Capítulo veintisiete: "Resultados"

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Los últimos días del mes de enero llegan por fin, el italiano se sentía ansioso puesto que después de todo el tiempo que había esperado ya era hora de saber los resultados de la prueba de paternidad.

—No es necesario que estés aquí conmigo —murmuró el italiano mientras movía su pie con nerviosismo, a su lado estaba sentado Frigdiano, que lo miraba con atención para no perderse de ninguna reacción.

—¿Puedes dejar de querer mantenerme alejado de esto, por favor? Si hubiera sido al revés no me habrías dejado solo, ¿a que no? Pues no esperes a que yo si lo haga.

—No pretendo mantenerte alejado... Solo no quiero contagiarte mi mal humor.

—Relájate, ni siquiera sabes si va a salir positivo —puso su mano en su hombro—. Dijiste que el niño no se parece a ti.

—No tiene que parecerse a mi para ser mi hijo.

—Hombre, es lógico que un poco si se parezca —chasqueó su lengua contra su paladar—. Tú a tu padre te pareces, ¿o no?

—Si, pero...

—Pero nada, yo también me parecía al mío —señaló—. En el color de cabello, por ejemplo.

—¿Entonces espero veinte años para ver que tanto se parece a mi? Si, me encanta la idea, vámonos de aquí y cuando el niño tenga carnet de conducir ya volvemos —ironizó levantándose.

—¡Damiano!

—¿Qué?

A Frigdiano le fue inevitable reír, era gracioso verlo nervioso y las contestaciones que podía llegar a dar cuando lo estaba. Sin embargo, pronto se calló, pues vio de lejos llegar a Alexandra con la criatura en brazos. Se levantó también por respeto y dejó que el italiano los presentara, puesto que el día que se hizo las pruebas no lo había podido acompañar. Era la primera vez que se veía con la ex de Damiano, ya le habían hablado de ella antes y por muy mal que le cayese tenía que admitir que era muy guapa. Quizá más de lo que le gustaría.

—Bueno, ¿quieres cargarlo?

—¿Yo?

—Si, muñeco, es mejor que lo cargues tú a qué lo cargue yo.

El pelinegro tragó saliva y sin poderse resistir a la propuesta le extendió los brazos, el bebé no tardó en acomodarse entre estos, sonriente. Los niños tampoco eran su especialidad pero estaba bien que se fuera acostumbrando a ellos, al menos así no sería un primerizo con su sobrino.

—¿Están listos para saber los resultados? —uno de los médicos preguntó con diversión mientras le extendía el sobre bien cerrado, Damiano fue rápido en abrirlo sin importarle qué lo estuviera haciendo a lo bruto y rompiendo por donde no era.

Su tez palideció de inmediato y lo primero que hizo al levantar la mirada fue buscar la de Frigdiano. Pasó saliva por su garganta de manera notable y sin disimular nada, después asintió ligeramente con la cabeza.

—Yo... Necesito un momento, ahora vuelvo —le pasó el sobre a la mujer y se acercó a su novio—. Voy al baño.

—Damiano...

—Estoy bien, estábamos preparados para esto —fingió una sonrisa antes de irse casi corriendo al lavabo, donde no pudo contener las lágrimas de rabia.

Quería actuar con madurez, tal y como ese niño se merecía, pero por una parte se negaba a hacer algo que no salía de sí. La historia de Frigdiano vino a su mente, la manera en la que se sentía rechazado por su padre en épocas navideñas y demás, él no quería que Giovanni se sintiese de la misma manera. Nadie se merecía eso. ¿Pero que iba a hacer él?

Por otra parte, Frigdiano le devolvió el niño a Alexandra cuando sintió sus brazos adormecerse, las ganas de ir corriendo al baño para abrazar al dominante estaban presentes, pero también sabía que debía de darle su espacio para asimilarlo.

—¿Esperabas que los resultados fueran negativos? —preguntó ella, casi divertida.

—No me esperaba nada, estaba claro que cualquiera de las dos opciones podría ser posible.

—Felicidades entonces, eres... ¿Padrastro?

—No, no soy nada, es el hijo de mi novio y nada mas —negó con la cabeza.

—Sé que cuesta aceptarlo pero ambos os acostumbraréis, no es nada más que un hijo, tenéis que ser los adultos que se espera que seáis —bajó la mirada a Giovanni—. Dile a Damiano que me llame o algo, tenemos mucho que acordar.

—Lo haré —prometió.

Alexandra se despidió y después caminó hasta la salida, los ojos del español no se despegaron de ella en ningún momento, incluso después de salir siguió mirándola a través de la cristalera que mostraba el exterior. La vio dejar al niño en el coche y después salió con su teléfono en mano para hacer una llamada, sonriente y más feliz que nunca. La intriga era demasiado grande y tuvo que salir de manera sigilosa para enterarse del tema. Una vez en el exterior se fijó en cómo guardaba el teléfono, había llegado tarde para escuchar la conversación, sin embargo... ¿Qué hacía el médico que los había atendido allí con ella?

—Con esto debe ser suficiente —habló pasándole un sobre que el médico no tardó en abrir, Frigdiano casi jadea de la impresión al ver que en el interior de este solo había billetes en grandes cantidades—. Has hecho lo que tenías que hacer, ahora desaparece de mi vista.

Se quedó de piedra pensando que quizá, solo quizá, el niño no era hijo del italiano y todo lo que habían esperado no había sido más que una estrategia de montaje para falsificar los resultados de la prueba y que estos dieran positivo cuando en realidad no lo eran. ¿Por que otra razón iba entonces a pagarle tal cantidad de dinero?

Y la pregunta que más resonaba en su cabeza: ¿Cómo intentaría explicarle eso a Damiano?

BaciamiWhere stories live. Discover now