Liam es...

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Layan sintió que la respiración se le quedó atorada en su garganta.

-PRISCILAAAAAA- gritó poniéndose en el borde del barranco y mirando hacia abajo.

Esa era una caída grande, peligrosa y sin posibilidades de volver. O dios, o dios. Priscila, su Priscila. Si solo hubiera estado más atento. Demonios. No, no podía quedarse allí simplemente mirando.

Priscila era fuerte, no moriría simplemente por eso  ¿verdad?

Además ese lobo que la había lanzado no podía ser quien creía. No, no, no.

La respiración se le volvió agitada pero aun así no lo pensó y sin pensarlo buscó la forma de bajar por el barranco para encontrar a unos metros una depresión de las rocas que le ayudarían a descender sin romperse el pescuezo en ello.

-Espérame Priscila- Layan se estaba volviendo loco. No le importaba nada que no fuera salvar a su loba. Si lo solo hubiera atendido más. Si solo no la hubiera dejado de atender por esos segundos.

¿Por qué cada vez que le quitaba los ojos de encima ella estaba al borde de la muerte? ¿Por qué?

Era como si el destino lo castigara por no atesorarla lo suficiente y se la quitara para que aprendiera la lección.

Se daba por vencido. Ya lo entendía. No lo volvería a hacer. Esta era la vencida pero por favor que no le arrebatara a Priscila de su lado por favor. Eso era lo único que pedía mientras descendía con cuidado por las piedras sabiendo que un paso en falso y podía quebrarse hasta el último hueso.

Pero y si eso le había ocurrido a Priscila. No, no…

Estúpido…

Es tu culpa…

Tú provocaste esto…

Mi loba va a morir por tu ineptitud, por tu rechazo…

Es tu culpa

Tu culpa, tu…

-CÁLLATEEEE- Layan gruñó ante la voz que le hablaba en la cabeza y que no la conocía pero por alguna razón a la vez le resultó algo familiar. Venía desde dentro de él y hacía que aquellas pulsadas de algo queriendo entrar se esfumaran. Como espantándola. Pero no tenía cabeza ni para pensar en Liam ni para esa voz en su cabeza.

Layan gimió deteniéndose en una de las piedras.

-Lo sé…es mi culpa, es mi culpa- gruñó para sí mismo- Es mi culpa-

Se recriminaba tanto que dolía pero de seguro era menos el dolor que le había provocado a ella todo este tiempo. Y decir que le había entregado su celo a otro. De solo recordar que había dicho aquello le partía el corazón.

Pero sería la última vez. Atesoraría a Priscila. Si, la haría su reina y la haría vivir precisamente como una reina. Solo esperaba que no fuera muy tarde.

Cuando estuvo a varios metros donde pudo ver el suelo se lanzó aunque debido a la distancia una de sus patas se fracturó. Layan apenas lo sintió, simplemente usó su habilidad para restaurar su cuerpo y comenzó a moverse buscando un rastro de olor de su loba.

Buscó de un lado a otro pero no encontró nada hasta que a lo lejos le llegó un leve olor…olor a sangre.

El pelo del lomo de Layan se erizó y corrió hacia allí pero solo encontró un charco de sangre que bañaba un arbusto y ramas secas partidas pero nada más. No había rastros de Priscila, no había rastros de ese lobo.

Dio vueltas en el lugar. Se estaba desesperando, dónde estaba su loba. ¿Dónde estaba Priscila?

De pronto un aullido. Se escuchaba lejos pero no tanto.  Y era el de quien menos quería ver en ese momento. Que Hades hubiera llegado en esa situación era e peor escenario. De seguro no querría escuchar excusas de dónde estaba su hija. Maldición.

Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo Where stories live. Discover now