Volviendo a la noche

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Priscila estaba sumida en el sueño. Su cuerpo estaba agotado y dolía en algunos lados. Sobre todo sus piernas por la larga caminata a la que el alfa la había hecho someterse, sin pensar que ella llevaba ¿Cuánto tiempo sin caminar tanto? ¿10 años? Hasta Litus la había llevado casi todo el camino en su lomo para ayudarla a descansar.

Ahora, después de provocarlo lo suficiente como para sacarlo de sus casillas, otra vez, deseaba sumirse en la total inconciencia. Porque ahora tenía la seguridad que podría hacerlo sin que su mente fuera invadida, la razón de eso se debía a...

Unas manos estuvieron pronto su cuerpo tocando su piel con cierta fuerza.

-Layan- ella soltó con voz pastosa y los ojos cerrados- Déjame dormir- le pidió.

Pero el tacto no se detuvo y pronto su cuerpo estuvo boca arriba. Ella gruñó en su garganta pero no se movió. De seguro él se aburriría rápido o solo le estaba haciendo una broma. Después de todo él había dejado muy en claro que no quería llegar un poco más allá a pesar de todos los avances que ella daba, y tampoco era que le importara mucho la resistencia de él.

-Hmm- apretó los labios cuando algo cálido y húmedo recorrió su garganta hasta su barbilla, la cual mordió ligeramente. Ella dejó salir el aire de sus pulmones.

Aquella lengua caliente volvió a su cuello y siguió lamiendo saboreando el sabor de la piel hasta llegar a la marca de dientes que todavía palpitaba. La lamió varias veces creando un escalofrío en el cuerpo femenino.

-Suave Layan- ella murmuró girando la cabeza sobre la almohada dándole más acceso- No seas brusco, estoy cansada- casi volvía a quedarse dormida, sus sentidos estaban un poco desorientados.

Unos dedos grandes apretaron sus piernas demandantes y abrieron sus piernas. Un peso cómodo se puso sobre su cuerpo. Ella abrió la boca y gimió levemente ante las sensaciones que l recorrían. Las manos sobre sus muslos se desplazaron por su cadera, pasando por la estrecha cintura y llevándose consigo la tela del ropón.

Priscila se removió y frunció ligeramente su ceño cuando dejó salir un pequeño grito de sus labios. Un dolor punzante en su seño le hizo abrir los ojos de golpe.

-Layan, te dije que sua...- las palabras se detuvieron en su boca al mirar hacia abajo.

Sexy era una palabra adecuada para describir al lobo, como también peligroso, salvaje, o aterrador si ella supiera lo que era tener miedo. Pero de que era intimidante lo era. Sobre ella estaba el cuerpo desnudo mucho más grande que el de ella y muy marcado de Layan. La luz que se filtraba por los ventanales delineaba cada delicioso músculo trabajado.

Su largo cabello rojo estaba desparramado por un costado de su torso y algunos mechones enmarcaban su rostro hermoso y varonil. Pero no era eso o el hecho de tener al lobo que quería como suyo desnudo sobre ella lo que llamaba su atención. Eran además de sus colmillos largos en toda la extensión, mucho más que como los llevaba normalmente, eran sus ojos azules ausentes de iris. De un azul oscuro potente y embriagador que le hizo tragar en seco y ponerse en alerta.

No le tenía miedo pero las alarmas en su cuerpo se activaron. Era incluso peor que el bosque.

-Layan- lo llamó con voz seca y dominante, quería saber hasta dónde estaba consiente él pero no recibió respuesta- Layan- lo volvió a hacer para que sus labios fueran cerrados con fuerza.

Su cabeza se incrustó algo doloroso contra la almohada mientras su boca era invadida con violencia. El peso de Layan no le daba cavidad a que se pudiera mover libremente. Priscila gruñó en el interior de su garganta pero eso solo provocó que el lobo reforzara el beso y su lengua presionara contra la suya de forma envolvente. Recorrió toda su cavidad, repasando los colmillos medianos de ella saboreándolos.

Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo Where stories live. Discover now