Capítulo veintitrés: "Podemos hacer algo al respecto."

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Frigdiano

Los días en Italia pasan demasiado rápido, como las vacaciones de verano cuando eres adolescente y vas al instituto, pues algo similar. El vuelo es horroroso, a pesar de que Damiano intenta mantenerme entretenido las dos horas, primero lo intenta poniendo el musical de West Side Story, pues sabia que era de mis favoritos, pero mis nerviosos fueron mas grandes que las ganas de verlo. Llevaríamos media hora cuando pedí urgentemente que me dejara ir al baño, en donde vomité todo lo que su madre me había preparado para el desayuno.

Después lo intentó mostrándome un partido de baloncesto, deporte que tanto le apasionaba y del que tanto hablaba, había vuelto a sacar el tema de "un día de estos tenemos que jugar", pero yo iba a perder como un perro porque los deportes no eran mi punto fuerte.

Finalmente consiguió dar con mi punto y me entretuvo la hora restante con sus juegos eróticos que en otra circunstancia me hubieran avergonzado. En ese momento no. Todos los demás pasajeros estaban a su bola... Mientras que las manos de Damiano me cosquilleaban en la piel. No me dio ningún orgasmo, solo me llevaba al borde de estos y me dejaba ir de nuevo, manteniéndome atento a su siguiente movimiento para no perderme de nada.

—Hemos llegado —susurró en mi oído, devolviéndome a la realidad y haciendo que dejara a un lado esas ganas inmensas de que sus dedos siguieran ahí...—. Levanta tu culo, muñeco, tenemos que ir a dejar las cosas a casa antes de ir a Moleko.

—¿Hablaste con mi hermana? —cuestioné intrigado.

—Con su novio —señaló—. Y prometí que pasaríamos por allí si no llegábamos demasiado cansados.

—No me has preguntado si estaba o no cansado, no puedes tomar decisiones por mi.

—Claro que puedo —chasquea su lengua y me palmea el culo en cuanto me levanto—. Te vendrá bien, hazme caso y deja de reclamar, no sé qué le pasa a los sumisos que en cuanto entran en confianza se vuelven unos jodidos descarados.

—Yo no soy descarado, simplemente no me gustan las órdenes.

—No sueles decir eso cuando follamos.

—¡No mezcles! —chillé, ganando la atención de varias personas que estaban recogiendo sus maletas. Mis mejillas se calentaron al instante y Damiano me miró con burla. Quizá tenía razón, solo quizá, pero no admitiría tal cosa en voz alta porque ya había pasado suficiente vergüenza. Aunque para él nunca era suficiente.

Tomamos nuestras maletas y las guardamos en el maletero del coche de Damiano, que se había quedado aparcado cerca del aeropuerto durante todas las vacaciones. Protesté diciendo que sería más fácil si alguien nos recogía en el aeropuerto y me dio una contestación que se la pudo haber metido por el culo "Esas cosas solo pasan en las películas, regresa a la realidad, muñeco".

Menuda red flag, que no me deje vivir mi propia película, puto italiano buen trajeado que solo sabía dar órdenes.

Cuando damos finalizado con todo el trabajo ya empieza a oscurecer. Y cuando se hace de noche el club está a reventar, ¿cuál era la maldita necesidad de ir? ¿Por qué no podíamos esperar a mañana? ¿Por qué no podían ellos acercarse?

—¡Buenas noches! —saludó uno de los dueños del club, cuyo nombre seguía sin conocer—. No sabía que estabas de vuelta por España, si mal no recuerdo vi tus fotos en Instagram y estabas en Italia.

—Regresamos hoy —respondió sonriéndole—. ¿Ya conoces a Frigdiano?

Eso, mínimo preséntame.

—¡Hermanito! —la voz de mi hermana llega a mis oídos sobre la suave música que estaba sonando, antes de que pueda reaccionar ya tengo que brazos rodeando mi cuerpo.

—¿Hermano de Fiammenta? —el dominante chasqueó su lengua—. Que pequeño es el mundo.

—Joel, deja de joder la moral y déjame disfrutar del reencuentro —protestó—. Vamos a una mesa a hablar, tengo cosas que contarte y seguro que tú también tienes mucho que contarme a mi.

—Creo que a tu novio no le agrada la idea.

—Mi novio me dará una charlita más tarde sobre mis responsabilidades en el trabajo mientras me ata las manos y me separa los tobillos, me ilusionará con algún juego sexual que me pondrá cachonda y después me dejará así para que aprenda la lección —me hizo saber—. Ya lo tengo controlado, no te preocupes, me gusta cuando lo hace.

—Suena excitante.

—Más excitante es tocarse después de eso cuando supuestamente no debes hacerlo porque es un castigo y tienes que aceptarlo —ríe entre dientes y me agarra de la mano para arrastrarme a una de las mesas del club y ponerse a hablar conmigo sobre estos días.

A lo lejos puedo ver como su novio se acerca al italiano y al otro dueño del club, probablemente para hacer lo mismo. Me intrigaba su conversación pero sabía que jo tenía que preocuparme, mi cuñado no dejaría que se hablara mal de mi, ¿verdad?

—Estoy enamorado —confieso en apenas un susurro.

—¿Debería de sorprenderme?

—¡Claro que si! Te estoy diciendo que amo a un fetichista.

—Bienvenido al club —burló.

—Igual es cosa de familia —reí al darme cuenta de la situación.

—Si, puede ser, ¿crees que papá...?

—¡Cállate! —pedí antes de que terminara la pregunta, no quería tener esa imagen mental del hombre que nos engendró.

A Fiammenta parece divertirle la situación porque sigue con el tema al menos unos minutos antes de preguntarme cuantos orgasmos había tenido en Navidades. ¡Repito! Cuántos orgasmos había tenido en Navidades. Ni siquiera me preguntó qué tal la cena de Nochebuena o mis propósitos de año nuevo. No. Ella se interesó por los orgasmos.

—No seas vergonzoso ahora, bambolotto, respóndele —Damiano hace que se me suban los colores, no me enteré del momento que se puso cerca de nosotros, quizá estaba demasiado concentrado en mis cosas.

—Yo... No lo sé.

—Maravilloso, aprendes los colores y te olvidas de los números, tal vez deberíamos de hacer algo al respecto.

—Sé los números pero no recuerdo con exactitud...

—¿Pérdida de memoria a tan temprana edad? —se estaba burlando, su estúpida y perfecta sonrisa me lo confirmaba—. También podemos hacer algo al respecto.

No te pongas creativo, por Dios, que ya me estoy haciendo una idea mental de cómo terminaré la noche.

—¿Quieres quedarte aquí? Ethan y Thomas no dejan de joderme por WhatsApp, debo de pasarme por el club antes de volver a casa.

—Quiero ir contigo.

—Genial, no te asustes si alguno de esos cretinos intenta poner sus manos en tu cuerpo, les he dejado muy claro que eres mío y creo que por eso van a intentar vacilar.

No necesitaba a mas dominantes, pero admito que puede ser divertido... ¿No? No sé en dónde está quedando el antiguo Frigdiano, estoy demasiado dispuesto a que más hombres me toquen así sin más.

BaciamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora