Jugando con Priscila

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Layan era un lobo que muchos nunca sabían cómo tomarlo. Algunos pensaban que era muy cruel, otros que era desconsiderado, otros un prepotente por el lugar que tenía entre todas las manadas, otros que era un lobo valiente, o un ejemplo a seguir. Pero la verdad muy pocos habían visto realmente quien era él. Además de tenerle miedo por todo el poder que poseía y que muchas veces hacía gala de él.

En el fondo y aunque muchos pensaban que no, para él las personas que le eran importantes estaban en primer lugar. Podía ser amable cuando lo quería, muy cariñoso, empalagoso si se lo proponía, así mismo como frío, o hasta distante. Era alguien con un humor muy variable en la realidad, aunque con aquellos que quería intentaba ser lo más agradable posible. Y si esta persona era a quien amaba hasta daría su vida y la mimaría hasta hastiarse. Como había planificado hacer con Priscila.

Después de haberla tratado duramente al inicio se había propuesto ser ahora todo un caballero con ella. Atenderla, cuidarla, amarla, como ella se merecía. Pero eso era fuera de la habitación. Como todo macho con genes alfas, Layan era un lobo con un lívido bastante elevado. Y aunque podía ser un caballero aun en la cama, tenía tendencia a ser algo rudo y sobre todo le gustaba el sexo fuerte e intenso. Puede que una que otra vez pudiera hacerlo lento, llenado de besos y palabras hermosas, pero eso era solo para ayudar a endulzar a su pareja del momento o para que esta tomara un respiro para volver a la dura rutina. Podía tener varias rondas sin cansarse y esa era una de las razones por las que le gustaban las parejas con un cuerpo fuerte capaz de soportarlo.

Y sabía que Priscila era la adecuada. Con la sangre de todos los alfas corriendo por su venas, fuerza y poder era lo que menos le faltaba.

Se relamió los labios cuando una vez dentro del cuarto y lanzó a Priscila sobre el único colchón que se encontraban sintiendo un quejido de esta al caer sobre la superficie mullida en el suelo. La imagen era hermosa. Ella boca arriba, jadeando y mirándolo un poco confundida, sus piernas abiertas le daban una vista de lo que estaba allí pues la prenda que tenía apenas si cubría su cuerpo.

Layan comenzó a exudar feromonas fundiéndolas con las de la loba llenando la estancia de una densa nube que hizo gemir y estremecer a su pareja sobre la cama. Adoraba eso, verla suplicar por él, era algo que lo excitaba al punto de volverlo loco, y ya de por si él estaba demasiado excitado con el celo de ella. Todavía se preguntaba cómo estaba lúcido y sin acabar de ponerle un dedo encima.

Estaba tan centrado en su pareja que no se percató que aquella habitación ya no tenía muebles, solamente estaba el colchón cerca de la pared donde dos pares de cadenas sobresalían y grilletes pesados adornaban los extremos. Allí sería amarrado una vez absorbiera a Liam una vez terminado el enlace, ese era el plan que tenía que apegarse. La iluminación solo era dada por algunas pequeñas rendijas en la parte superior y de algunas velas estratégicamente, aunque él no las necesitara. Podía ver perfectamente a su pareja.

Y aunque era una bestia en cuanto a sexo se refería, todavía era consiente que ella era una loba en su primer celo, Priscila era virgen por lo que no podía simplemente tirársele encima y penetrarlas hasta que ella no tuviera cabeza. Lo haría, pero más adelante. No quería que su primera experiencia fuera tan intensa que después lo rechazara. Así que se mordió el labio inferior y se hizo un análisis mental para controlarse y rezó para no perder el control y más por su parte salvaje que arañaba dentro de él para ser él el que tomara el control y la follara, pero no. Ellos podían ser uno mismo, sin embargo, Priscila era de él, su virginidad era de él por lo que estaría lúcido cuando entrara dentro de ella.

Un gemido de angustia llegó a sus oídos y notó que Priscila apretaba sus muslos con las piernas flexionada y sus ojos estaban duramente cerrados, parecía que sufría, y él sabía el porqué.

No la haría esperar más. Así que primero se llevó la mano empapada de él a sus labios y lamió los fluidos que estaban allí saboreando el néctar de su loba y por supuesto, se lo imaginó, era mucho más dulce que antes. Su cuerpo tembló y su erección palpitó duro contra el pantalón que estaba con una mancha húmeda. Sin pensarlo mucho lo arrancó destrozando la tela a su paso. Ahora libre su erección se alzó dura y palpitante contra su abdomen. Y sonrió mostrando sus colmillos.

Nunca se había encontrado tan emocionado antes por tener sexo y sabía que no necesitaría mucha estimulación para correrse. Aun así, debía preparar a la loba porque no sabía si podía ser lo suficientemente suave.

Con un movimiento de sus manos abrió los muslos y se metió entre ellos dejando caer su peso contra el cuerpo de ella. El colchón cedió bajo el peso de ambos, pero Layan no la dejó protestar. Agarró sus labios entre sus suyos mientras acomodaba su cadera contra la de ella dejándola sentir lo duro y caliente de su pene. Y la sintió estremecerse. Delicioso.

Los besos de Layan eran energéticos y profundos, enterrando su lengua en la cálida cavidad de su pareja enrollándola con la de ella con un sonido húmedo. Como mismo barría desde sus encías, el cielo de su boca, para otra vez volver a su lengua y atraerla hacia su propia boca donde a chupaba y raspaba con sus dientes. Los dedos de Priscila con sus uñas desenfundadas se enterraban en la piel de la espalda del lobo que torturaba su boca.

Layan no fue consiente del dolor ni de las marcas. Estaba más concentrado en esa cosita suave que devoraba en si boca y en sentir los gemidos de la loba contra sí. La saliva apenas la loba podía contenerla en su boca. La lengua del alfa no dejaba ningún lado sin repasar al punto que se sintió tan profunda que su garganta se contrajo. Nunca había sido besada por él de esa forma. Los colmillos de él a la vez mordisqueaban los labios de ella y pronto Priscila estuvo casi sollozando por la tortuosa estimulación.

Solo así Layan se separó un poco dejando un grueso hilo de saliva que aun los unía. Priscila no podía cerrar la boca, jadeando en búsqueda de aire. Su propia saliva se derrababa por la comisura de sus labios, su rostro estaba mortalmente rojo y esos ojos, dios, lo miraban totalmente plateados, pero aun buscando excitación.

La loba sentía toda su lengua sensible y hormigueante después de tanta estimulación a la que no estaba adaptada. Era como si su lobo quisiera devorarla completamente. Y apenas habían empezado. Se removió inquieta, no solo era su lengua, su cuerpo latía entero y alzó un poco su cadera para rozarse aún más con aquella vara dura que solo rozaba, pero no hacía nada más. Gimió en frustración.

Layan sonrió con satisfacción pasando su lengua por sus labios y después por los de ella limpiando medianamente el desastre de la saliva y saboreando la de ella. Le encantaba hacerla suplicar. Dios, esto era más divertido de lo que pensó

¿Qué demonios le estaba pasando por la cabeza antes para negarse a follar con esta loba y hacerla suya?

Pues cualquier estupidez.

-Tranquila amor, solo hemos comenzado- le dijo contra su mejilla para después besarla y seguidamente morderle la punta de la nariz. Se rio al recibir una mueca por parte de ella- te haré sentir bien antes que te envuelva en la locura y estés gritando toda la noche.

Y con una sonrisa lobuna se desplazó por su cuello lamiendo y raspando con sus colmillos. Dejando un notorio rastro de chupones que cambiarían de colores antes de desaparecer por completo. Y cuando lo hicieran él los volvería a hacer. Le gustaba el cuerpo de Priscila marcado por él, así todos sabían que era suya, que le pertenecía.

Mientras se desplazaba por su clavícula Layan bajó una mano hasta el interior de los muslos de Priscila buscando esa zona que latía y demonios cuando tocó. Estaba más caliente y húmedo que antes. Se oyó gemir de placer de solo el tacto. No se imaginaba cuando estuviera en su interior. Su miembro latió solo de pensarlo.

Y enterró sus dedos entre los hinchados labios palpando de arriba abajo por toda la zona encontrando ese agujero apretado y virgen donde sus dedos apenas cabían de lo apretada que era. Esa primera vez iba a dolerse aun si estaba en celo. Podía sentir las caderas de ella temblar y sus feromonas como locas llamándolo, pero aun así tenía que tener cuidado, lo menos que quería era hacerle daño.

Actualización doble

Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora