Capítulo doce: "¿Qué me dices del amor?"

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El placer era un tema muy extenso, por supuesto que si, ¿pero que hay del amor? ¿Qué podía Damiano enseñarle a Frigdiano sobre este tema? Mucho y a la vez poco, tenía ganas de amarlo como nunca había amado a nadie, tampoco es que hubiera amado a demasiadas personas a lo largo de su vida y ese era el problema, temía no saber amarlo como se merecía.

—A ver si lo estoy entendiendo... ¿Te ríes con las películas de terror pero lloras con las de amor? —preguntó el español entre risas.

—Nunca debí de contarte eso —rodeó sus ojos con fingida molestia—, pero si, tal cual lo has dicho.

—¡Eso es raro! —exclamó—. ¿Por qué razón!Las películas de terror están hechas para dar miedo, por la muerte y esas cosas, y las de amor para que quieras tener una relación como la de los protagonistas... Es solo ficción.

Damiano pensó en silencio lo que acababa de plantearle, nunca había pensado con claridad sobre ese tema para sacar una conclusión de todo ello.

—¿Qué me dices del amor? —quiso insistir.

—Le tengo más miedo al amor que a la muerte.

El pelinegro alzó sus cejas sorprendido, al amor no debía de tenerle miedo, a las personas a las que decidiera entregarle su corazón, si.

Se inclinó para quedar mar cerca de él y acarició su rostro con sus dos manos, haciendo que el italiano lo mirase con confusión, estaba acostumbrado a dar caricias más no a recibirlas. El simple hecho de pensar que el español podría acariciarlo así siempre le hizo arder la boca del estómago, un ardor agradable que no quería comparar con las dichosas y ridículas mariposas.

—Te han hecho daño en el pasado —afirmó—, mucho daño, por eso temes al amor.

—Si —asintió, tragando saliva, sin saber que más decirle.

—Conmigo no debes de tener miedo —habló él—, quizá sea muy malo en el italiano pero en el amor puedo ser muy bueno.

—No lo entiendes, muñeco...

—No voy a romperte el corazón —prometió.

—Eso no lo sabes...

—Que no voy a romperte el corazón, joder —insistió—. Solo déjame amarte y ámame a mi también, ¿que puede salir mal?

El italiano suspiró, le encantaba su optimismo y todo eso, pero él era más de ver la realidad. Una realidad en la que el español no lo conocía demasiado, en la que correría lejos de él si se mostraba al desnudo en cuerpo, mente y alma, una realidad en la que se enamoraría y terminaría con el corazón roto por haberlo amado demasiado.

—No voy a decirte que si pero tampoco te diré que no, solo vamos a intentarlo y que surja lo que tenga que surgir —puso una de sus manos en su nuca y lo atrajo hacia su boca, besándolo con fervor. Sabía que lo suyo iba más allá de la atracción sexual pero no quería admitirlo en voz alta.

—Con eso me conformo —susurró contra sus labios—, por el momento...

—Si quieres que esto funcione de ahora en adelante tendrás que conformarte con lo que yo te doy —dejó claro.

—Eso no es justo.

—La vida en sí no es justa, haberlo pensado antes de meterte con un dominante, muñeco —le guiñó un ojo.

Frigdiano bufó, al menos la tensión se había disipado y ahora estaba de vuelta su buen humor. Caminaron por otro rato hasta que sus piernas se cansaron y la hora de comer estaba al caer, Damiano envió un mensaje a su amigo para saber si comerían o no juntos, pero este no llegó a responder nunca así que tomó la opción de llevar al muñeco a un restaurante que quedase cerca.

—Pensé que era una cita doble con mi hermana y mi cuñado.

—Ellos ya están con el postre y nosotros ni siquiera hemos empezado con el primer plato, no está siendo una cita doble.

—Pero porque tú no has querido.

—¿Cómo dices? —se carcajeó—. Estás siendo un desubicado, muñeco, compórtate.

—Comportarse está sobrevalorado.

—Me gustas más cuando estás en tu modo tímido —se mofó.

—Te gusto en todos los sentidos, guapo —se burló—. Anda vamos a comer que yo ya tengo hambre, me apetece paella valenciana, ¿a ti te gusta?

—No la he probado.

—¡Eso es pecado! —chilló, dramatizando.

Damiano lo miró con diversión pero pidió paella valenciana para comer, tenía que hacerle caso al muñeco y confiar en sus buenos gustos. No se arrepintió de la decisión porque el sabor le agradó a su paladar más de lo que se esperaba. Durante la comida hablaron de diversos temas y no dejaron morir la conversación en ningún momento, terminaron hablando de viajes, a los sitios que habían ido y los que todavía no pero que morían de ganas por visitar.

—Quiero ir a Chile —habló Frigdiano—, en navidades me iré una temporadita para allí.

—Yo tengo en mente visitar Argentina en esa época del año —arrugó su nariz—. Hace tiempo que quiero ir y creo que este es el año adecuado.

—¡Argentina es genial! —anunció—. Tuve la suerte de ir hace unos años, una vez que pruebas el alfajor no quieres desprenderte de él.

—No sé que es eso pero lo tendré en cuanta para cuando viaje allí —murmuró, asintiendo.

Y así, entre comidas típicas y recomendaciones de lugares para visitar, fue que se pasó la hora de comer. Discutieron por pagar pero Damiano ganó esa batalla, salió del restaurante victorioso mientras el español refunfuñaba. No pudieron pasar la tarde juntos porque al italiano le surgió un problemita en el club que solo él podía solucionar, ya que Victoria había viajado a Italia la semana pasada para visitar a su familia y sus otros dos compañeros se habían tomado el día libre para conocer más la ciudad.

—Esta noche ven al club, tenemos una sesión pendiente.

BaciamiWhere stories live. Discover now