37. Prisionera

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Sábado por la mañana

Dylan se despierta alrededor de las 8 am y por un momento su cerebro no procesa dónde está porque no había podido dormir bien los últimos días sin el calor de Yue en su cama. Entreabre los ojos ante la luz encandiladora que entra por la ventana, suspira y luego recuerda: las uvas, las fresas, perseguir a Yue por toda la alfombra del armario, riendo y pintándola... Ella está aquí, con él. ¡Qué alivio!

Dylan rota su cuerpo lentamente porque no quiere despertarla. Hay una sonrisa gigantesca en su rostro ante la perspectiva de encontrar a su dulce señorita a su lado, en su cama, pero la sonrisa enseguida se borra. Qué decepción darse cuenta de que Yue no está en la cama, y la puerta del baño está abierta, pero no hay nadie adentro.

Dylan se sienta con los ojos bien abiertos y mira a su alrededor frenéticamente. ¡¿Dónde rayos está?!

Molesto, Dylan tira las sábanas y sale de la cama completamente desnudo. Corre al armario y nada; se lanza a la cocina y la sala y nada, al lavadero y nada. ¡Oh, ya verás cuando te encuentre! Dylan está furioso, o más bien está aterrorizado de pensar que Yue podría haberse escapado mientras estaba dormido. ¡¿Cómo no se dio cuenta?!

La búsqueda continúa en la habitación de huéspedes. Aparentemente, Yue tampoco está allí, sin embargo, cuando Dylan se da la vuelta para irse, escucha a alguien tarareando... ¡Yue! ¡El baño! ¡¿Qué está haciendo en el baño de visitas?!

Dylan abre la puerta de golpe y Yue se sobresalta.

"¡Oye! ¡Me asustaste!" grita desde debajo del cálido chorro de agua.

Lo que Dylan está sintiendo por dentro es indescriptible. Está molesto pero aliviado, preocupado pero feliz y confundido... ¡Qué cóctel! Abre la puerta de la ducha y Yue lo nota todo en sus ojos. No sabe si debe consolarlo o salir corriendo.

Dylan la jala hacia él y la abraza, casi asfixiándola. "Pensé que te habías ido. Por un momento, me estaba muriendo..." se queja con la cara hundida en el cuello de Yue.

"Lo siento", apenas puede decir ella, y le frota las manos en la espalda. "Te estás mojando todo..."

Con el agua goteando por su rostro, Dylan da un paso atrás y acuna la cara de Yue con las manos. "¿Por qué te duchas aquí? ¡¿Estás tratando de causarme un infarto?!"

"No quería despertarte. Tienes el sueño tan ligero... Lo siento".

Dylan la tira hacia él de nuevo y la mantiene allí, en sus brazos, donde encaja perfectamente. No tiene intención de soltarla, pero sus cuerpos están empezando a reaccionar a la proximidad.

En un instante, la tristeza que se había mezclado con la ira se transforma en un fuego que arde dentro de Dylan y se convierte en un deseo incontenible. Agarra los muslos de Yue y la levanta; la presiona contra la pared de azulejos y Yue se estremece, tanto por la superficie fría como por la intimidad. Rápidamente, Dylan se apodera de su boca y ella cede voluntariamente a su ardiente pasión. Es imparable y ella lo sabe, pero no querría detenerlo incluso si pudiera.

De repente, Dylan rompe el beso y mira a los ojos de Yue con un fervor que hace palpitar sus entrañas. Mueve los labios hacia su oído y le susurra: "No tenías permiso para alejarte de la cama. Ahora hay que castigarte".

"¡¿Qué?!" Yue exclama. Confía en este hombre, pero en el fondo de su mente siempre está la idea de que tiene un látigo escondido en un sótano por ahí. No seas tonta, Yue, ¡probablemente solo se esté burlando de ti a propósito! Aunque es un tipo diabólicamente guapo y peligroso...

Sin más explicación, Dylan suavemente pone a Yue de pie y las dudas se disipan sin demora cuando sus manos se proponen acariciarle el cuerpo hacia arriba y hacia abajo, y sus labios deciden viajar por un camino de deleite desde el cuello hasta los hombros de Yue, y entre sus montículos... ¡Oh, cielos! Eso es increíble... "No te detengas..." ella solicita débilmente.

Amor criminalWhere stories live. Discover now