cuando por fin pudo abrir los ojos.

La cabeza le martilleaba, la luz que se traspasaba a través de sus cortinas le lastimaba y no podía ver.

Había sido Vodka del bueno pero resaca de la mala.

Sacó la mano que le cubría la cara y escuchó la voz de una mujer que se quejaba. Su corazón se congeló. Casi por impulso se tocó el cuerpo y se tranquilizó. Estaba con ropa y la chica a su lado también.

En su mente trataba de convencerse que nunca volvería a salir con Chris, pero sabía que tarde o temprano terminaría haciéndolo. Ahora tenía que encargarse de la mujer en su cama y luego tendría que ir a trabajar.

"¡A trabajar!" Una vocecita gritó en su mente, la misma que segundos después proseguía en un mar de pensamientos "¿Qué hora es? ¡Tengo reunión con los socios!"

Eran las 8:50 a.m. Tenía diez minutos para ponerse decente y estar en la reunión. Una ducha ese día sería un lujo que no podría darse. Entró corriendo al baño y trató de hacer el mayor ruido posible para que la mujer en su cama despertara. Luego de encender la máquina de afeitar logró su cometido. La mujer bostezó y se levantó, dirigiéndose hacia él, que se encontraba lavándose los dientes con una mano y con la otra peinándose.

Victor tuvo que fingir una sonrisa agradable cuando la mujer lo saludó.

―Guapo...―murmuró caminando hacia él―¿Por qué tanta prisa? Hoy es sábado.

―Hoy es sábado y hoy trabajo ―contestó el abogado.

―Pero si se nota que eres de oficina, las oficinas no abren los sábados.

―Dile eso a mi jefe, seguro le encantará ―Puso los ojos en blanco al hablar, una conversación con una extraña en su casa le hacía sentir incómodo―. Mira, puedes ver si hay algo en la alacena para desayunar y comer lo que desees. Después de eso cierra mi puerta, el portero igual no deja a nadie entrar sin autorización previa.

―Está bien ―respondió la mujer tomándolo coquetamente de la cintura para luego susurrarle al oído―. Voy a dejarte mi número sobre la cama para que otro día podamos terminar lo que empezamos...

―¡Me voy! ―dijo soltándose de la forma más amable posible.

Era uno de esos días en los que odiaba viajar en el tren subterráneo hacia el trabajo porque sabía que llegaría tarde. No había forma de llegar antes de las 9:30 a.m. y para ese entonces Victor Nikiforov sería el más incompetente de la reunión por demorarse por problemas de faldas.

Decidió bajarse dos estaciones antes para evitar abrirse mucho en el camino. Bajó en la plaza a dos cuadras de su destino y corrió como pudo hasta el enorme edificio de oficinas que parecía su segundo hogar.

El portero lo quiso recibir como siempre con una sonrisa pero sabía que estaba tarde. Seguro le habrían preguntado por intercomunicador si ya lo habían visto llegar pues apenas lo vio lo saludó con la mano y marcó un número para avisar. "El Joven Nikiforov ya se encuentra en el edificio."

Los ascensores le parecieron más lentos que de costumbre. Se miró al espejo y quiso agradecer sus buenos genes. Sin embargo, lucía mucho más pálido que las fotos que recordaba de hacía un par de años.

Prácticamente saltó del ascensor tan pronto este se abrió y fue recibido en el pasillo por Celestino.

―Por Dios muchacho ¿Qué pasó contigo?―Celestino habló sorprendido, mirando a Victor respirar agitadamente, sus brazos entrecruzados y una leve irritación en su temple.

Abogado de CocinaWhere stories live. Discover now