Epílogo

374 33 13
                                    


Los años siempre vienen acompañados de hermosos momentos, llenos de vida y emociones.

Estamos en el siglo veintiuno, siglo de amores de discoteca, siglo donde los adolescentes fuman más que sus abuelos, siglo en donde se normalizan los comportamientos tóxicos, siglo donde el amor pasa a un segundo plano y todo se basa en placer, diversión y buen vivir.

Damiano siempre había sido un gran amante de la vida y sus placeres, pero conocer a Frigdiano le hizo darse cuenta que también existía el color rosa en su vida, que las mariposas también volaban a su alrededor y que si afinaba su oído podía escuchar los pájaros cantar en su melodioso tono por las mañanas.

Frigdiano, queriendo llevarle la contra, siempre se rodeó de gente para no sentir la tan tenida soledad, refiriéndose siempre en sus seres queridos. Pero su familia empezó a caer poco a poco, y cuando ya nadie quedó (más que su hermana) supo que era momento de respirar de nuevo el aire contaminado de la ciudad, de escuchar la música alta en las discotecas y de fingir una sonrisa cuando alguien se acercaba a proponerle cosas indecentes. No fue hasta que conoció a Damiano que dejó a un lado toda su mierda y soltó sus cadenas para vivir como siempre debería de haberlo hecho, sin limitar su mente ni tampoco su cuerpo.

Se complementaban y siempre lo harían.

Aunque las canas empezasen a brotar en su cabello o las arrugas se hicieran presentes en sus rostros.

Había algo que perduraba: el amor.

—¡Felices treinta y seis! —chilló, caminando entre la gente con la tarta de chocolate en sus manos, intentaba no moverse demasiado para que no resbalara de la bandeja y se cayera al suelo, era torpe y sabía que podía pasar en cualquier momento, las velas con la edad que cumplía iban encendidas, mientras todos rompían en aplausos y gritos de festejo—. No estaba seguro de si regalarte una boina o un bastón, viejo amargado.

—Más te vale que no sea ninguna de las dos cosas, mejor envuelve tu culo en papel de regalo —señaló alzando sus cejas.

—¡Damiano, por Dios, que hay menores delante! —exclamó avergonzado dándole una mirada a los dos adolescentes allí presentes, estos hicieron un gesto para restarle importancia—. Sopla las velas antes de que se apaguen.

—Que bonito te ves dando órdenes —burló.

—¡Y pide un deseo! —agregó, ignorando por completo lo que acababa de decirle.

Le hizo caso, lo miró a los ojos mientras en su mente pedía ese deseo relacionado con el pelinegro y después sopló las velas mientras Layla se encargaba de hacerle una foto que más tarde subiría en sus historias de Instagram, el italiano le agradaba desde aquella tarde que la llevó al club después de decepcionarse con sus amigos, y al saber que era el novio de el hermano de Fiammenta todo fueron ventajas. Esta felicitó a su cuñado con burla y su hijo hizo lo mismo antes de alejarse junto al casi hijo de Damiano, eran de edades parecidas y tenían temas de conversación similares, se llevarían bien.

—Creo que ellos dos pueden llevarse más que bien —habló Frigdiano sentándose en las piernas de su novio.

—¿Ya le ves pinta de homosexuales?

—Yo cuando era adolescente ya sabía que me gustan las pollas.

—No seas desubicado —chasqueó—. A mí mi madre me enseñó que tenía que comer de todo.

—Que bonita definición de bisexualidad —se carcajeó, desviando su mirada hasta los adolescentes—. ¡Que se besen, que se besen!

Damiano puso su mano sobre su boca para callarlo para después mirar él también en aquella dirección, Giovanni estaba sonriendo abiertamente mientras que con su mano acariciaba el negro cabello de Lyordi, quien parecía estar hablándole de algo a este.

—Me recuerdan a nosotros, eh.

El español mordió la palma de su mano, indicándole que quitase esta de su boca porque quería hablar. Damiano dejó escapar una risa mientras la retiraba y lo miraba con burla.

—Yo te dije que necesitábamos enseñarle italiano...

—Se pueden comunicar en español.

—Lo dice el italiano —se mofa dándole un pequeño beso en los labios—. Es como si hubiera previsto este amor, ¿eh?

—¿Con el nuestro te pasó algo similar?

—Damiano, tío, no me jodas —se carcajeó mostrándole su brazo—. Me tatué esto al poco tiempo de conocerte, ¿tú que crees? Si no terminabas siendo el amor de mi vida me dejabas en terapia hasta que me muriera, que lo sepas.

—Puedo decir exactamente lo mismo, creo que después de ti no volvería a creer en el amor.

Sus labios buscaron de nuevo el contacto de los suyos y al encontrarlo lo hizo también con todos esos recuerdos, desde el primer beso, desde la primera mirada, desde la primera orden en italiano, desde el primer gesto de sumisión, desde que supieron que estaban hechos el uno para el otro.

La historias de amor no deberían de tener final, la suya al menos no lo tendría, pero quizá todo lo que faltaba por escribir querían dejárselo al destino, que este escribiera libremente todo lo bueno que venía, todos los besos que faltaban.

|| F I N A L||

BaciamiWhere stories live. Discover now