XXX. Lo que nace en Moscú

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Advertencia: En este capítulo los nombres de Victor y Mischa se dirán de forma indistinta para referirse a la misma persona.

―¿Vitya?

El rostro compungido del chico de cabellos rubios y el nombre que salió de sus labios dejaron confundido a Mischa quien ,sorprendido, retrocedió dos pasos. No sabía quién era aquel hombre, pero al verlo levantarse de forma desesperada algo dentro de él retumbó. Esa misma sensación se tradujo en una breve punzada en la cabeza que lo dejó congelado en el lugar.

Mischa no pudo evitar que el rubio se le tirara encima y lo abrazara con fuerza, sintiéndose inmovilizado el gesto. A pesar de eso, era extraño para Mischa sentirse de alguna forma protegido entre esos brazos. No sabía por qué no le resultaba incómodo, tan sólo confuso, como si estuviera esperando por él desde hacía mucho tiempo.

C

hris, con el dolor a flor de piel, los pulmones inflamados de la impresión que le dificultaban respirar y los músculos tensos, reaccionó de forma impulsiva y poco meditada. Para su corazón, lo más importante era que Victor por fin estaba con él. Lo tenía en sus brazos, a salvo, tranquilo y al parecer sano. Estaba agradecido con la vida por permitirle volver a ver a su hermano y poder calmar por fin esa conciencia que le había pesado como una bola de acero inmenso sobre el corazón.

No pudo evitar que sus sentimientos se transformaran en llanto y pronto vinieran acompañados de gemidos, gemidos muy crudos y sentidos que podían romper el corazón a cualquiera.

―¡Perdóname, por favor perdóname!―gemía Chris, abrazándolo desconsolado― ¡No quise hacerlo! ¡Jamás quise hacerlo!

Mischa no llegaba a comprender de dónde provenía el profundo dolor de aquel hombre que lo abrazaba sin conocerlo. Las lágrimas mojaban su chaqueta, las palabras del hombre le calaban los huesos y, tratando de entender aquellas disculpas soltadas con esmero, se le vino a la mente que quizás se refería al choque previo de ambos cuerpos, por lo que trató de consolarlo, sobando su espalda en círculos mientras le decía "está bien, no pasa nada".

Al escuchar eso el hombre se quebró y cayó de rodillas , abrazando sus piernas mientras continuaba llorando.

Chris era un actor excelente y se le daba muy bien esconder sus sentimientos. Pero ese día no podía ocultar el mar de confusiones y sensaciones que se movían dentro de él como olas de potencia nórdica, beligerantes y barbáricas, que le dificultaban expresarse con mayor claridad.

Segundos después llegó Yuuri y, preocupado por la rara escena que venía observando desde lejos, le puso la mano al hombro a Mischa, observando confundido al hombre arrojado a sus pies.

―Amor, ¿estás bien? ¿Qué pasa?

Mischa lo miró perdido, con un leve dolor de cabeza que ya no quería soltarlo por nada del mundo.

―Yo estoy bien; sin embargo creo que este hombre está muy mal. No sé por qué, pero me está pidiendo disculpas por el choque que nos dimos segundos atrás, aunque fui yo quien lo chocó a él.

Chris, en medio del llanto, había escuchado esas últimas palabras y sabía que no era eso. Sabía que esas disculpas pretendían calmar su alma y demostrarle a Victor que ya no quería dejarlo solo. Ya no. Nunca más.

Yuuri se agachó donde el hombre y le puso la mano sobre el hombro de forma muy suave, casi imperceptible.

―Disculpe, ¿se encuentra bien?

Abogado de CocinaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum