Capítulo 4: Agridulce

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20 p.m.

Se le estaba haciendo tarde para dormir, seguramente mañana le cueste despertar e ir a la escuela, claro, si es que le dejaban salir para entonces, el interrogatorio tomó un rumbo diferente desde hace una hora.

Había detenido su mirada hace rato en las grises paredes de la fría comisaría mientras el oficial de policía hablaba, Craig lo ignoraba, estaba aburrido y tenía hambre.

Conocía muy bien a ese hombre, Barbrady, era uno de los amiguitos de su padre, justo lo más peligroso que podía tener a su favor un golpeador: un amigo policía.

—Craig.— Llamó el policía, el tono cansado en su voz denotaba insistencia.

Craig salió de su trance.

—¿Qué quiere? Ya le dije todo lo que tenía que decir, pero sé que no hará nada.

—Repite la historia. Ya hablamos con tu padre y realmente estarías en problemas si no prestas atención.

Cualquier persona de bien se impresionaría al escuchar la impunidad con la que intentaban culpar a como dé lugar al joven, sin embargo, no era algo extraño en Estados Unidos, mucho menos en aquel pueblo de Colorado.

—Él golpea a mi madre cuando se le da la gana y el que estará en problemas soy yo. — Analizó con seriedad, en su voz se podía percibir impotencia e ironía.

—No nos juzgues antes de actuar...

—Sí, claro, "no juzgarlos".— Retrucó Craig entre falsas risas.

—¿Disculpa?— Interrogó el oficial, con ofensa.

— Estas cosas siempre terminan en lo mismo: madre y esposa golpeada denuncia repetidas veces, ustedes se lavan las manos, y no hacen más que poner ridículas restricciones de acercamiento o fianzas baratas, hasta que dicha mujer muere y en ese momento, intentan hacer algo, pero oh, sorpresa, el hijo de perra se va y todo queda en la nada.

Un silencio sepulcral invadió el cuarto en donde se encontraban Craig y el oficial Barbrady, la tensión se volvió agobiante y la derrota era difícil de aceptar para un policía.

El uniformado se limitó a levantarse de su silla y salir de la oficina, dejando al chico del chullo solo.

Se oían murmullos a través de la puerta mal cerrada, una voz era de Barbrady y la otra parecía ser la del Sargento Harrinson.

Bueno, dos mierdas hablando no cambia la ecuación. Pensó Craig.

Barbrady volvió a aparecer, esta vez acompañado por Harrison Yates, sostenía una carpeta azul en su mano izquierda y un vaso de Café Tweak en la otra.

Yates dejó la carpeta en el escritorio gris de frío material, en la tapa se leía "Expediente".

Esto no puede ser bueno.

El sargento se sentó frente a él mientras daba otro sorbo a su café y abría ese enorme libro en una página que llevaba un marcador.

Tucker, Craig.

—Tucker, me temo que con los acontecimientos de los últimos días, no puedo dejarte ir como si nada.

—¡¿Qué coño?!— Exclamó Craig sin querer aceptar lo que quiso decir Harrison.

—Golpeaste a tu excompañero de preparatoria hasta dejarlo malherido, posesión de marihuana en un establecimiento educativo estatal, y ahora golpear a un hombre que ronda los sesenta años...— Le decía mientras leía el informe en la mesa.—A eso podríamos sumar lo sucedido hace cuatro años y...— Apoyó los brazos encima del libro y elevó los hombros.—Me temo que cualquier persona con sentido común, entendería el peligro que esto significa...

Good Boys with Bad Habits║ «South Park»║ EN HIATUSWhere stories live. Discover now