63. Inolvidable

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Después de hablar con Sofía, Yue tomó la sabia decisión de no ir más a la cárcel como un visitante cualquiera, pues sería inútil. Sin embargo, su mente no dejaba de dar vueltas; imágenes de Dylan con moretones aparecían constantemente en su cabeza, aunque todavía no lo había visto.

Ese día, Yue prefirió dirigirse a la oficina, que solo está parcialmente operativa en este momento, y con la ayuda de Darren y César elucubró un plan.

De más está decir que los chicos estaban molestos de escuchar que Dylan lo ha estado pasando mal en prisión innecesariamente, por lo tanto, César ha optado por tomar el asunto en sus propias manos.

Dos días después

"¡Wang!" le grita un guardia a Dylan, quien está acostado en su cama, mirando al techo, jadeando, con los brazos envueltos alrededor del torso.

"¿Sí?" murmura.

"Ven conmigo. ¡El alcaide quiere verte, mueve el trasero!" le ordena, ignorando la condición física de Dylan.

Dylan se sienta con dificultad, sus brazos todavía rodean su pecho como si tratara de mantener su cuerpo unido, y gruñe, frustrado por las punzadas de dolor que abruman su sistema nervioso.

A paso de caracol, baja los pies al suelo, se pone de pie de mala gana y se arrastra hacia el pasillo, luciendo desgastado.

El guardia lo agarra del brazo con decisión y comienza a guiarlo hacia la oficina.

"¿Sin esposas?" Dylan interroga, arrugando su frente. Qué extraño.

"¡Solo muévete, Wang!"

Cielos, está bien.

La caminata toma unos minutos porque la oficina del alcaide está al otro lado del complejo y Dylan apenas logra seguirle el paso al guardia.

Mientras andan en silencio a través de los largos y deprimentes pasillos, Dylan se pregunta qué podría querer el director de la prisión con él. Solo vio al hombre una vez cuando llegó a este miserable lugar –que, por cierto, no es el mismo en el que se quedó antes y no sabe por qué– y no se le ocurre ninguna razón por la que quiera verlo.

A pesar de que otros reclusos han estado atacando a Dylan, a nadie parece importarle. Entonces, ¿por qué de repente está en el radar del alcaide? Con suerte, los otros reclusos no pensarán que Dylan es un soplón, porque ya tiene suficientes problemas simplemente por ser el hijo de su padre.

Cuando llegan a la oficina, el guardia toca la puerta dos veces y el director abre enseguida, pero mantiene una mano en la manija y oculta la vista a la habitación con su cuerpo y la puerta medio cerrada. Todo lo que Dylan puede entrever es un escritorio desordenado detrás del hombre.

"Me pidió que trajera a Wang, señor".

"Sí, gracias. Vuelve en una hora a buscarlo".

"Sí, señor".

El alcaide vigila al guardia hasta que lo pierde de vista mientras Dylan se queda parado fuera de la oficina, desconcertado y adolorido, preguntándose qué demonios está pasando.

"Entra", apura el hombre y lo hace pasar.

Dylan da un solo paso en diagonal hacia adentro y permanece junto a la pared, observando con sospecha lo que tiene intenciones de hacer el hombre. Y lo que sucede a continuación lo deja aún más perplejo: el director intercambia lugares con él, yéndose.

"¿Señor?" Dylan sigue al hombre con los ojos, con una expresión de desconfianza en el rostro.

"Una hora, Wang. ¡Volveré en una hora!" exclama a medida que se aleja, sin darse la vuelta.

Amor criminalWhere stories live. Discover now