Capítulo veinte: "Recuerdos"

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Damiano tenía algo en mente para ese 31 de diciembre, sabía que su hermano estaría dispuesto, no podría decir lo mismo de Frigdiano. Su timidez a veces le impedía seguir adelante, si es cierto que cada vez estaba más suelto y confiaba más en él para probar algo nuevo. ¿Pero podría decir que si a lo que le propondría el día de fin de año?

—Muñeco, mis padres han salido a no sé dónde, prácticamente tenemos la casa sola —comentó el italiano, pasándose una mano por su cabello, todavía no estaba peinado uno tampoco lo estaría hasta la noche.

—¿Y qué tienes en mente? ¿Ir a jugar al baloncesto? —alzó sus cejas, levantando la mirada del álbum de fotos familiares que estaba mirando—. Nunca me habías comentado que jugabas.

—Cuando era adolescente —Se encogió de hombros, restándole importancia—. Mi hermano jugaba al fútbol y yo al baloncesto, incluso en los deportes tenemos controversias.

—A mi no me gusta el deporte.

—Te gusta bailar —señaló.

—¡Bailar es divertido! Correr por el campo con una pelota no lo es.

—Ya has bailado un vals con el diablo, quizá tengas que jugar un día un partido contra él —se acercó para sentarse a su lado y mirar las fotos en donde aparecía en uno de los primeros partidos—. Mierda, me veo horrible en esas fotos, ¿no podrías mirar otras, muñeco?

—¿Cuántos años tenías aquí? —señaló una de ellas con su dedo índice.

—Escoges justo la más bonita —ironizó—. Tendría alrededor de quince años.

—Eras rubio.

—Castaño claro.

—¡Es lo mismo!

—¡Es casi lo mismo! ¿No sabes diferenciar tonalidades o qué?

—Quizá deberías de enseñarme...

Damiano cerró el álbum y se levantó para dejarlo en su sitio, pasando por alto el berrinche que hizo Frigdiano pidiéndole que se lo devolviera.

—¿Quien hizo las fotos?

—Mi hermano, él siempre está con la cámara de fotos presente, según él para después tener todos los recuerdos ahí —puso los ojos en blanco con fingida molestia—. Cuando era adolescente me jodía mucho.

—En el club Moleko también hay una chica que encaja con esa descripción, tal vez deberían de conocerse.

—Ah no, muñeco —negó con la cabeza mientras sonreía divertido—. No intentes hacer de cupido porque esa chica ya tiene a quien la domine.

—¿Cómo? —se le escapa la risa—. ¿Estás insinuando que tu hermano...? ¡Dios mío! ¿También le da a los látigos?

—Si, algo así, yo de alguien tuve que aprender —murmuró burlón.

—Eso no me lo esperaba.

—¿Por qué?

—Bueno, ya sabes, parece buena persona y tal...

—¿Estás insinuando algo, muñeco? —mordió sus labios para evitar reírse—. ¿Acaso soy yo mala persona? ¿O tu cuñado es mala persona?

—¡No! Yo no quise decir eso —sus mejillas empezaron a cambiar de color con solo eso, Damiano sabía ponerlo nervioso sin tener la necesidad de tocarlo.

—Yo creo que si.

—No.

—Que si.

—¡Ya te he dicho que no!

—Muñeco, no seas desubicado —chasqueó su lengua—. No me levantes la voz.

—Lo siento, señor —apretó sus labios, el gesto de molestia no le agradó al italiano en lo más mínimo. Se acercó y agarró su rostro con una de sus manos, obligándolo a mirarlo a los ojos, esa mirada oscura que quería ver toda su vida.

—¿Estás molesto, muñeco?

—No lo estoy.

Acarició su labio inferior con su dedo pulgar y asintió de manera ligera, creyendo sus palabras.

—Perfecto, porque hay algo que quiero proponerte —admitió—. Eso incluye a mi hermano y a los recuerdos.

—¿Quieres hacer fotos?

—Quiero que te haga fotos —asintió.

—¿Y qué más? Estás poniendo esa cara de que algo más hay seguro...

—Fotos desnudo, muñeco —le guiñó un ojo.

—No.

—¿Y si en lugar de ser propuesta es una orden?

—No puedes dominarme todo el tiempo.

—Claro que puedo.

—A veces me caes mal....

—No es cierto, me amas —sonrió de lado, de esa manera que a Frigdiano le resultaba irresistible—. Dímelo, muñeco, dime que me amas... Repite conmigo "ti amo".

El español tragó saliva antes de repetir las palabras que el italiano acababa de decirle. Lloraría de alegría si fuera un momento más romántico, pero no lo era, era... diferente, como todo lo que tenía relación con ellos dos. ¿Había siquiera algo normal en todo lo que llevaban de conocerse? Probablemente no, tampoco lo buscaban.

—Voy a por mi hermano, puedes quitarte la ropa mientras tanto.

Tomó una profunda respiración, concienciándose de que su cuñado iba a verlo desnudo y a Damiano eso no le importaba en lo más mínimo. Quizá su relación de hermanos iba más allá, pues él con su hermana no tenía esos niveles de confianza ni quería tampoco tenerlos.

Jacopo entró en la habitación con una sonrisa ladeada en el rostro, opinó sobre el ambiente y la iluminación pero Frigdiano no estaba prestándole demasiada atención. No le gustó el lugar y terminó guiándolo a la sala, lugar que al modelo le agradó menos, pues si llegaban quienes faltaban en casa lo iban a ver como Dios lo trajo al mundo.

—¿Sabes que le vendría bien? —chasqueó sus dedos antes de tomar la goma que tenía alrededor de la muñeca para atarse el pelo y que este no le molestase en la cara—. Aceite.

Damiano sonrió al ver lo que tenía en mente y se encogió de hombros, como si en realidad no lo necesitase. Para él estaba perfecto así. ¿Qué más daría si su piel se veía brillante o no en las fotos?

—Vas a terminar muy manoseado —advirtió el italiano en cuanto vio a su hermano dirigirse a su habitación por el aceite corporal. Él se acomodó en uno de los sofás dispuesto a ver el espectáculo—. Cierra los ojos cuando te toque, somos hermanos, no encontrarás mucha diferencia entre sus manos y las mías.

Le hizo caso. Jacopo recorrió su cuerpo con sus manos untadas en aceite, dejando una fina capa de este por su piel. El juego erótico solo era para ganarse al español y hacerlo entrar en combate, era demasiado heterosexual como para ir más allá del simple manoseo.

Después, con su cámara de fotos, fotografió una y otra vez, buscando los ángulos perfectos, la iluminación perfecta. Le pidió que hiciera diferentes posiciones para capturar la esencia de cada una de ellas. El resultado quedaría en recuerdos para los tres porque sin duda había sido todo un éxito.

BaciamiWhere stories live. Discover now