004. TYSON JUEGA CON FUEGO

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Percy.

En cuestión de mitología, hay una cosa que odio aún más que los tríos de viejas damas, son los toros. El verano anterior, Meredith y yo habíamos combatido al Minotauro en la cima de la colina Mestiza. Pero lo que vi allá arriba esta vez era peor; había dos toros, y no toros cualquiera, sino de bronce y del tamaño de elefantes. Y por si fuera poco, echaban fuego por la boca.

En cuanto nos salimos del taxi, las Hermanas Grises salieron corriendo en dirección a Nueva York, donde la vida debía de ser más tranquila. Ni siquiera esperaron a recibir los tres dracmas de propina. Se limitaron a dejarnos a un lado del camino. Allí estábamos: Annabeth, con sólo su mochila y su cuchillo, Meredith con su mochila y con su espada en mano, y Tyson y yo, todavía con la ropa de gimnasia chamuscada.

"Oh, dioses, " dijo Annabeth observando la batalla, que seguía con furia en la colina.

Lo que más me inquietaba no eran los toros en sí mismos, ni los diez héroes con armadura completa tratando de salvar sus traseros chapados en bronce. Lo que me preocupaba era que los toros corrían por toda la colina, incluso por el otro lado del pino. Aquello no era posible. Los límites mágicos del campamento impedían que los monstruos pasasen más allá del árbol de Thalia. Sin embargo, los toros metálicos lo hacían sin problemas.

Uno de los héroes gritó, "¡Patrulla de frontera, a mí!" Era la voz de una chica -áspera y familiar.

¿Patrulla de frontera?, pensé. En el campamento no había ninguna patrulla de frontera.

"Es Clarisse." dijo Meredith. "Vengan, tenemos que ayudarla."

Normalmente, correr en socorro de Clarisse no habría ocupado un lugar muy destacado en mi lista de prioridades; era una de las peores abusonas de todo el campamento. Cuando nos conocimos, trató de introducir mi cabeza en un váter. Además, era hija de Ares, y yo había tenido un grave encontronazo con su padre el verano anterior, de manera que ahora el dios de la guerra y todos sus hijos me odiaban.

Aun así, estaba en problemas. Los guerreros que iban con ella se habían dispersado y corrían aterrorizados ante la embestida de los toros, y varias franjas de hierba alrededor del pino habían empezado a arder. Uno de los héroes gritaba y agitaba los brazos mientras corría en círculo con el penacho de su casco en llamas, como un fogoso Mohawk. Logre ver a Zashenka al lado de Clarisse empuñando su espada a un costado de un toro. La armadura de la propia Clarisse estaba muy chamuscada, y luchaba con el mango roto de una lanza: el otro extremo había quedado incrustado inútilmente en la articulación del hombro de un toro metálico.

Destapé mi bolígrafo y con un temblor empezó a crecer y hacerse más pesado, y en un abrir y cerrar de ojos tuve la espada de bronce Contracorriente en mis manos. "Tyson, quédate aquí. No quiero que corras más riesgos."

"¡No!" dijo Annabeth. "Lo necesitamos."

Yo la miré. "Es un mortal. Tuvo suerte con las bolas de fuego, pero lo que no puede-"

"Percy ¿sabes quiénes son ésos de ahí arriba?" pregunto Meredith señalando la colina.  "Son los toros de Cólquide, obra del mismísimo Hefesto; no podemos combatir con ellos sin el Filtro Solar FPS 50,000 de Medea, o acabaremos carbonizados." Se nota que paso mucho tiempo con Annabeth.

"¿Qué cosa... de Medea?"

Annabeth hurgó en su mochila y soltó una maldición. "Tenía un frasco de esencia de coco tropical en la mesilla de noche de mi casa. ¿Por qué no lo traje?"

"Te dije que podía servirnos" dijo Meredith rebuscando en los bolsillos de su mochila.

Hacía tiempo que había aprendido a no hacerles demasiadas preguntas, pues sólo lograba quedar todavía más desconcertado. "Miren, no sé de qué están hablando, pero no voy a permitir que Tyson acabe frito."

Percy Jackson y El Mar de los Monstruos || Percy Jackson Y Tu ||  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora