Capítulo treinta (FINAL)

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El paso de los meses solo hizo más fuerte la unión de la pareja. Damiano pudo aclarar las cosas con Alexandra y, aunque Giovanni no fuera su hijo prometió ayudarle en lo que fuera necesario. Ya había dicho antes que le gustaban los niños siempre y cuando no fueran suyos.

Todo eso solo mejoró con el nacimiento de Lyordi, buscaban cualquier excusa para acercarse a su casa para pasar tiempo con su sobrino. Sus padres le dejaban gustosos, incluso cuando empezaba a querer caminar le dieron el gusto de enseñarle.

—Oh, vamos... No te caigas. —Se quejó el pelinegro de nuevo, estaba emocionado por enseñarle pero el pequeño no cooperaba y prefería mantener sus rodillas en el suelo para seguir gateando.

—Muñeco, más te vale que mi hijo no muerda el piso. —amenazó su cuñado mirándolo de manera desafiante, el pelinegro puso sus ojos en blanco ganándose también una mirada de reproche por parte del italiano que lo acompañaba.

—Dejad de ser tan así... ¡Me estresáis!— exclamó mirando a su hermana en busca de apoyo.

—No te preocupes, Zabdiel, cada vez que deje caer a Lyordi azotaré su hermoso culo —habló Damiano, sonriendo al encontrar una buena excusa para castigar a su muñeco.

—Ah no, italiano, mantente alejado de mi culo.—siseó entre dientes, quería pasar tiempo con su sobrino pero no quería que este jugara en su contra.

Su hermana los miraba con diversión mientras sus brazos se cruzaban en su pecho, tenía hambre y la reserva del restaurante estaba esperando por ella y su novio, pero ver la mini discusión que se estaba formando en la sala de su casa era más divertido que cualquier otra cosa.

—Ni se os ocurra hacer alguna de vuestras mierdas masoquistas frente a mi hijo o seré yo la que azotará vuestros culos.

—Muñeca, el rollo dominante no va contigo —murmuró su novio con burla—. Pero en esta ocasión comparto tus palabras, si no lo haces tú lo haré yo.

—¿Azotar tú mi culo?—una risa sarcástica se escapó de los labios del italiano—. Necesitarás más que unos azotes, para nosotros los dominantes eso es demasiado... Aburrido.

—Yo también soy dominante, Damiano, sabes de sobra que puedo ponerme creativo.— alzó sus cejas—. Así que no intentes retarme.

Fiammenta no tardó demasiado en cortar el rollo que se estaba creando y su novio no dudó en darle la razón, estaban haciendo un numerito por tan poco que las ganas de escupirle en la cara a los dos estaban presentes. Finalmente se despidieron y salieron para disfrutar de su cita mientras el italiano miraba al muñeco jugar con Lyordi.

—¿Te gustaría tener hijos?

—No, yo voy a ser el tío que le compre regalos caros por Navidad —señaló—. No me mires así, tú vas a ser lo mismo.

—Yo tengo un casi hijo.

—Giovanni no es tu hijo.

—Es un casi hijo —sonrió de lado—. Alexandra me fue infiel mientras teníamos una relación amo-sumisa, si, pero me da pena dejarla así sin más. Creo que tampoco se merece eso.

—Eres demasiado bueno para este mundo.

—Lo dice el que tiene miedo de enseñarle a caminar a su sobrino, no vaya a ser que se caiga —murmuró burlón.

—¡No te burles que es un tema serio! ¿Qué pasa si llora? —cuestionó preocupado.

—Lo más probable, conociéndote, es que termines llorando tú también. Eres un sensible, muñeco —señaló divertido mientras miraba al niño entre sus brazos—. Pero parece tener paciencia, no creo que llore a no ser que lo dejes caer.

—No voy a dejarlo caer.

—Más te vale que no, porque primero llorará él y después llorarás tú, si no lo haces por tu sobrino me encargaré personalmente, le hice una promesa a su padre y como bien sabes soy un hombre de palabra.

—A veces me pregunto por qué sigues siendo mi novio...

—Te estás ganando unos azotes...

—Tú buscas cualquier excusa para azotar mi culo —Se quejó.

—Sabes perfectamente que no necesito una excusa para eso, muñeco.

Se miraron desafiantes durante unos instantes hasta que los balbuceos de Lyordi llamaron su atención, llevó su dedo índice a sus labios mientras repetía una y otra vez algo que ninguno de los dos era capaz de entender.

—Creo que tiene hambre...

—Voy a por los potitos —murmuró el pelinegro levantándose, al llegar a la cocina tomó el pequeño tarro de sabor a frutas y tomó la cuchara para darle de comer—. Venga, Lyordi, abre la boca.

—Dile que es un avión, Damiano.

—¿Por qué le voy a decir que es un avión?

—¡Porque es un bebé! Dile que es un avión para que lo coma.

—¿Y por qué un bebé querría comer un avión? Es una lógica absurda.

—Tú sí que eres absurdo.

Le arrebató la cuchara de las manos y la llevó a la boca del bebé haciendo pequeñas espirales por el aire mientras decía que ahí iba el avión. Damiano tuvo que morderse los labios para que no se le escapara ninguna carcajada involuntaria, por una parte también le producía ternura verlo de esa manera.

—Le enseñaremos a hablar italiano, ¿verdad? —cuestionó el pelinegro limpiándole las comisuras de sus labios—. No vaya a ser que se encuentre a alguien que le guste dar las órdenes en ese idioma y él no lo entienda, qué tragedia.

—Uy, si, que tragedia —ironizó—. ¿Qué te hace pensar que dejará que alguien le dé órdenes?

—No lo sé, quizá porque los que las dan son unos amargados y no quiero que mi sobrino sea uno de esos.

—Que muñeco más descarado —resopló.

Se habían conocido de una manera particular, en el momento donde Damiano solo quería disfrutar de uno y del otro, en el que Frigdiano solo buscaba alejarse de una realidad no deseada.

Quien dirían que con tan solo una orden en un idioma diferente podrían escribir su historia en dos lenguas.

|| F I N A L ||

BaciamiWhere stories live. Discover now