Capítulo trece: "Sottomesso"

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Si a Frigdiano le contasen hace meses la situación que estaba viviendo, no se la creería por nada del mundo. Hasta hace no demasiado vivía con muchos prejuicios, reprimiéndose sólo para hacer lo correcto, la sociedad tenía unos límites muy marcados que si no seguías ya eras raro. Él no quería que lo juzgasen como un enfermo por tener gustos sexuales diferentes, simplemente quería ser como los demás.

El sexo nunca había sido algo que le importase demasiado por el simple hecho de que nunca había sido tan explosivo como lo era con el italiano. Se había limitado a estar, a gemir de vez en cuando y a correrse mientras él mismo se masturbaba. Ahora podría jurar que los orgasmos eran más sencillos, que correrse no era algo difícil si las manos de Damiano estaban sobre su cuerpo y lo miraba de esa forma tan ardiente como solo él sabía hacer.

El pantalón de cuero se ceñía a sus piernas con sensualidad, el culo se le marcaba con cada paso que daba y eso llamó la atención de varias personas en el club.

Sottomesso —habló Thomas para llamar su atención—, Damiano salió a fumar, no creo que se tarde demasiado... Si quieres puedes esperarlo en la habitación que dejó preparada para ti.

—¿Preparó una habitación para mi? —preguntó sorprendido.

—Si, si que lo hizo —le sonrió e indicó con su cabeza que caminara, lo guió por el club hasta la zona de habitaciones y abrió la puerta de la tercera, pues sabía que había sido esa en la que Damiano pasó la última hora. Encendió la luz rosa para iluminar el ambiente de la mejor forma y sonrió al ver la reacción del pelinegro, sus ojos ya habían recorrido el lugar y no pudo evitar tragar saliva al ver cosas completamente desconocidas para su vista—. Iré a por tu amo, ya vuelvo.

Frigdiano no tuvo tiempo de aclararle que no era su amo porque fue rápido en desaparecer y dejarlo allí solo.

Por su parte, el rubio era más que consciente de la situación que llevaban su amigo y el español y le gustaba tentar las cosas, era divertido para él ver sus reacciones cada vez que hacía un comentario al respecto.

—Tu muñeco ha llegado —comentó, metiendo sus manos en sus bolsillos y observando a Damiano dar una calada al cigarrillo que tenía en los labios—. Se te olvidó mencionar que tenía un culito digno de azotar.

—¿Y por qué debería de mencionarte tal cosa? —soltó el humo por la boca y tiró la colilla al suelo, acto seguido la pisó para apagar el fuego que aún tenía—. No voy a dejar al muñeco en tus manos, ya te aviso.

—¿Por qué no? ¿Temes que yo le guste más que tú? —cuestionó con diversión.

—No me jodas, Thomas, él me quiere a mi así que mantén tus manos alejadas de su culo —advirtió.

—No puedes tomar una decisión por él —sujetó su rostro con una de sus manos y lo miró a los ojos—. A mi me parece que eres tú el que lo quiere a él... Y es que lo quieres tanto que tu jodido lado posesivo no te deja compartirlo, ¿no es así?

—No me jodas, Thomas —repitió, acercando sus rostro al suyo y dejando que su aliento chocase contra sus labios—. No me toques los cojones.

Thomas rio antes de dejar un beso fraternal en sus labios y separarse con diversión, con eso solo acababa de confirmar sus palabras, Damiano podía ocultar muy bien todo lo que quisiera pero con sus amigos era muy transparente.

—No lo hagas esperar, anda —le guiñó un ojo y le indicó con la cabeza que entrase al club—, ya está en la habitación.

El tatuado no tardó demasiado en hacerle caso, suficiente tenía ya. La música en el club no estaba muy alta esa noche, lo más probable era que desde la habitación ni siquiera se escuchase. Frigdiano se había acomodado en el único sofá que había en esta y miraba con curiosidad los diferentes látigos que había colgados en una de las paredes.

—Buenas noches, muñeco —lo saludó, cerrando la puerta tras su cuerpo—. ¿Cómo te trató Thomas?

—Bien, supongo... Me llamó sot-no-sé-que y me maldije por no saber italiano, igual me insultó y yo le sonreí como si nada.

Sottomesso —chasqueó antes de reír—. No es nada malo, significa sumiso.

—Oh, ¿y como se dice dominante?

—De la misma manera que en español —se carcajeó—, pero en italiano todo suena más sexy, ¿no es así?

—No.

—¿Cómo que no? —enarcó una ceja acercándose con paso despreocupado—. Mentir es malo, muñeco.

—Pero no estoy mintiendo.

—Eso, tú sigue.

El pelinegro se cruzó de brazos indignado, claro que no mentía, no es que el idioma fuera sexy, es que Damiano hablaba con mucha sensualidad, esa era la diferencia que no admitiría en voz alta.

—Voy a castigarte por eso, ¿lo sabes?

—Me lo imaginaba —admitió.

El italiano le regaló una sonrisa ladeada mientras se sacaba el cinturón, acto seguido lo envolvió en las muñecas del español y las dejó tras su nuca. Se puso de cuclillas frente a él y le desabotonó el pantalón para después bajarlo hasta que quedó enredado en sus tobillos, se levantó y caminó hasta una de las estanterías que allí había, miró los juguetes sexuales ladeando su cabeza y terminó decidiéndose por un vibrador.

—No quiero que te muevas, ¿entendido? —encendió el juguete y lo adentró en el bóxer del español, este abrió los ojos sorprendido y no pudo evitar jadear cuando hizo contacto con su polla—. Sh, muñeco, vas a correrte de esta forma tan placenteramente dolorosa.

Besó sus labios de forma breve y volvió a por una mordaza, si había algo que amaba eran los dichosos sonidos que salían de sus labios pero un castigo era un castigo y prefería que lo viviera desde un punto más excitante y limitado.

—De esa forma no podrás besarme... Y a ti te encantan mis besos.

—Los besos solo son una excusa para que vuelvas a mi —admitió, pasando su dedo pulgar por su labio inferior—. Me encantas tú, muñeco.

Antes de que él pudiera darle una respuesta coherente dejó la mordaza en su boca para que ahora los sonidos de placer que quisiera emitir y, sin más, se sentó a su lado y puso una de sus manos en su abdomen para evitar que así se moviera demasiado.

BaciamiWhere stories live. Discover now