Hielo y escarcha

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Layan llevó a su boca un pedazo de carne y lo masticó como si fuera chicle. Apenas si le pasaba por la garganta por lo que se llevó una gran copa llena de agua tragando hasta la última gota. Esta fue llenada nuevamente por Kei que estaba sentado frente a él en la mesa especial de él.

A diferencia de la manada de Hades no todos comían en el castillo junto con él dado el tamaño de la manada. Normalmente los que estaban emparejados solían cocinar en sus respectivas casas. Mientras tanto, los solteros, guardias, jóvenes, los que trabajaban allí adentro o cualquiera que ese día no quisiera ir a cazar, podía unírseles. Al final siempre eran más de 50 los que se reunían allí.

-¿Alfa, ocurre algo?- Kei le sirvió otro pedazo de carne en el plato aunque Layan no le prestó atención y eso preocupó al beta. Dado su trabajo su alfa era de los que más alimento consumía.

-Perdí los estribos hoy Kei- soltó Layan dejando caer su espalda contra el respaldar de su asiento- Le grité a Priscila, la encerré. Yo no soy así. Nunca me he comportado tan salvaje con nadie. Ni por más molesto que me ponga-

Se pasó la mano por el rostro que corrió hacia un lado para no enfocar el rostro de su beta que sabía que no lo iba a juzgar. No mantenía a su lado a Kei por gusto. No había nadie más leal que él.

-Alfa, Priscila es una loba difícil-

-Eso no justifica mis acciones- suspiró- Ya le mandé comida pero creo que debería ir a hablar con ella personalmente. Esta vez intentaré ser el lobo racional que soy y no perder la paciencia con ella-

-Lo entiendo alfa- como siempre Kei era un lobo de muy pocas palabras.

-Te encargo de esto- señaló el comedor lleno con la barbilla.

Se levantó solo para ver como uno de los guardias entraba corriendo y caía de rodillas delante de él. Parte de su ropa tenía una ligera capa cuarteada de cristal. No. No era cristal. Parecía...hielo.

-¿Qué demonios está pasando?- de dónde había salido el hielo. En sus tierras todavía no tocaba la temporada de invierno. Acaso...

-Mi señor, no podemos entrar al cuarto de la Princesa- pegó su cabeza al suelo. Layan apretó sus dientes- Todo está congelado-

Los ojos del alfa se abrieron y salió corriendo en dirección a dónde debía estar Priscila. Su corazón palpitaba fuerte en su pecho y su aliento se quedó atorado en su garganta cuando se detuvo delante de la puerta.

No solo era el cuarto donde había dejado a Priscila. Las paredes a lo largo del pasillo, el piso, las cortinas, las ventanas, incluso las flores decorativas que solían ponerse todos los días estaban cubiertos por una capa platinada y brillante de hielo. La temperatura había descendido considerablemente y ni siquiera se calentaba por los rayos del sol que se filtraban por las ventanas.

Pero lo peor era en la puerta. Apenas si se podía ver el color de la madera tallada. La capa que la recubría era sumamente gruesa y sólida. Un humo fino y helado salía del borde inferior arrastrándose por el suelo.

Junto a Layan estaban tres guardias más preocupados por la situación pero en cuanto uno de ellos decidió tocar la manigueta de la puerta para forzarla inútilmente su mano se congeló al momento y la capa de hielo comenzó a desplazarse a lo largo de su brazo.

El lobo gritó cayendo al suelo. Layan lo agarró del cuello y lo alejó del frío ordenando que pusieran su miembro afectado en agua caliente. No sabía si funcionaría. Este no era una congelación normal.

-Que nadie se acerque- ordenó firmemente. Oyó que Kei se acercaba corriendo con dos guardias más pero lo detuvo con su mirada. El beta había estado tanto tiempo a su lado para entender la referencia- Priscila- llamó a la loba.

Esperó varios segundos en donde no recibió respuesta. No podía sentir su olor u oír sus movimientos dentro, aun con sus sentidos desarrollados por encima de la media de cualquier lobo. Eso lo hizo inquietarse aún más.

-Priscila, soy Layan, déjame entrar- le pidió y otra vez no hubo respuesta. Intentó llamarla a través de su vínculo incompleto pero falló. Estaba claro, era incompleto, a esa distancia y con una barrera de por medio no funcionaba. SI estuvieran enlazados su mente podría conectar con la de ella fácilmente- Maldición-

Necesitaría estar junto a la loba para poder hacerla entrar en razón nuevamente. Esto le parecía igual a cuando ella había perdido el control cuando despertó su poder de fuego. Al menos esta vez ella estaba en un lugar específico y no había corrido porque con lo grande que eran sus extensiones de tierra y sus habilidades más desarrolladas sería difícil atraparla nuevamente.

Dio un paso hacia adelante. Los lobos que lo rodeaban se pusieron nerviosos.

-Alfa- Kei intentó que se detuviera pero Layan negó con la cabeza. Como alfa debía hacer algo.

Se acercó más a la puerta y sin vacilar agarró la manigueta de la puerta. El resto ahogó un gemido de preocupación pero en comparación con el anterior guardia que había tocado la puerta, la mano de Layan no se congeló. Más bien, no ocurrió.

-¿No ocurrió nada?- murmuró para él separando la mano y mirando su palma en perfecto estado, ni siquiera había sentido la frialdad del hielo que recubría la manigueta. Apretó sus cejas.

Acaso esto tenía relación con lo que Priscila le había contado sobre el hecho de que no podía leerle la mente. Se pasó la mano por la cabeza. Esto era una locura. Pero por el momento debía ir paso por paso. Ya después hablaría detalladamente con ella y le sacaría toda la información que necesitaba. Aún si tenía que forzarla mediante el vínculo.

Volvió a agarrar la manigueta entre sus dedos y la giró con la intención de abrir la puerta y quitar el seguro desde afuera pero como se esperó no funcionó. El hielo no parecía afectarlo a él pero si a todo lo que lo rodeaba. Gruñó. No se esperaba que fuera tan fácil.

Entonces comenzó a cambiar gradualmente. Dejó que sus garras se volvieran más grandes, sus músculos se definieran aún más, sus colmillos crecieran peligrosamente y sus ojos brillaran intensos. Se arrancó la camisa desgarrándola y dejó que su pecho se cubriera con una ligera capa de pelaje rojo.

No se convirtió por completo pero si lo suficiente como para aprovechar la fuerza de su forma lobuna. Miró nuevamente a la puerta y se impulsó hacia delante golpeándola con su hombro. Incluso la pared crujió ante la fuerza con que fue golpeada la puerta y el hielo se agrietó.

Layan volvió a retroceder. Sus acompañantes se mantenían alejados, no solo por la advertencia de su alfa, sino por su aspecto actual. Era muy extraño que usara alguno de sus aspectos a medias.

No fueron dos ni tres las veces que Layan tuvo que golpear la puerta. Fueron cinco para cuando esta se abrió medianamente. Finalmente la pateó y esta se estrelló contra la pared haciendo añicos la capa de hielo que la cubría.

El hombro de alfa sangraba y esta goteaba sobre el piso perdiéndose en la neblina fría que le llegaba casi hasta la mitad de la pierna. Pero gracias a sus habilidades las heridas se cerraron rápidamente solo dejando el reguero de sangre.

Antes de avanzar al interior retrajo su forma animal para volver a su aspecto anterior. Sabía bien que no era una imagen para recordar en buenos sentidos. Dio algunos pasos dentro de la habitación y allí la escena era incluso pero que afuera.

Desde el piso, la cama, el espejo, las sábanas estaban recubiertos por una capa de hielo. Le tomó unos segundos reaccionar para ponerse a buscar a Priscila. SU vista se desplazó desde la cama hasta el sofá que estaba allí pero no la encontró. A su mente llegaron las peores situaciones cuando, entre la neblina del suelo creyó ver un destello oscuro.

Sus ojos se abrieron y corrió allí y mientras más se acercó más fuerte era el escalofrío que lo recorría. Se detuvo de golpe. No se había equivocado. En el suelo, acostada sobre su costado, apenas con la ropa interior con la que la había dejado al dejarla sola, y recubierta por una capa de escarcha estaba el cuerpo de Priscila.

Sus ojos estaban cerrados y su pecho no se movía.

Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora