Capítulo dieciséis: "Navidades"

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Lo hicieron sentir como en casa, o incluso más cómodo que en esta. Los padres del italiano resultaron ser personas muy cercanas, al igual que el hermano, que buscaba cualquier pequeño comentario para hacer una broma al respeto.

—¿Y que hay de tus padres? Hasta el momento sólo hablamos de tu hermana—preguntó Jacopo sentándose en el sofá. Damiano dejó de acariciarle el brazo al muñeco, sabiendo que era un tema sensible que no habían tocado antes.

—Bueno, ellos no... —apretó sus labios mientras negaba con la cabeza.

—Oh —emitió. Sus ojos buscaron los de su hermano en busca de una respuesta, pero este estaba demasiado concentrado mirando al pelinegro—. ¿No tienes buena relación con ellos? No pasa nada, è abbastanza comune, ¿no?

Per favore stai zitto —pidió el italiano alzando la mirada para advertirle.

El pelinegro suspiró. Hablar del tema resultaba difícil, más ahora que cuando estos habían muerto. En aquel entonces lo vio como algo normal, la muerte era algo natural por lo que había que pasar si o si. Ahora le dolía la ausencia.

—Mi madre murió hace un tiempo y mi padre también, solo que lo de él es más reciente —explicó mirando a Jacopo—. Mi hermana no es mi hermana, sino mi hermanastra. Es la única familia que tengo en estos momentos.

—Muñeco, no tienes que hablar del tema si no quieres —habló Damiano acariciándole la mejilla con sus nudillos.

—Yo... Lo siento, no me imaginé que ellos... Bueno... —Jacopo hizo una mueca, incómodo. No quería arruinar todo lo bonito que había estado construyendo hasta ahora con su cuñado, quizá no debió de tocar ese tema porque era demasiado personal.

—No importa, de verdad —aseguró el español, acercándose más a su italiano favorito en busca de contacto corporal. Este supo de inmediato que quería y lo envolvió en sus brazos.

El silencio flotó durante unos instantes en el ambiente. ¿Cómo se seguía la conversación después de eso? Jacopo no sabía la respuesta y no estaba seguro de querer saberla. Se disculpó una vez más y después se excusó para irse y dejarlos solos, sabía que su hermano manejaría la situación como era debido.

Y claro que sabía. Damiano ya conocía al muñeco de sobra, sabía qué cosas necesitaba y cuáles le sobraba (como los comentarios de su hermano, por ejemplo). Por eso no abrió la boca, se limitó a acariciarlo y brindarle ese cariño que necesitaba. Esperó a que fuera él quien le dijera algo, de esa forma sabría que ya estaba calmado y listo para mantener cualquier conversación.

—Ya está, no tienes que seguir acariciándome de esa manera —habló en voz baja.

—Quiero seguir acariciándote de esta manera —señaló—. ¿Quieres hablar del tema?

—No, la verdad es que no —negó con la cabeza y recostó esta en el pecho del dominante. Después de un tiempo volvió a hablar—: Mi padre y mi madre tuvieron una aventura cuando mi padre estaba casado con la madre de Fiammenta. Soy producto de una infidelidad, ¿sabes? —soltó una pequeña risa aunque el tema no le hiciera gracia—. Nunca fuimos una familia ejemplar, pero aún así papá trataba de estar siempre... Supongo que por eso descuidó a mi hermana, por querer estar pendiente de mi. Pero no se puede mantener una doble vida, ¿que hay de las épocas navideñas? Ahí es donde se supone que la familia se junta, pero nosotros éramos al revés. Mamá siempre decía que no celebrábamos Navidad porque no era creyente, pero cuando crecí me di cuenta que no celebramos Navidad porque él estaba ausente en esos días, pues los pasaba con su familia oficial. Toda mi vida me sentí rechazado, Damiano, tengo miedo de volverme como ellos o de que mi pareja sea así. Es algo que no puedo evitar.

El italiano escuchó con atención cada una de sus palabras. Tenía sentido ahora que se lo contaba, con eso entendía también muchos rasgos de la personalidad de Frigdiano, que se habían formado en base a los problemas de sus padres.

—Quiero que estas Navidades las pases conmigo —habló—, no sé si serán aquí o en Italia, lo único que sé es que quiero que estés conmigo para brindar con champán y besarnos bajo el árbol de navidad.

—¿Estás hablando en serio? —alzó sus cejas—. No tienes que hacer esto por lo que te he contado, la pena no va conmigo.

—No soy un hombre que juega con las palabras, ya deberías de saberlo. Si digo que quiero pasar las Navidades contigo es porque quiero pasar las Navidades contigo —besó su frente al tiempo que pasaba una de sus manos por su cabello—. Piénsatelo y cuando puedas dame una respuesta, ¿vale?

Ni siquiera había hablado con su hermana por si esta quería organizar algo para dicha época, por lo que sabía también detestaba esos días del año pero no estaba seguro de si su cuñado le habría hecho cambiar de opinión o no.

A fin de cuentas, él también era su familia.

—Prométeme que no intentarás ninguna de tus mierdas calientes en nochebuena o fin de año.

—No se llama nochebuena por nada, muñeco —mordió su labio inferior cuando lo miró—. Puede que para entonces ya sea invierno pero yo prometo hacerte sudar.

—Madre mía —se acaloró con solo escucharlo.

Mamma mia —repitió el italiano con cierta burla.

¿Que iba a follárselo contra el árbol de navidad cuando tuviera la oportunidad?

Si.

¿Que iba meterle mano durante la cena de nochebuena y la de fin de año?

También.

BaciamiWhere stories live. Discover now