XLIX: Cuando nada es lo que parece ser...

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No fue la luz del sol, sino la alarma de su celular la que le avisó a Mischa Katsuki en medio de la oscuridad que una nueva semana empezaba para él. El mayordomo abrió los ojos casi de inmediato y se levantó silente para regresar a la rutina que su enfermedad había interrumpido una semana atrás. 

―¡Maldición, Mischa, no son ni las seis de la mañana! ¡Es inhumano que quieras levantarte a esta hora!

―Shhh..vuélvete a dormir, Phi. Tú puedes quedarte todavía en cama.

―¿Por qué diablos te despiertas a esta hora tan impía?

―Sabes que es parte del trabajo, Phichit ―Con mucha paciencia Mischa se colocó las sandalias y se levantó.

―Bueno, no del mío, así que hoy mismo iré a  presentar mi carta de renuncia solo para dormir hasta la hora que me dé la gana.

―Sabes que no lo harás. Necesitas el dinero y el trabajo no es tan demandante.

―Sí, sí, ya vete y déjame dormir. Mis hijos y yo necesitamos nuestras ocho horas reparadoras de sueño.

Dedicando una pequeña sonrisa a su compañero de cuarto  Mischa cerró la puerta del baño tras de él. Al acercarse al lavabo pudo observar su imagen frente al espejo del baño y, por primera vez en días, se dijo a sí mismo que ya era tiempo de volver a la normalidad. A pesar de haber conocido un poco de su vida pasada a través de Chris , Mischa no podía olvidar que seguía trabajando para alguien y que la vida, aunque en algún momento parecía haberse detenido para él, había seguido otro camino que lo había llevado hasta donde se encontraba ahora.

Era increíble recordar la forma en la que todo se había dado para él. Había pasado casi un año desde que Yuuri lo había rescatado y el destino había sido muy bueno con él. No solo había encontrado el amor del hombre más maravilloso del mundo, sino que había aprendido el oficio de mayordomo. Incluso podía decir que el trabajo le agradaba.

Sin la confianza y paciencia que la señora Plisetsky había depositado en él, probablemente Mischa seguiría dependiendo de la familia Katsuki, o quizás incluso no estaría allí para contarlo. Había sido difícil llegar hasta donde estaba, pero lo había conseguido a través de mucho esfuerzo. Quizás por ello se sentía tan agradecido con todos los que lo habían apoyado, entre ellos su jefa. Mischa quería retribuirle de alguna manera las atenciones y buen trato que le había brindado al enterarse de lo mal que había estado días atrás, por ello lo primero que iba a hacer después de una deliciosa ducha caliente sería ir a preparar un delicioso café pasado. La señora Plisetsky probablemente iba a desmayarse si seguía recibiendo el horrible café en polvo que le daba Phichit. Para continuar, iba a prepararle una ensalada de frutas hipocalóricas que alegraría su día y luego de la partida de la señora se pondría a ordenar todo aquello que no había podido limpiar la semana anterior. También planearía un exquisito almuerzo acompañado del postre favorito de la señora y estaba seguro que eso la mantendría contenta.

Con un poco de suerte incluso podría tomarse unos minutos del día para llamar a Yuuri y saber sobre los últimos detalles antes de su llegada. Dos días más de espera le parecían como una eternidad. 

Mischa quería tener en sus brazos a Yuuri lo más pronto posible, lo necesitaba luego de todo lo que había pasado en esa última semana. Aunque se sentía ansioso por la llegada de su novio a la capital rusa, estaba seguro que con Yuuri todo iba a estar mejor. Podrían conversar y decidir juntos sobre lo que vendría más adelante, era algo que el mayordomo esperaba con todo su corazón.

 Podrían conversar y decidir juntos sobre lo que vendría más adelante, era algo que el mayordomo esperaba con todo su corazón

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Abogado de CocinaWhere stories live. Discover now