XLIV: Situaciones

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Christophe Giacometti estacionó el auto fuera del edificio de su investigador privado cinco minutos antes de las tres. Abrió el paraguas tan pronto salió del auto y se apresuró hacia la entrada del lugar.

El aguacero frío empapó parte de su pantalón de diseñador, pero pudo resguardarse de la humedad en pocos minutos.

El portero, como siempre amable, lo saludó y esta vez el muchacho contestó con una mueca que trató de hacer pasar por una sonrisa y un "Buenas tardes" algo seco que pudo lograr satisfacer a su interlocutor.

Las escaleras eternas se le hicieron doblemente pesadas y, para aliviar la tensión, trató de subir escalones de dos en dos.

Los músculos pronto sintieron el esfuerzo y, cuando Chris se encontraba por el cuarto piso, tuvo que detenerse a respirar.

Miró alrededor suyo y se sintió apresado en medio de paredes blancas con olor a humedad. El piso de baldosas grises lo mareó y tuvo que sentarse por un momento a descansar.

Se sentía más nervioso que nunca, incluso más que aquella vez que le habían dicho que tenían noticias de Victor. Algo muy dentro le decía que la información que iba a recibir ese día no iba a gustarle y pensaba cómo hacer para ubicar a su hermano pronto si venían días intensos de grabación de su novela a las afueras de Moscú.

Todo se complicaba con este llamado tan extraño de Gregórovicth y lo único que quería Chris era saber de una vez por todas lo que le había prometido decirle.

Se dio unos segundos más de reposo antes de volver a levantarse para ya no descansar. Ahora sí debía llegar pronto al bendito encuentro.

La plaza roja se hallaba con mucho menos gente ese sábado

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La plaza roja se hallaba con mucho menos gente ese sábado. La lluvia había decidido molestar desde temprano y la mayoría de turistas había decidido emplear su tiempo de compras en las galerías cercanas a la plaza.

Phichit Chulanont esperaba sentado en un café a que su nuevo amigo Charlie se reuniera con él.

El ver a los caminantes por la zona, totalmente despreocupados y felices alegró sobremanera el corazón del chofer.

Debido a la enfermedad de Mischa, Phichit no había tenido oportunidad de hacer muchos planes con nadie. Se había encargado esa última semana de ser una especie de sirviente multiusos, asumiendo por momentos labores de mayordomo, cocinero y chofer. Había sido una semana muy ajetreada para él y ahora, por fin, sentía que podía relajarse un poco.

Recibió un Thai Latte y sonrió cuando, minutos después, la persona que estaba esperando apareció.

―¡Charlie!

―¡Phichit, me alegro que al menos podamos vernos antes de irme!

―Yo también me alegro. ¿Cómo has estado?

―¡Bien! Estuve haciendo muchas cosas y ya pasado mañana parto para San Petersburgo. Me quedo allí una semana más.

―Bueno, espero que te guste la ciudad, hay mucho que visitar por allá.

Abogado de CocinaWhere stories live. Discover now