025. LA CARRERA DE CARROS TERMINA EN FUEGOS ARTIFICIALES

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Percy.

Gracias a la capacidad especial de los centauros para viajar, llegamos a Long Island poco después de que lo hiciera Clarisse. Cabalgué junto a Meredith a lomos de Quirón, pero no hablamos mucho durante el trayecto, y menos aún de Cronos. Tenía que haber sido difícil para Quirón hablarnos de él y no queríamos agobiarlo con más preguntas. O sea, antes ya nos habíamos tropezado con otros casos de parientes embarazosos. Pero... ¿se lo imaginan? ¿Cronos, el malvado señor de los titanes, el que pretendía destruir la civilización occidental? En fin, no era la clase de padre que invitarías al colegio el día de fin de curso.

"¿Crees que deberíamos decirle algo?" me pregunto Mer susurrando.

"No, no creo que quiera hablar sobre eso." le dije.

Cuando llegamos al campamento, los centauros tenían muchas ganas de conocer a Dioniso. Les habían dicho que organizaba unas fiestas increíbles. Pero se llevaron una decepción, el dios del vino no estaba para fiestas precisamente cuando el campamento en pleno se reunió en lo alto de la colina Mestiza.

En el campamento habían pasado dos semanas muy duras. La cabaña de artes y oficios habían quedado carbonizadas hasta los cimientos a causa de un ataque de Draco Aionius (que, por lo que pude averiguar, era el nombre latino de un lagarto-enorme-que-escupe-fuego-y -lo-destruye-todo). Las habitaciones de la Casa Grande estaban a rebosar de heridos; los chicos de la cabaña de Apolo, que eran los mejores enfermeros, habían tenido que hacer horas extras para darles los primeros auxilios. Todos los que se agolpaban ahora en torno al árbol de Thalia parecían agotados y hechos polvo.

En cuanto Clarisse cubrió la rama más baja del pino con el Vellocino de Oro, la luna pareció iluminarse y pasar del color gris al plateado. Una brisa fresca susurró entre las ramas y empezó a agitar la hierba de la colina y de todo el valle, todo pareció adquirir más relieve: el brillo de las luciérnagas en los bosques, el olor de los campos de fresas, el rumor de las olas en la playa y sobre todo las amapolas azules que estaban al pie del árbol, las que representaban a la madre de Meredith, volvían a tener su forma y floreciente color azul.

Poco a poco, las agujas del pino empezaron a pasar del marrón al verde.

Todo el mundo estalló en vítores. La transformación se producía despacio, pero no había ninguna duda: la magia del Vellocino de Oro se estaba infiltrando en el árbol, lo llenaba de nuevo vigor y expulsaba el veneno.

Quirón ordenó que se establecieran turnos de guardia las veinticuatro horas del día en la cima de la colina, al menos hasta que encontráramos al monstruo idóneo para proteger el vellocino. Dijo que iba a poner de inmediato un anuncio en El Olimpo Semanal.

Entretanto, los compañeros de cabaña de Clarisse la llevaron a hombros hasta el anfiteatro, donde recibió una corona de laurel y otros muchos honores en torno a la hoguera.

A Zashenka, Annabeth, Mer y a mí no nos hacían ni caso. Era como si nunca hubiésemos salido del campamento. Supongo que ése era su mejor modo de darnos las gracias, porque si hubieran admitido que nos habíamos escabullido del campamento para emprender la búsqueda, se habrían visto obligados a expulsarnos. Y la verdad, Meredith y yo ya no quería más protagonismo, resultaba agradable ser un campista más, al menos por una vez.

Aquella noche, mientras asábamos malvaviscos y escuchábamos de labios de los hermanos Stoll una historia de fantasmas sobre un rey malvado que fue devorado por unos pastelillos demoníacos, Clarisse nos empujó por detrás y nos susurró al oído:

"Sólo porque se hayan comportado una vez como es debido, no vayan a creer que ya se han librado de Ares. Sigo esperando la ocasión para pulverizarlos mas a ti Jackson." Meredith sonrió de mala gana.

Percy Jackson y El Mar de los Monstruos || Percy Jackson Y Tu ||  [Completa]Where stories live. Discover now